El sol cae con calma sobre la costa, el sonido del mar arrulla la sobremesa y el aroma a pescado recién hecho perfuma la brisa. En este rincón del litoral tinerfeño, la vida se ralentiza al compás de las olas y el paladar se despierta con cada bocado. Hay lugares que se descubren por casualidad, recomendados por un amigo o tras una excursión sin rumbo. Otros, en cambio, logran el reconocimiento oficial por hacer las cosas con mimo y autenticidad. Este es uno de ellos.
La Guía Repsol, referencia en gastronomía nacional, ha decidido otorgar uno de sus Solete a este modesto establecimiento costero, destacando su terraza con vistas al mar y una carta que honra al producto local.
Cofradía de la Punta
Ubicado en la Punta del Hidalgo, en el municipio de La Laguna (Tenerife), este restaurante tradicional ha sabido ganarse el corazón de locales y visitantes. Su nombre es Cofradía de la Punta, y está en el Camino Pescaditos, 2. Aquí no hay secretos: el éxito radica en la frescura del producto, la sencillez de las recetas y un entorno que invita a quedarse horas, con el océano como telón de fondo.
La Guía Repsol destaca su ambiente familiar y relajado, su terraza soleada y, sobre todo, su compromiso con el pescado fresco. No es raro ver cómo los platos giran en torno a las capturas del día, traídas por los pescadores locales.
Pescado y marisco local
Entre los platos más populares están las cabrillas fritas, la morena crujiente o los camarones, además de especialidades como el pulpo, la vieja sancochada o los calamares a la andaluza. Todo se sirve con generosidad, acompañado de papas arrugadas y mojo casero, como dicta la tradición.
Este chiringuito es un ejemplo claro de cómo lo sencillo puede ser extraordinario cuando se hace bien. No necesita lujos ni pretensiones: la calidad y la autenticidad bastan para convertirse en una parada imprescindible para quienes visitan el norte de la isla.
Un horario constante
Cofradía de la Punta abre todos los días de la semana, de 12:30 a 22:00, y es habitual ver cómo se llenan sus mesas durante el almuerzo o al atardecer, cuando el cielo y el mar parecen fundirse en un espectáculo natural inolvidable.
Este Solete Repsol no solo premia su cocina, sino una forma de entender la vida: tranquila, marinera y siempre deliciosa.