¿Te suena Kartana? ¿Y Tasarte? Podría ser el nombre de un Pokémon recién salido de un videojuego o un topónimo perdido en las montañas de Gran Canaria. Esa es la premisa del juego ideado por Elena Herraiz, conocida como Linguriosa (@_linguriosa_) en redes sociales, lingüista y divulgadora. En su propuesta, reta al público a adivinar si lo que escucha corresponde a una criatura fantástica de Pokémon o a un rincón real del archipiélago.
Lo que parece un simple entretenimiento esconde una lección profunda: la toponimia canaria está marcada por el sustrato amazigh (bereber), origen norteafricano de los primeros habitantes de las islas. Sus patrones sonoros, llenos de combinaciones poco habituales en castellano, generan ese efecto “exótico” que hace que más de uno dude entre el mando de la consola y el mapa de Canarias.
La huella amazigh
Antes de la llegada de los castellanos en el siglo XV, el archipiélago estaba poblado por comunidades de origen norteafricano. Esa herencia sigue viva en nombres de lugares como Agaete, Gáldar o Artenara, y en nombres personales que hoy gozan de gran popularidad, como Airam o Idaira.
Sonidos como la combinación -ai-, los finales en -te o -tar y los grupos consonánticos gd- o gt- dotan a estos nombres de una musicalidad particular, que recuerda a las nomenclaturas inventadas para sagas fantásticas como Pokémon.
Un puente entre historia y juego
Elena Herraiz aprovecha esa familiaridad fonética para acercar al público a la historia indígena de Canarias. A través de un vídeo que se ha vuelto viral, explica cómo los nombres que hoy identificamos con pueblos y barrancos nacen de esa raíz cultural, que ha resistido siglos de transformaciones.
De esta manera, el juego se convierte en una puerta de entrada al conocimiento de un legado esencial para comprender la identidad de las islas.
La historia de Arminda
Entre los ejemplos que destaca Herraiz aparece Arminda, figura vinculada al municipio de Gáldar y a la Cueva Pintada. Representada como la hija del último Guanarteme, Arminda se convierte en narradora de los últimos años de la sociedad prehispánica antes de la conquista castellana.
Aunque su historia se mueve entre la tradición y la recreación, hoy es un recurso pedagógico muy utilizado en museos, cuentacuentos y actividades escolares. Para niños y jóvenes, Arminda es el rostro amable de un pasado complejo, una manera de dar voz a la cultura indígena a través de un personaje cercano.
La Cueva Pintada de Gáldar
Uno de los escenarios más citados en este contexto es la Cueva Pintada, joya arqueológica de Gran Canaria. En este enclave se conserva un poblado aborigen con casas y cuevas que datan entre los siglos VII y XVI, así como la célebre cámara decorada con motivos geométricos.
Algunos expertos interpretan esas pinturas como un posible calendario agrícola o ritual, lo que refuerza su importancia para entender la organización social y espiritual de los antiguos canarios. Visitar este yacimiento permite pasar del juego “¿Pokémon o nombre canario?” a la experiencia directa con la tierra, la piedra y las voces que dieron origen a esos nombres.
Más allá del juego
Nombres como Guayadeque, Tirajana, Artenara o Fataga no son solo topónimos: son fragmentos de memoria. Herraiz recuerda que, al reconocerlos y contextualizarlos, dejamos de verlos como sonidos extraños y los asumimos como lo que son: testigos de una cultura que sobrevivió a la colonización y que todavía late en la vida cotidiana de las islas.
Este ejercicio lúdico, por tanto, no es solo una curiosidad lingüística. Es también una invitación a replantear la relación entre lengua, cultura y territorio, y a comprender que detrás de cada nombre hay un mundo por descubrir.
Una lección que perdura
El éxito del vídeo demuestra que el humor y el juego pueden convertirse en aliados poderosos de la divulgación. Gracias a esta dinámica, puedes descubrir que los nombres canarios comparten ecos con los de universos ficticios, pero que, a diferencia de estos, tienen raíces profundas en la historia real.
La próxima vez que te encuentres con un nombre como Agaete o Guayadeque, quizá dudes unos segundos. Pero si recuerdas este juego, también sabrás que estás escuchando algo mucho más valioso: un pedazo del patrimonio cultural de Canarias.