Las cuatro fases en las relaciones de violencia de género: de la luna de miel al estallido

La violencia de género sigue siendo uno de los grandes problemas de la sociedad. Desde el año 2003 han sido asesinadas 1.171 mujeres a manos de sus parejas o exparejas

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Imagen de una manifestación contra la violencia machista. / Jesús Hellín Europa Press
Imagen de una manifestación contra la violencia machista. / Jesús Hellín Europa Press

La violencia de género es una de las peores lacras que sigue arrastrando la sociedad. Cada año cerramos el calendario dejando atrás cientos de mujeres que lucharon en silencio en una batalla que utiliza el odio como arma. En el primer trimestre de este 2022 se interpusieron 4.531 denuncias por violencia de género en Canarias, pero también hay muchas mujeres que no contemplan esa opción como una vía de escape para salvaguardar sus vidas. Desde el año 2003, un total de 1171 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas

En algunos casos, huir es la mejor solución para sobrevivir, pero en otros la decisión llega demasiado tarde. Hoy, Día  Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, contaremos dos historias: la de Briana (pseudónimo), una superviviente a la violencia de género que consiguió escapar de su agresor, y la de Yurena López, contada a través de su madre Lidia Esther Henríquez, una persona luchadora que pone el foco en las carencias de un sistema que deja sin protección a las mujeres maltratadas. Además, Carolina Jímenez, psicóloga especializada en violencia de género que colabora con Médicos del Mundo, complementa desde un punto de vista psicológico cuáles son las etapas a las que se enfrenta una relación de abuso entre la víctima y el agresor.

Cartel del servicio de atención a víctimas de violencia de género. / Gobierno de Canarias
Cartel del servicio de atención a víctimas de violencia de género. / Gobierno de Canarias

La luna de miel 

Es la primera fase que se detecta en las relaciones de violencia de género. Es esa sensación efímera que tienen muchas mujeres maltratadas de vivir en una luna de miel constante donde puedes ver la cara más amable del hombre y donde entran en juego varias técnicas de manipulación para mantener a la víctima enganchada a las subidas y bajadas emocionales de la relación. Según Carolina Jiménez, "esta etapa puede durar días, semanas o inclusos meses". 

"Al principio era muy educado y atento", define Briana a su expareja, el hombre con el que convivió durante ocho años en los que protagonizó una relación que pronto se tornó en violencia. Para ella al principio hacían "una pareja perfecta". Incluso al entorno más cercano de Briana se le pasó por alto las alertas de que algo no iba bien. "Él era simpático con todo el mundo, pero después yo vivía un infierno en casa".

Lidia también recuerda perfectamente el momento en el que su hija Yurena le presentó al que era su pareja en 2017, Ayoze Gil. "Él llegó como si fuera un ángel", relata la madre de la víctima. Pero el instinto maternal la avisó de que algo en aquella relación que parecía idílica a los ojos de cualquiera no era real. "Cuando me lo presentó había algo que no me gustaba" confiesa Lidia. 

Rechazo a violencia de genero.
Rechazo a violencia de genero.

Acumulación de tensión

Carolina Jiménez sitúa en esta segunda etapa de acumulación de tensión la llegada de los primeros problemas. "Hay pequeños conflictos y cuesta negociar porque hay distintas posturas en la pareja. Se producen situaciones en las que el agresor puede intentar manipular a la mujer y la mujer se está dando cuenta". 

Después de la luna de miel que para Briana duró dos años, su relación con el agresor comenzó a tambalearse. "Al principio no entendía lo que estaba ocurriendo. Al principio no era violento, pero al tiempo empezó a machacarme diciéndome que yo me creía superior, más buena y más guapa". "Teníamos discusiones sin ningún sentido, él siempre estaba de mal humor. Mis hijos me decían que me veían muy apagada" relata Briana. "Se sabía todas mis contraseñas y me las cambió todas. Tenía acceso a todos los sitios, me controlaba totalmente: mi documentación, cosas relacionadas con mi trabajo... todo", dice. 

Según la psicóloga experta en violencia de género, esta es una etapa en la que se incrementa el control sobre la víctima en diversos ámbitos de su vida. "Suelen controlar las redes o el tiempo que pasan con el móvil", explica.

Lidia también reconoce esta etapa en la relación que sufrió su hija durante un año y medio. "La controlaba bastante", recuerda. "Un día Yurena me trajo su móvil, que estaba mordido porque él se lo había metido en la boca para que ella no lo utilizara más porque le controlaba el móvil", relata. 

Manifestación durante el caso 'Anna y Olivia'. / Archivo
Manifestación durante el caso 'Anna y Olivia'. / Archivo

Fase de estallido 

La tensión acumulada en la fase anterior se va condensando poco a poco como si de una olla a presión se tratase, por lo que acaba explotando. "Se produce un ataque violento. Pueden ser insultos, vejaciones, ridiculizar a la mujer, decirle que su familia no le quiere o incluso que nadie la va a querer si él no forma parte de su vida", explica la psicóloga. "O directamente llega la violencia física. Un empujón, cogerla del brazo, zarandearla, ponerla contra la pared, lanzarle objetos...", detalla Jiménez. 

La relación de Briana era intermitente, y en una de esas idas y venidas por intentar salir del bucle tóxico recuerda una de las discusiones más fuertes que tuvo con su expareja. "Yo entonces vivía con mi hermano, que tiene discapacidad intelectual, y estaba discutiendo con mi pareja. Mi hermano se levantó de repente y le dijo: 'No toques a mi hermana, no le grites'. En ese momento pensé:¿qué tipo de persona es si una persona con discapacidad se está dando cuenta de su comportamiento?", confiesa Briana. "Él no me tocaba, pero me amenazaba verbalmente y me decía: 'Si yo te toco, de ti no queda nada'". El estallido de la expareja de Briana llegó cuando todas esas amenazas y esa violencia psicológica que ejerció durante años se materializó en cuestión de segundos. "Me pegó en el coche. Me dio un puñetazo en la cara y me partió el labio. A partir de ahí yo decía: se acabó, no ha sido sin querer". 

Lidia recuerda notar cambios físicos en su hija. "Yurena aparecía a veces con algún moretón". "Mi hija Vanesa y yo no fuimos capaces de ver esas señales que nos estaba dando". "El novio de Yurena poco a poco consiguió apartarla de todo su entorno, de sus amistades", narra. "Cuando él se enfadaba, maltrataba a sus perros (los de Yurena)". La violencia vicaria que ejercía contra la joven de 23 años por medio de sus dos presa canarios era un maltrato recurrente para mantenerla sometida. 

Carolina Jiménez sitúa en este momento un cambio radical en la personalidad de los agresores. "Cuando se produce esta fase la mujer conecta con un estado de amenaza, y piensa: 'Necesito irme y romper la relación'. Entonces ahí lo que hace el agresor es que en vez de colocarse en una situación de superioridad, se va a colocar de repente muy por debajo de la mujer. Se va a victimizar, va a utilizar estrategias de manipulación o va a hacerle creer a la mujer que ella es la culpable". 

Yurena también vivió esta etapa con su maltratador cuando dejaba ver sus intenciones de rehacer su vida lejos. "Él la amenazaba con que se iba a matar y le decía que qué iba a hacer sin ella", relata su madre. 

Nos queremos vivas, imagen sobre el 25N día contra la violencia de género. / La Moncloa
Imagen contra la Violencia de Género. / La Moncloa

Reconciliación

Como dice el refrán, después de la tormenta viene la calma. La manipulación de los agresores cambia todo el sentido de las discusiones. Vuelven a mostrar su cara más amable, aunque no la más real. "En esta fase el agresor le promete a la víctima que va a cambiar, que es así porque ha tenido una infancia dura o difícil. Excusas para no perder la relación, puede ser, y es lo más probable cuando hay dependencia emocional. Que la mujer diga: 'Voy a perdonarlo'. Y ahí es cuando empieza el perdón y comienza otra vez el ciclo", dice Jiménez.

Briana llegó a denunciar a su maltratador hasta en dos ocasiones. "Le puse la denuncia, pero cuando llegó el día del juicio la retiré porque me dio pena verle así. Este tipo de personas actúa de este modo. Al principio te machacan y luego te piden perdón", reconoce la propia víctima de violencia de género. Una de las veces que consiguió romper el contacto con su expareja, Briana recuerda que empleaba diferentes técnicas de manipulación para volver. "Se había ido varios meses y cuando se murió su ex volvió y me llamó. Me dio pena y le di otra oportunidad, pero a estas personas no hay que darles la oportunidad", confiesa. "Yo siempre buscaba una excusa de por qué se comportaba así. Como él era antiguo militar pensaba que era por eso, pensaba que a lo mejor le había afectado", relata Briana, que era consciente de la relación de abusos que sufría. "No te imaginas la cantidad de veces que yo entraba en el baño, me miraba en el espejo con los ojos llenos de lágrimas y me decía: 'Es la última vez que te habla así, no lo puedes permitir más'". 

Yurena, cansada de las discusiones y de los malos tratos recibidos por su pareja, decidiço en 2017 cortar la relación con él. Para entonces había llamado a su madre, Lidia, para contarle que todo se había acabado y que sorprendentemente, su expareja se lo había tomado bien. "El jueves por la noche me llamó muy feliz porque él ya había entrado en razón y le iba a ayudar a hacer la mudanza. Me dijo que el viernes por la tarde la esperase, que ya venía a casa". Sin embargo, el ciclo del abuso para Yurena tras un año y medio de relación con su agresor no volvió a comenzar, porque antes de que madre e hija pudieran reencontrarse, Ayoze Gil, su expareja, la asesinó en su habitación. "Ni fallecida, ni muerta. Asesinada. Esa es la palabra, asesinada", reclama Lidia, que ahora da voz y soporte a muchas mujeres que han vivido su misma situación o la de su hija Yurena. 

Imagen #VamosAContarlo . / Gobierno de Canarias
Imagen #VamosAContarlo . / Gobierno de Canarias

Las carencias del sistema 

Uno de las reclamaciones de Lidia es la falta de protección que sufren las mujeres maltratadas cuando deciden denunciar. "Esa mujer se queda encerrada, tiene niños que tiene que llevar al colegio, tiene que salir a trabajar, pero tiene que estar encerrada porque el asesino puede estar rondando alrededor de ella. El policía va a la casa a asegurarse de que está bien, pero el asesino sale del calabozo", subraya la madre de Yurena. 

Lidia denuncia que el asesinato de Yurena se ha visto reflejado en otras mujeres que han tenido el mismo destino. "Yurena fue un objeto en manos de su maltratador, fue un objeto en mano de las instituciones porque no dan seguridad ninguna, y tal y como están las cosas no animo a ninguna mujer a que denuncie antes de huir". Además, critica a las asociaciones que piden una denuncia antes de actuar. "Llévate a esa mujer, llévate a esos animales, a esos niños, ayúdalos, dales refugio, dale una tranquilidad, dale unos días de respiro y cuando denuncie sigue ayudándola a progresar, a que tengan psicólogos, a que se sientan protegidas", incide Lidia, que cree que las mujeres deberían denunciar "cuando le ponen una pulsera de localización al maltratador y lo hacen ir a firmar dos veces por la mañana y por la tarde a los juzgados". "Ahí sí debería de denunciar la mujer, pero antes no, porque te va a matar igual o peor", concluye tajante.

Carolina Jiménez coincide con esta postura. "Siempre no es adecuado denunciar porque hay que valorar el nivel de peligrosidad del agresor. Si se denuncia en una situación en la que la mujer no está protegida o no está en un recurso donde el agresor no puede acceder fácilmente, puede ser un riesgo para la mujer. Siempre hay que valorar cada caso y el nivel de peligrosidad del agresor para saber si es el momento de denunciar o el momento de salir. Los profesionales que trabajamos con las mujeres víctimas de violencia de género siempre preparamos a la mujer para saber cuándo es el mejor momento para dejar la relación", explica.

Manifestación contra la violencia machista. / EFE
Manifestación contra la violencia machista. / EFE

Del amor al odio 

Briana y Yurena tienen puntos en común en sus historias. Ambas son mujeres luchadoras, maltratadas y anuladas como personas, pero lo que más se asemeja en sus vivencias es la figura de un agresor que las arrastró poco a poco al vacío. "En cuanto a si existe o no un perfil de víctima, se dice que no, porque cualquier mujer puede ser víctimas de violencia machista. Sin embargo, en los hombres se habla de hombres que a nivel emocional son inmaduros, que no controlan sus emociones, que pueden tener rasgos narcisistas o psicopáticos, como el típico sociópata que en la calle se relaciona, que se adapta socialmente y a nivel laboral y familiar, pero luego de puertas para adentro es otra persona", define la psicóloga Carolina Jiménez.

Briana convivió con su maltratador ocho años. La relación comenzó cuando ella tenía 42 años y pudo poner fin cuando tenía 50. Puso dos denuncias, la primera retirada por la propia dependencia emocional que sentía hacia su maltratador y la segunda no dio sus frutos porque tal y como ella misma cuenta, no la creyeron. Briana vendió su casa, luego huyó, se cambió el nombre, cambió sus datos de contacto, su teléfono, sus cuentas, cambió de provincia en varias ocasiones, lo dejó todo y se mudó. Briana eligió vivir, pero para eso tuvo que pasar por encima de las instituciones que no la creyeron, por las ayudas que no recibió, dejarlo todo, quedarse sin nada y empezar de cero junto a su hermano. Briana sobrevivió a su agresor, que sigue en libertad.

Yurena tenía 23 años cuando Ayoze Gil planeó su asesinato y acabó con su vida. Ella quiso huir de su asesino con sus dos perros a cuestas, como dice su madre "sus paños de lágrimas" a los que también el agresor maltrataba. Yurena tuvo miedo de denunciar cuando nadie se percataba de lo que escondía los moratones que aparecían de repente en su cuerpo. Ahora tiene una madre que lucha por conseguir más derechos para las mujeres víctimas de violencia de género, que alza la voz por encima de las injusticias y a la que no le tiembla el pulso al señalar las deficiencias de un sistema que sigue sin estar a la altura de las necesidades de las mujeres que sufren día tras día la violencia de género. Yurena es una de las 1.171 mujeres que han sido asesinadas. Yurena es una de esas caras, una de esas voces y una de esas vidas que se han quedado por el camino. 

Por Yurena, Briana y por todas las mujeres que han sufrido y que sufren violencia de género hay algo que las protagonistas de esta historia quieren decirte: 

De parte de Briana: "No tengas miedo. Si no te quitas el miedo, no vas a poder sobrevivir. La vida siempre tiene solución, la muerte no".

De parte de Lidia: "Coge todo lo que puedas, tus hijos o tus mascotas y huye. Refúgiate en tu familia y cuando estés en un lugar seguro, denuncia". 

De parte de Carolina: "A pesar de que va a ser difícil romper todos esos lazos que te unen con el agresor, se puede con ayuda. Tienes derecho a vivir una relación libre de violencia y aunque te hayas acostumbrado a eso porque llevas mucho tiempo sintiéndote mal, irás aprendiendo que hay relaciones en las que puedes estar en una relación de buenos tratos, tratándote bien a ti misma".