Recuerdo lo que nos impactó aquella noticia. Fue un fin de semana. Un joven canario había quemado a una chica en la zona de Sardina de Gáldar después de una noche de fiesta. Discutieron y la quemó. La joven llegó a Urgencias del Negrín y lo único que pedía era un polo de hielo. Creo que falleció a las pocas horas. La noticia de la menor quemada en La Isleta hace unos días me llevó a aquel suceso impactante, que nos dejó a todos aliquebrados, como mismo nos ha dejado la noticia de la joven de solo 17 años quemada por un inmigrante marroquí. La conmoción es la misma, y la conclusión también: estamos fracasando como sociedad y como garantes de la protección de menores.
También fracasamos hace mucho tiempo en seguridad, en la necesidad de que los ciudadanos se sientan protegidos por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y para ello han de convocar más plazas y se ha de facilitar el trabajo a quienes velan para que podamos seguir saliendo a la calle sin miedo. No estamos haciendo nada bien. Y lo peor es la tentación del racismo, lo de condenar a todos los marroquíes y a todos los inmigrantes por lo que hacen algunos de ellos. Y no somos capaces de ver que detrás de todo esto también está la insolidaridad de España y de Europa, que no quieren ponerse de acuerdo, ni siquiera con sentencias judiciales, para hacer frente entre todos a algo que no se va a detener y que irá cada día a más. Están dejando a Canarias al borde de una crisis social gravísima y las consecuencias pueden ser cada día más peligrosas y nefastas.
Abismo
Y luego está la connivencia de los países que dejan actuar a las mafias que embarcan a miles de personas con un gran riesgo para sus vidas. Pero sucede lo mismo cuando miras hacia Gaza o hacia Ucrania, o hacia las mujeres de La India a las que rocían con ácido cada dos por tres. Este mundo camina hacia el caos y el abismo. Solo cerramos acuerdos para comprar armas, para amnistías interesadas o para pagarle dinerales a algunos jugadores de fútbol que luego se creen semidioses y que, al final, no dejan de ser unos chiquilicuatros contribuyendo todavía más al machismo y a la prepotencia del nuevo rico sin valores.
Lo que sucedió en La Isleta te deja esa sensación de fracaso, porque esa menor podía ser nuestra hija, nuestra sobrina o nuestra vecina. En la mayoría de los casos, esas jóvenes proceden de familias desestructuradas, con nulo acceso a la educación o a los valores, y sin un solo abrazo, sin nadie que las haya querido y las haya arropado para ayudarlas a transitar por el difícil camino de la existencia. No conozco su historia, pero sí otras parecidas por amigos que trabajan con menores tutelados.
Estado de Derecho
Lo que sí conocemos son las persecuciones de unos seres humanos a otros seres humanos por el color de su piel, su nacionalidad o sus creencias religiosas. Recordemos la novela Matar a un ruiseñor de Harper Lee, con el papel protagonista de Gregory Peck en su versión cinematográfica, o las venganzas de jaurías jaleadas por los caínes de siempre aprovechando las heridas abiertas, como ha sucedido estos días en Torre Pacheco. Pero sí es cierto que Gran Canaria vive ahora mismo un grave problema de seguridad, que cada día nos despertamos con noticias que no encontrábamos antes en la redacción de Sucesos, o por lo menos no con esta reiteración. Y esa dejación de la seguridad es lo que hace que los que delinquen campen a sus anchas y rompan la armonía de quienes quieren vivir en paz, trabajar y tratar de ser felices, sean de donde sean y procedan de donde procedan.
A los otros, a los que quiebran la convivencia hay que recordarles todo el tiempo que en un Estado de Derecho hay leyes y medidas correctivas y judiciales que se aplican para que se mantenga la paz social. Lo de la inmigración es un grandísimo problema para un territorio limitado, y si nos dejan a la deriva sí es verdad que no pinta bien el futuro de Canarias por mucho tópico, mucho sol y mucho jardín sideral siempre en flor que nos canten los que no conocen nuestros problemas reales.
