Ángel Guerra

Podemos decir que Ángel Guerra es un pecio casi desconocido que este año, si hay suerte, puede volver a navegar las aguas literarias

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El escritor lanzaroteño José Betancort Cabrera, Ángel Guerra, será el protagonista del Día de las Letras Canarias 2024.
El escritor lanzaroteño José Betancort Cabrera, Ángel Guerra, será el protagonista del Día de las Letras Canarias 2024.

Este año oiremos hablar mucho de Ángel Guerra. Resulta aún más literario que el Día de las Letras Canarias recuerde a uno de los personajes de las novelas de Galdós. Realmente, casi todos sus personajes y sus grandes novelas merecen que celebremos a Galdós y que lo reverenciemos cada día de cada año. José Betancort Cabrera, que luego firmó como Ángel Guerra sus textos literarios, sentía esa admiración y ese reconocimiento hacia Galdós. Eligió el nombre de uno de sus protagonistas y se lanzó a la literatura siempre teniendo cerca, y como gran referencia, al autor de La desheredada, Misericordia o Fortunata y Jacinta, que son novelas que debería leer cualquiera que quiera saber qué es la literatura.
No lo tuvo fácil Ángel Guerra. Nació en Teguise, en una familia humilde y lo enviaron a estudiar al Seminario a Gran Canaria, pero desde que pudo se embarcó para Madrid siguiendo la llamada del periodismo y, casi como correlato inevitable, la de la literatura. Conocer a Galdós y tener un trato cercano con él, le cambió la vida y decantó su quehacer hacia la ficción y la observación de lo cotidiano con los ojos de quien mira un poco más allá de lo que tiene delante.
La cercanía a Galdós le lleva también a trabar gran amistad con el amigo de infancia del escritor, Fernando León y Castillo, y durante mucho tiempo ambos caminan juntos por París, que en ese entonces era como decir por el centro del planeta, Fernando como embajador y José Betancort como corresponsal del periódico La Correspondencia de España. Y es justamente en la capital francesa donde escribe buena parte de su obra, y lo hace acercándose a sus paisajes lanzaroteños de infancia, a lo pequeño, a lo cercano; pero siempre con la altura de miras intelectual de quien se encuentra en La Closerie des Lilas o en el Café de Fiore a todos los grandes artistas de finales del XIX y principios del XX. 

Leí La Lapa hace un tiempo y me impresionó la capacidad de Ángel Guerra para manejar el lenguaje insular y costumbrista sin caer nunca en el tópìco. Todo eso lo encontré también en sus otros relatos, en Al jallo, en Juan el Petate o en Tierra seca. La historia que cuenta en La Lapa es fascinante, por cómo la plantea desde el principio con el personaje ciego que camina por Teguise y por todo lo que cuenta luego, convirtiendo a los islotes del norte de Lanzarote en materia literaria, algo que también haría unas décadas más tarde Ignacio Aldecoa cuando encontró allí su paraíso en la Tierra.Curiosamente, Ángel Guerra hace lo mismo que Joyce cuando se asoma a Dublín desde Trieste o que Vargas Llosa cuando se adentra en Lima, a través de Conversación en la Catedral, desde Londres, París o Estados Unidos. Esa lejanía es justamente la que universaliza la mirada de todas esas grandes obras, la que también hace volar alto los relatos parisinos del escritor de Teguise.

En su vida, además, llegó a ser Director General de Prisiones en los años veinte y fue quien modernizó las cárceles españolas y quien primero planteó en España la reinserción desde la cultura y la educación, algo que ha hecho a día de hoy que el premio de relatos para los internos en centros penitenciarios de todo el país lleve su nombre. Este premio nace y o sacan adelante cada año los funcionarios del Centro Penitenciario Salto del Negro. También en su localidad natal en Teguise, se ha convocado varias veces el premio novela corta que lleva su nombre. Pero lo bueno de todo lo que estamos escribiendo es que José Betancort Cabrera, Ángel Guerra, dejó escritos que le sobreviven y que hacen el camino por su cuenta. Por eso aparece este año protagonizando el Día de las Letras Canarias. Realmente es un premio para sus personajes y para la voz que resuena cada vez que uno se acerca a sus ficciones y a ese naturalismo, muy de la obra de Zola y también muy presente en algunos personajes galdosianos, que se reconoce en el fondo de cada uno de sus textos. Casi siempre hay mar, y de alguna manera podemos decir que Ángel Guerra es un pecio casi desconocido que este año, si hay suerte, puede volver a navegar las aguas literarias o, quizá mejor, a revivir como aquel olmo machadiano en el milagro de la primavera.


 

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