Agustín de Betancourt fue un “canario inquieto y a veces contradictorio, un personaje ilustrado sujeto a múltiples vaivenes existenciales”, dicen en la biografía de esta figura, publicada por la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Además, este “trabajador incansable, inventor polifacético y genial”, como siguen, fue un ingeniero civil y militar canario, arquitecto, ensayista y precursor en campos como la radio, la telegrafía y la termodinámica.
En homenaje a la trascendencia histórica, científica y tecnológica del destacado ingeniero y arquitecto canario, en el año en que se conmemoran 200 años de su muerte, la estación marítima del puerto de Santa Cruz de Tenerife se ha renombrado como Estación Marítima Agustín de Betancourt. ¿Pero quién fue Betancourt y por qué es a la vez un personaje tan ilustre y tan desconocido para los canarios?
Ingeniero universal
La Fundación Cultural Canaria de Ingeniería y Arquitectura que lleva su nombre, Betancourt y Molina, lo califica como el “primer ingeniero universal” puesto que realizó importantes aportes en diversas áreas de la ingeniería y la ciencia, en países como España, Francia o Rusia. Está considerado como un exponente de la Ilustración científica española.
Tan internacional fue que acabó siendo un “héroe nacional” para los rusos. 150 años después de su muerte, en la década de los 70 del S.XX, seguían recordándole y un grupo de científicos le puso su nombre a un asteroide: el Betankur, según cuentan en el cómic conmemorativo de su vida que editó Museos de Tenerife en 2011.

De Puerto de la Cruz a París
Nació en el Puerto de la Cruz en 1758, en una familia acomodada, aunque tocada como todas por las crisis agrícolas y comerciales que azotaron a las islas en el siglo XVIII. Buen estudiante, acabó becado por la Corona para estudiar en Madrid, en el Real Colegio de San Isidro y en la Real Academia de San Fernando, a donde partió con 20 años. Nunca regresó a las Islas.
Trabajó en España, Francia, Inglaterra y Rusia, y completó su formación en la École des Ponts et Chaussées de París, un centro referente en ingeniería civil. Allí entró en contacto con los avances tecnológicos de la Revolución Industrial y con algunos de los científicos e ingenieros más influyentes de la época. En Inglaterra estudió los últimos avances en máquinas de vapor, lo que le permitió ampliar su conocimiento en mecánica aplicada y sistemas de transporte.
De España a Rusia
En España, fundó el Real Gabinete de Máquinas, uno de los primeros intentos de diseminación de conocimientos de ingeniería en España. Allí se dedicó a la investigación y desarrollo de tecnologías innovadoras. También participó en importantes proyectos de infraestructura, diseñando canales, puentes y sistemas hidráulicos para mejorar las comunicaciones y el transporte dentro del país.
Uno de sus mayores logros fue su papel en la modernización de Rusia, adonde se trasladó en 1808 a petición del zar Alejandro I. Allí desempeñó un papel fundamental en la construcción de infraestructuras clave, como el Instituto de Ingenieros de Vías de Comunicación de San Petersburgo, que sentó las bases de la ingeniería civil en Rusia.

En territorio de zares también diseñó puentes, carreteras y sistemas de transporte que contribuyeron al desarrollo del país. Tras la victoria sobre Napoleón, supervisó obras importantes en San Petersburgo, como la catedral de San Isaac. Fue nombrado director general de Vías de Comunicación y supervisó obras en todo el país.
Auge y caída
Pasó los últimos 16 años de su vida en Rusia. Después de desempeñar importantes cargos en el país, cayó en desgracia por ayudar a españoles y criticar el contraste entre San Petersburgo y el resto de Rusia. Fue acusado de irregularidades financieras y presentó ante el zar la dimisión de todos sus cargos, que le fue aceptada el 4 de febrero de 1824.
Retirado en una vivienda ubicada en un barrio humilde de San Petersburgo, Agustín de Betancourt y Molina falleció rodeado de su familia el 14 de julio de 1824. A su entierro, por orden del zar, asistieron todos los generales, jefes y oficiales francos de servicio en San Petersburgo, como muestra de un reconocimiento que no le llegó en vida.

Reconocimiento póstumo
Y tanto es así, que un asteroide de aproximadamente 10 kilómetros de diámetro, descubierto en el siglo XX lleva su nombre. En 1978, científicos rusos hallaron esta roca entre Marte y Júpiter y le pusieron de nombre "Betankur" en honor al ingeniero canario, explican en la biografía en cómic.
En Rusia, su segunda patria, “hay trenes de alta velocidad, monedas y sellos de correos" que homenajean su figura, dijo durante el acto de renombramiento de la estación marítima Rufino García, presidente de la Fundación Cultural Canaria de Ingeniería y Arquitectura Betancourt y Molina. "Allí solo su nombre despierta admiración y respeto”.
Legado
Betancourt no solo destacó como ingeniero, sino también como científico y ensayista. Fue un pionero en la aplicación de principios científicos a la ingeniería y exploró campos como la telegrafía, la termodinámica y la radio. Su capacidad de innovación lo convirtió en una figura clave en la transición hacia una ingeniería más científica y sistemática, sentando las bases para futuras generaciones de ingenieros.
Hoy, Betancourt es recordado como una de las figuras más importantes de la ingeniería española y europea, y su influencia sigue presente en muchas de las infraestructuras que ayudó a desarrollar.
