Compartir piso o sacrificar ahorros: las únicas opciones de los jóvenes para emanciparse en Canarias

Atlántico Hoy se ha sentado con seis jóvenes de las islas para conocer qué impedimentos encuentran a la hora de acceder a una vivienda

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Jóvenes canarios hablan de la dificultad para acceder a una vivienda / MONTAJE AH
Jóvenes canarios hablan de la dificultad para acceder a una vivienda / MONTAJE AH

“Estudiamos una carrera, trabajamos duro desde que tuvimos nuestra primera oportunidad laboral, ahorramos sin darnos grandes lujos y preparamos nuestro futuro” , manifiesta Nazara Hernández (28 años). La juventud canaria siguió los pasos que la sociedad les marcó para obtener un futuro prometedor; sin embargo, el patrón de estudios, trabajo, casa y familia es imposible de lograr para muchos de ellos. El acceso a la vivienda supone uno de los grandes problemas que se les presenta a la hora de tratar de construir su vida.  

Atlántico Hoy se ha sentado junto a seis jóvenes del archipiélago para escuchar sus historias. ¿Qué han estudiado? ¿Con quién viven? ¿En qué trabajan? ¿Qué impedimentos se les presentan a la hora de independizarse? Y también conocer qué soluciones plantean ante la problemática de acceder a una vivienda de manera particular. 

Ser mileurista

Tirar de la familia o compartir piso son unas de las formas de acceder a la vivienda de muchos jóvenes canarios. La otra opción implica sacrificar los ahorros. Yanira Rodríguez (24 años) estudió Periodismo y, tras terminar la carrera universitaria, consiguió empleo fijo en la propia empresa en la que comenzó como becaria. Su jornada laboral es de 40 horas semanales con un sueldo de 1250 euros al mes. Aún con un trabajo estable, la joven vive con sus padres. ¿La razón? “El precio del alquiler es más del 50% de un sueldo base como el mío. Hace que la capacidad de ahorro sea mínima. Puedes independizarte, pero ¿a qué coste?”, expone. 

Ser mileurista ya no significa tener la vida resuelta. Es el caso también de Ricardo Camacho (25 años). Trabaja como diseñador gráfico y cobra 1180 euros al mes. El joven vive con su pareja, Pilar Pereira (24 años), quien en la actualidad participa en una beca de inserción laboral ofrecida por la universidad. Procedentes de Gran Canaria, se trasladaron juntos a Tenerife para realizar sus estudios. Por el momento, consiguieron un piso asequible con los servicios incluidos en el precio del alquiler, aunque “muy pequeño”. Ahora, les gustaría mudarse a un apartamento con mejores condiciones para continuar formando una vida juntos, pero, a pesar de ambos tener un trabajo estable, no les es viable. 

Imagen de una vivienda de alquiler. / EUROPA PRESS
Imagen de una vivienda de alquiler. / EUROPA PRESS

Subida de precios

“El mayor impedimento para mudarnos ahora mismo es el precio actual de los alquileres. No nos podemos permitir pagar un alquiler de 700€, que es la media de precio a la que están los pisos con al menos dos habitaciones en San Cristóbal de La Laguna”, explica Pereira. “La oferta de los alquileres ha subido mucho en estos últimos años. Pisos que antes veíamos a 500 euros, ahora están a 700 euros”, añade su pareja. 

Al coste de los alquileres, se le añade el hándicap de las facturas a parte. Así lo ve Paco Pérez (26 años), quien, aunque trabaja de administrativo 32 horas semanales, continúa viviendo con su familia. “El problema también son los gastos. Si no son compartidos, pagar un piso, la luz, internet, la comida, etc. es imposible con un salario común. No es fácil independizarse para nada”, atestigua. Gregorio Rodríguez (30 años) y Nazara Hernández (28 años) son dos jóvenes que afrontan estos pagos compartiendo piso. Los dos amigos vieron que era la mejor opción para lograr “medianamente” independizarse y poder permitirse un piso ubicado en el centro de la ciudad, cerca de sus empleos, sin la necesidad de pasar horas en el transporte público o de adquirir un coche, un aspecto que supondría un gasto mayor. 

Parches

Camacho y Pereira reciben actualmente la ayuda del Bono de alquiler joven, gestionada por el Instituto Canario de Vivienda. Aprovecharon la oportunidad de ser beneficiarios de ella, viéndola como una solución a los problemas económicos. No obstante, no todo es un camino de rosas. “El tema de la subvención al alquiler es un poco una bomba de oxígeno que desahoga, pero no deja de ser un parche. Está limitada a dos años. Luego de este tiempo, si no se ha solucionado el tema de la vivienda y el alquiler, volvemos a estar en la misma situación de antes”, desarrolla Camacho. 

Para Hernández, la nueva Ley de Vivienda “promete una serie de medidas que pueden ser el camino si se encuentra con agentes políticos y sociales dispuestos a dejarla desarrollarse”. En cuestión de soluciones, los jóvenes consideran que “las líneas están claras” y “todo está inventado”. “Pero no interesan o no han interesado hasta ahora”, puntualiza la joven que comparte piso. 

Vivienda vacacional, un problema

Todos están de acuerdo en la necesidad de regular los precios de las viviendas. Proponen, además, la implantación de alquileres sociales, promoción de vivienda pública y el fomento de la incorporación al mercado de viviendas vacías. “Desde mi punto de vista, tenemos todo para poder cambiar, e incluso sin necesidad de seguir haciendo edificios nuevos, sino aprovechando todos los inmuebles vacíos, dándoles una segunda oportunidad ofreciéndose como viviendas en alquiler”, propone Pereira. Rodríguez añade la posibilidad de impulsar incentivos para poner en alquiler pisos vacíos o, incluso, “multas para quienes no lo hagan”. 

La vivienda vacacional corresponde a uno de los mayores causantes de la subida de los precios de alquiler para los jóvenes. Por ello, solicitan un control de los pisos turísticos. La solución “deberá ir de la mano de una política turística que respete a nuestra juventud y a quienes vivimos aquí y queremos hacerlo con dignidad”, indica Hernández. Se centran sobre todo en las zonas residenciales céntricas, ya que “hay muchos edificios completos destinados solo al turismo, cuando podrían ser departamentos destinados al alquiler de jóvenes, familias y personas locales”, explica Pereira. 

Estos jóvenes, y consideran que la gran mayoría del archipiélago, solo desean poder acceder a la vivienda de manera decente, no solo en cuestión de alquiler, sino también poder tener la esperanza de adquirir una vivienda en propiedad. “Espero que los partidos políticos no nos olviden, ni miren a otro lado, ni pongan nombres ‘chulos’ en inglés a nuestra precariedad, ni sigan con proyectos que dinamitan nuestras posibilidades de desarrollarnos como adultas”, concluye Hernández. Solo esperan que una vez cumplido lo que se esperaba de ellos (estudios y trabajo estable), se les garantice un futuro alcanzable.