Desmontando el programa de acogida en Canarias: familias sin respuestas y menores sin respaldo

Numerosas familias canarias de acogida aseguran que el programa está obsoleto y que necesitan ser escuchados para proponer nuevas mejoras en el sistema

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Imagen de una familia./ Unplash
Imagen de una familia./ Unplash

Jaimy, Carlitos, Seidou y Daouda son algunos de los protagonistas que dan color a las historias que cuentan Juani Vega, Germán Montesdeoca, Marisa Febles y Mayka Muñiz. Estas cuatro familias son una pequeña representación de los hogares de acogida que hay en Canarias. Son cuatro familias que llevan años abriendo sus puertas a los más pequeños que necesitan, a veces durante unos meses y otras veces incluso años, cariño, afecto, comprensión, amor y el calor de un hogar. Ellos y sus parejas son y serán los recuerdos de niños y niñas que han vivido historias desgarradoras, algunas de superación y otras repletas de infortunios y también son las personas que han enseñado a muchos menores el significado y el sentido de la palabra familia. 

En el relato de todos y todas ellas hay un punto en común, la sensación de abandono por parte de un programa que no respeta los tiempos, no escucha a las familias y que olvida los nombres de los menores para tratarlos como meros expedientes. 

¿Dónde están los plazos? 

Existen tres tipos de acogimiento; el urgente, cuando hay un bebé en situación de desamparo y debe durar como máximo seis meses; el temporal, que se produce cuando la familia del menor tiene posibilidades de recuperar a su hijo, normalmente los padres sufren problemas de drogodependencia y en el periodo de rehabilitación el menor se queda dos años que pueden ser prorroglables en una familia de acogida mientras mantiene el contacto con su familia biológica. Por último, el acogimiento permanente, que se da cuando a los menores no se les adopta por diversos motivos o bien los padres no se rehabilitan o no están presentes, por lo que permanecen un periodo de tiempo superior a los dos años con familias de acogida, en este caso el menor puede llegar a cumplir los 18 años con la familia de acogida. 

Según las propias familias de acogida los plazos no se cumplen y lo que puede comenzar siendo una acogida de urgencia con un periodo máximo de seis meses se puede llegar a convertir en una acogida prolongada en el tiempo. 

El problema de que los tiempos de acogida se alarguen es, entre otros, el apego que se produce entre la familia de acogida y el menor que se puede sentir nuevamente abandonado. "He tenido varios niños de acogida", explica Juani, "pero nunca se cumplen los plazos y se hacen largos y dolorosos. Yo tuve un caso de una niña que vino con 18 meses y estuvo hasta los cinco años. En ese momento ella me lloraba y me decía que por favor no la dejase, que ella se iba a portar bien y yo sentí que esa niña se volvía a sentir abandonada por segunda vez", recuerda con tristeza. Ahora, ella y su marido acogen a Carlitos en Gran Canaria, un bebé que entró en su casa con tan solo seis días de vida y que pronto cumplirá los ocho meses. "Ahora me pongo a pensar en que Carlitos se va a ir, aunque no me deje dormir por las noches y la verdad es que solo de pensarlo se me llenan los ojos de lágrimas. Él tendría que estar ya en una familia definitiva y ya me dice mamá a mí y papá a mi marido. Si el niño se queda conmigo hasta que tenga un año el cambio le va a afectar", explica Juani Vega. 

Marisa también tiene en su casa a un pequeño guerrero. Él se llama Daouda, aunque su familia de acogida le llama 'Dau' de manera cariñosa. Mientras Marisa habla de su experiencia, el pequeño hace travesuras al otro lado del teléfono, en la isla de El Hierro. "Yo me puse en acogida urgente pero después siempre estás más tiempo", explica. "Estamos en esto y ya sabemos lo que hay, pero si es más ligero el proceso, mejor porque ambas partes se benefician. El niño por tener a sus padres definitivos y nosotros porque los cuidamos y luego se van a una familia y es duro porque hay apego", dice Marisa, aunque también insiste en que en El Hierro el programa funciona mejor que en el resto de islas. 

En las otras islas menores, cuenta Mayka, el programa es igual de carente. "Las islas menores estamos en pañales no, lo siguiente. Yo llevo 12 años siendo familia de acogida y aquí no han adelantado nada, esto cada día esta peor", denuncia. "No hacen una sede aquí en Lanzarote, no se mueven, no hacen nada. Es una querella constante" asegura Mayka que ha acogido a doce menores desde que comenzó en el programa en Canarias. 

Familia de Marisa con Daouda./ Cedida
Familia de Marisa con Daouda./ Cedida

Si te he visto, ni me acuerdo 

Hay quién pueda pensar que ser familia de acogida es un negocio. Las familias pueden recibir por un menor hasta 20 euros en el caso del primero y 25 euros si es menor de seis meses. Sin embargo, en el caso de las residencias, la compensación económica que reciben por albergar a los menores es de 120 euros por menor, una cantidad que en un mes con 30 días significa 3.600 euros mensuales para un centro. Además de esos 20 euros que reciben las familias por los niños y niñas de acogida, en el programa se establece que contarán con asesoramiento y apoyo técnico a las familias acogentes durante el proceso de acogimiento, incluso en la despedida, mediación familiar, servicio telefónico de atención personal, asesoramiento las 24 horas del día los 365 días del año y todo eso se resume, según las propias familias, en papel mojado. 

Juani asegura que no hay personal suficiente. "Estos niños tienen que tener un seguimiento. Cuando el programa funcionaba cada semana o cada 15 días venía una trabajadora social, una educadora a ver cómo estaba el niño. Ahora, Carlitos lleva siete meses en casa y vinieron una vez y ninguna más". Mandar a un menor a una residencia es seis veces más caro que una familia. "Si lo hiciéramos por el dinero evidentemente no lo haríamos", recalca Juani. "Ha bajado mucho el número de familias de acogida porque con la crisis es insostenible. Aunque no me dieran nada, yo me haría cargo del niño, pero no nos parece justo es que haya centros que reciben 120 euros diarios por niño".

Mayka sintetiza el problema y asegura que ahora mismo "el programa es un desastre en toda regla y los grandes perjudicados son los niños". Muchas familias comienzan a valorar alejarse del programa por la baja reciprocidad que reciben de los técnicos, educadores, trabajadores y los integrantes de un sistema que se aleja cada vez más de la perfección. "Estamos aguantando pero ya yo me hubiera ido hace mucho tiempo. Si aguantamos es por los niños pero para ellos son expedientes", critica Mayka, una de las veteranas del programa de acogida en Canarias. 

Familia de Germán y Diego con Kevin y Seidou./ Cedida
Familia de Germán y Diego con Kevin y Seidou./ Cedida

Falta de transparencia 

La crisis migratoria en la ruta canaria derivó en la llegada masiva de personas migrantes que buscaban un futuro mejor para ellos y sus familias. Y en esa llegada y lucha por la esperanza muchos menores perdieron por el camino a sus familiares. 

Seidou y Daouda son dos menores no acompañados que han ido a parar con Germán que lleva un año y medio en el programa y con Marisa, con algo más de recorrido. Cuando pasan dos años desde la entrada de los menores que llegan en pateras a la familia de acogida, pasan a acogida permanente con la posibilidad de que en algún momento un familiar biológico pueda encontrarlos y adoptarlos. Sin embargo, en ese escenario, los niños podrían estar hasta los 18 años de acogida. 

"Cuando se superaron los dos años de que Dau estuviera con nosotros me ofrecieron si quería pasar a permanente en un contrato. Evidentemente después de dos años con lo que lo queremos, ¿cómo vamos a decir que no?", dice ilusionada Marisa. Y en su familia no es la única que vive feliz la presencia del menor. "Mi hija se implica un montón también. Dau tiene cuatro años y el uno de abril cumple cinco así que le vamos a celebrar un cumpleaños. Mi hija está pendiente para venir desde Tenerife hasta El Hierro a final de mes para estar aquí en el cumpleaños", dice orgullosa. 

Germán y Diego son dos padres de acogida que tpasaron primero por las listas de adopción hace ocho años cuando llegó Kevin a sus vidas, y hace un año Seidou. "Llegó un menor no acompañado en una patera en septiembre de 2021", recuerda Germán, "estuvo en un centro de acogida y en diciembre nos lo trajimos a casa. Tiene seis añitos y llegó con cinco con una historia detrás muy fuerte", dice Germán que tiene junto a su pareja la tutela del menor.  "La experiencia está siendo un poco dura", confiesa, "pero él es un campeón". "Nos ha costado que asimile las normas y hay que entender que viene de un mundo diferente. Hay días que es duro, cuando llegó hacía pis en el suelo todos los días, pero luego nos explicó que no tenía baño". Entre las anécdotas de los más pequeños, las familias de acogida de menores no acompañados reconocen una carencia diferente al resto de casos. 

"En el caso de las familias con niños indocumentados tenemos un problema, nosotros estamos limitados como familia porque no podemos viajar al extranjero". "Ahora mismo hay un vacio legal que no te cuentan cuando firmas un contrato de corresponsabilidad por las dos partes", denuncia Germán. 

"La otra parte es que Seidou tiene un certificado de empadronamiento con nosotros. Sin embargo, cada vez que viajamos no tenemos su certificado de residencia y no se le aplica el descuento de residentes. Es incoherente, por parte de Menores no se han sentado con los ayuntamientos para unificar un criterio, es superinjusto", reconoce el acogente. 

Imagen de la familia de Juani y Jaimy./ Cedida
Imagen de la familia de Juani y Jaimy./ Cedida

Un rayo de luz en la oscuridad

A veces las historias bonitas salen de los libros y de la ficción, pero otras, solo necesitamos mirar un poco más lejos de nuestro círculo para destapar un nuevo mundo. 

Juani y su familia fue la primera en acoger a una niña con discapacidad. Ella se llama Jaimy y llegó con tan solo cinco meses. La pequeña, que tiene síndrome de down, pasó a las listas de adopción tras dos años en acogida y tras la lucha constante de Juani,  "dejaron que la adoptara yo y hace cinco años que tiene mis apellidos. Es mi hija", recuerda con emoción Juani. 

"Llegó un momento en el que al tener discapacidad no había opciones de que saliera en adopción y como un caso muy particular me dejaron que la adoptara". A pesar de que el acogimiento no es un camino hacia la adopción, existen las excepciones. "Como tenía características especiales nadie quería adoptar a una niña con síndrome de down y entonces yo dije, 'si nadie la quiere adoptar y yo la quiero adoptar, ¿por qué no se puede hacer?'", explica Juani, que unos años más tarde le puso los apellidos a Jaimy, su hija pequeña de 13 años. 

La ilusión  de acoger 

Con los pros y los contras sobre la mesa las familias han querido dejar un mensaje a las familias que se replanteen acoger a menores.

Juani Vega: "Yo de corazón le aconsejaría que sí, que fueran familia de acogida. Tengo recuerdos muy bonitos de todos, tengo fotos de todos, me acuerdo de nombre, apellido y fecha de nacimiento de todos. Es una satisfacción muy bonita menos la parte de la despedida, que es muy dura"

Germán Montesdeoca: "Todo el mundo piensa '¿cómo voy a ser familia de acogida si después se lo llevan? Pero bienvenida sea esa vida que les das. Y si sus padres se recuperan o si se va con una familia de adopción pues bienvenido sea el tiempo que le has acompañado en su vida".

Marisa Febles: "Mucha gente no quiere ayudar porque dicen que después van a sufrir, pero yo les digo que la ayuda no es pensando en uno mismo, es pensando en ellos, en los niños. Todo conlleva una consecuencia, en este caso es que los quieres tanto que cuando se van, es duro. Somos los adultos los que ponemos los peros y los problemas". 

Mayka Muñiz: Los niños y niñas lo necesitan. Lo sigo recomendando pero siempre precaviendo y diciendo la realidad. Pero una cosa compensa la otra.