El control del rabo de gato, necesario para cuidar la biodiversidad canaria

Beatriz Fariña, bióloga y voluntaria en la Asociación medioambiental Desaplatánate, cuenta qué efectos tiene esta especie invasora en las Islas y la importancia de controlarla, acción para la que organizan actividades voluntarias

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Primera vez que el voluntariado estuvo en la ladera del Barranco de La Goleta en Bajamar, Día del Medioambiente, en junio de 2017

Le sonará si pasea por los montes o incluso en los bordes de la carretera ver muchas de estas plantas conocidas como rabo de gato, pero puede que no sepa que se trata de una especie invasora y que a pesar de su inocencia, balanceándose con el viento y haciendo cosquillas en las piernas al pasar, esta vegetación provoca un gran daño a los ecosistemas canarios. 

Procedente de África, entró en Canarias en los años 50 y desde entonces se ha expandido por las islas “causando serios problemas porque desplaza a otras especies nativas”. Es por ello, que “esta planta debe ser controlada”, señala Beatriz Fariña, bióloga y voluntaria de la Asociación medioambiental Desaplatánate, que junto a otros grupos se dedican al control de esta planta en el Archipiélago. 

La amenaza de esta especie en las Islas

Su nombre científico es Cenchrus setaceus y está catalogada como especie exótica invasora. Fariña expone que es una planta con gran potencialidad de invasión que se ha adaptado muy bien a los ecosistemas canarios, desde la costa hasta la zona baja del pinar. Asimismo, tiene una dispersión por semilla muy potente - cada rabo de gato puede llegar a producir 10.000 semillas - y soporta condiciones de sequedad, por lo que el cambio climático está fomentando que ocupe mayor territorio frente a la flora nativa, continúa la bióloga. 

Además de suponer una amenaza para las plantas autóctonas, también contribuyen a la dispersión de incendios. Fariña pone de ejemplo un incendio en La Palma en 2012, en el que se extendió el fuego debido a la presencia de esta planta herbácea entre las viviendas, así como el incendio de Maui, en Hawai, donde se comprobó que fue un elemento junto a los vientos huracanados que contribuyó a la propagación del fuego. 

Esta extensión del rabo de gato conlleva a la necesidad de ejercer un control sobre ella y buscar su eliminación, tanto por parte de la población, instituciones públicas o “propietarios de fincas y solares”, manifiesta Fariña, que participa junto a otras personas voluntarias en limpiezas de esta planta cada cierto tiempo en distintas zonas de Tenerife. 

El antes y después de una zona tras hacer la limpieza de control del rabo de gato / MONTAJE AH
El antes y después de una zona tras hacer la limpieza de control del rabo de gato / MONTAJE AH

Acciones de limpieza y control

“Desde hace años en las islas hay colectivos que están dedicándose en su tiempo libre al control de esta especie, sobre todo porque ven la inacción de las administraciones”, indica la bióloga. La Asociación Desaplatánate comenzó en Punta del Hidalgo, en el Barranco del Río, en 2015 y “gracias a la buena asistencia y constancia” consiguieron controlar “una mancha grande de rabo de gato que había en el fondo del barranco”. 

Se centran en el Parque Rural de Anaga y ahora trabajan en el barranco de La Goleta, en Bajamar, donde se encontraron con una gran cantidad de rabo de gato que abarca una hectárea y dificulta la existencia de bosque termófilo con cardones. Para estas limpiezas, organizan actividades de voluntariado, a las que se puede sumar cualquier persona, y en grupo frenar la expansión de la especie invasora. 

Cómo se controla

Pero, ¿cómo se controla esta planta? ¿Vale con arrancarla y ya? Fariña explica que para hacerlo bien se debe primero quitar las semillas de cada ejemplar y meterlas en una bolsa, ya después se arranca la planta “de la manera más eficaz, intentando quitar toda la raíz” y se deja sobre el suelo “para que lo proteja”, así “se aporta materia orgánica y se evita la erosión del suelo”, además de que el voluntariado no tiene la capacidad para sacar ese volumen de material. Para ello, tienen un permiso para trabajar en espacios naturales con esta especie que se va renovando. 

Más allá de este control, la voluntaria apunta que “en todas las especies de flora invasora” tiene que haber constancia, es decir, “no se puede intervenir aisladamente y después no continuar”. Por ejemplo, en el barranco del Río, donde una “madrina” visita la zona para revisar cómo se encuentra la situación de la expansión de la planta tras su eliminación. 

Personas voluntarias de la última limpieza de rabo de gato organizada en el Barranco de la Goleta, Tenerife / MONTAJE AH
Personas voluntarias de la última limpieza de rabo de gato organizada en el Barranco de la Goleta, Tenerife / MONTAJE AH

El papel de las instituciones

Las instituciones, por su parte, no llevan a cabo acciones de este estilo o cuando lo hacen, no lo ejecutan bien, opina Fariña, que tiene una visión crítica ante el papel de las administraciones en este sentido, sobre todo con el Cabildo de Tenerife, al ser la isla en la que reside. 

El Cabildo ha tenido muchísima culpa en la expansión de esta planta” porque, en lugar de hacer la limpieza como especifica antes, “meten la cegadora directamente, con lo cual la semilla se expande más allá del borde de la carretera y ocupando barrancos”. “A las empresas a las que contratan no se les dan directrices de este tipo y lo que se ha hecho es empeorar la situación”, señala. 

Además, cree que no se cumple de manera correcta la obligación que impone la ley de control de especies invasoras, pues han abandonado el tema del rabo de gato para centrarse en otras especies menos extendidas. 

Concienciación 

Es por ello, que Fariña considera importante que las instituciones complementen el trabajo que hace el voluntario a través de educación ambiental, por ejemplo, ya que “la población canaria no está concienciada con el tema de las especies exóticas invasoras” e incluso “todavía hay gente que no sabe que el rabo de gato es una plaga que se está llevando por delante los ecosistemas canarios”, así como personas que no la distinguen o quienes piensan que “no se puede hacer nada y ya no se puede controlar”. 

A pesar de ello, continúan organizando “rabogatadas” a las que se apuntan diversas personas “con sensibilidad ambiental”. “Es sorprendente que a veces hay gente que no conoce bien el problema, se entera por redes sociales y acude”, cuenta la bióloga y voluntaria. En las actividades de voluntariado hacen esa labor de educación ambiental para explicar “cuál es el peligro real de esta planta y cómo está avanzando cada vez más”.

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