Los canarios han cargado con numerosos estereotipos a lo largo de la historia. Por ejemplo, su acento, marcado por la influencia de distintas culturas, siempre ha despertado curiosidad —y críticas poco afortunadas—. No son pocas las veces que en redes sociales han surgido comentarios sobre la forma de hablar en Canarias, algo que los isleños han tenido que defender y reivindicar siempre con orgullo.
Este dialecto singular es fruto del mestizaje: las raíces guanches, la fuerte conexión con América Latina y las migraciones entre Canarias y otros territorios han dado lugar a un modo de hablar que destaca por su musicalidad y calidez. Sin embargo, no hablaremos hoy ni del idioma ni de otros prejuicios injustos porque existe una fama mucho menos conocida que sorprende a quienes la descubren.
Fama inesperada
Lejos de cualquier cliché negativo, los canarios fueron reconocidos internacionalmente por una habilidad muy particular: su destreza en el agua. Ya en el siglo XVI se ganaron la fama de ser excelentes nadadores, rápidos y resistentes, capaces de aclimatarse mejor que cualquier otro grupo de españoles. Esta habilidad los convirtió en piezas clave para las expediciones coloniales rumbo a América.
Pedro Arias de Ávila, gobernador del Reino de Castilla del Oro de Tierra Firme, fue uno de los primeros en aprovechar ese talento. En sus viajes desde Canarias a América, reclutó isleños para trabajar en la pesca de perlas, convencido de que su capacidad para adaptarse rápidamente a las duras condiciones tropicales los hacía indispensables.
Expediciones históricas
En 1514, se documenta cómo los canarios fueron valorados como un recurso humano estratégico. Canarias, último puerto antes del salto transatlántico, servía como base para abastecer los barcos con alimentos, animales y también personal. Así, en la primera expedición, medio centenar de canarios de La Gomera fueron enviados a América.
Años más tarde, en 1520, López de Sosa se hizo cargo del relevo en el gobierno de Tierra Firme bajo la condición de incluir aún más canarios en la tripulación. Muchos de ellos, además, aprovecharon el viaje como oportunidad para escapar de la justicia, iniciando así una de las primeras grandes olas de emigración canaria.
Canarios olímpicos
La tradición acuática no terminó en esas expediciones. La historia deportiva de Canarias también ha destacado por sus nadadores olímpicos, quienes han llevado la bandera del archipiélago a lo más alto. Entre ellos figuran:
- Manuel Guerra, Jesús Domínguez y Francisco Calamita en Londres 1948.
- Rita Pulido, Jesús Cabrera y Nazario Padrón en Tokio 1964.
- Frederick Hviid, Rafael Álvarez y Paola Tirados en Sydney 2000.
- Thaïs Henríquez y Jennifer Benítez en Pekín 2008.
Y la lista continúa, demostrando que la relación de los canarios con el agua sigue tan viva como hace siglos. Hoy en día, pocas personas conocen esta faceta histórica de los canarios. Sin embargo, su relación con el mar ha marcado profundamente la identidad del archipiélago, no solo en el ámbito deportivo, sino también en la cultura, la gastronomía y la vida cotidiana. Un legado que sigue vivo y que forma parte del orgullo isleño.