Imagen de la panza de burro, fenómeno meteorológico, sobre Las Palmas de Gran Canaria / LPA VISIT
Imagen de la panza de burro, fenómeno meteorológico, sobre Las Palmas de Gran Canaria / LPA VISIT

Ni calima ni tormenta: el fenómeno meteorológico que solo pasa en Canarias y no entienden en España

Este fenómeno meteorológico es tan común que forma parte del imaginario local y cada verano cubre algunas zonas del norte de Canarias

Irene Cartaya

Mientras en buena parte del país el verano se vive entre abanicos, ventiladores y temperaturas extremas, en ciertos puntos del norte de Canarias se pasea con una rebequita en pleno mes de julio. Allí, el cielo permanece encapotado durante semanas, el sol se deja ver con cuentagotas y los termómetros rara vez suben de los 25 grados.

Lo curioso es que no se trata de un temporal ni de una anomalía estacional. Es un fenómeno totalmente habitual, predecible y, sobre todo, deseado por quienes lo conocen. Hablamos de la panza de burro, esa gran sombrilla de nubes que cubre durante todo el verano las ciudades del norte insular.

Nubes que no se van

En la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, el fenómeno es tan común que forma parte del imaginario local. Cada verano, las nubes bajas traídas por los alisios se acumulan en la costa norte, dejando cielos grises, humedad alta y temperaturas suaves que rondan los 23 °C.

Apenas unos kilómetros al sur, en la misma isla, los termómetros marcan más de 32 °C y el sol brilla sin descanso. La explicación está en la geografía: las montañas centrales actúan como barrera natural, reteniendo la humedad en la cara norte e impidiendo que avance hacia el interior.

Cómo se forma

La panza de burro tiene su origen en un anticiclón estacional que se mantiene estable en el norte del Atlántico durante los meses de verano. Este anticiclón mantiene activos y constantes los vientos alisios, que soplan desde el noreste con regularidad diaria.

Cuando estos vientos húmedos chocan con la orografía canaria, especialmente en islas montañosas como Gran Canaria, Tenerife o La Palma, se ven obligados a ascender. Este ascenso enfría el aire y provoca la formación de nubes bajas tipo estratocúmulo, que permanecen fijas sobre la costa norte.

Diseño sin título 2025 07 17T114058.673
La panza de burro desde el espacio / NASA

Un contraste radical

Lo asombroso de este fenómeno es el brusco contraste climático que puede experimentarse en apenas media hora de trayecto. Desde Las Palmas, con su cielo encapotado y brisa fresca, basta con recorrer 30 kilómetros hacia el sur para encontrar sol radiante y temperaturas por encima de los 30 grados.

“Podemos quitarnos la chaqueta simplemente pasando unos kilómetros más al sur”, comenta una vecina de la ciudad en los informativos Cuatro, acostumbrada a vivir estos veranos.

Un reclamo turístico

Lo que para algunos podría parecer una desventaja —verano sin sol— se ha convertido en un atractivo turístico para quienes huyen del calor extremo. Desde el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ya se promociona abiertamente el concepto de “verano sin calor”, especialmente para visitantes que no soportan los 40 grados de la Península.

“Para nosotros es una suerte, una protección y una ventaja”, resume Pedro Quevedo, concejal de Turismo, también en Cuatro. En una época de olas de calor recurrentes, el fresco del norte grancanario se ha transformado en valor diferencial y reclamo estratégico.

Un fenómeno que termina

Eso sí, la panza de burro tiene fecha de caducidad. Con la llegada de septiembre, el anticiclón comienza a debilitarse y los alisios pierden fuerza, permitiendo que el sol regrese a los cielos del norte. Las temperaturas suben y la ciudad recupera una climatología más homogénea.

Pero durante los meses centrales del verano, este fenómeno sigue siendo una singularidad climática que pocos entienden fuera del archipiélago, y que quienes la viven no cambiarían por nada.