El botellón antes de una fiesta o quedar para echarse unas cañas es cada vez menos habitual entre las nuevas generaciones. Los jóvenes se plantean cada vez más su consumo de alcohol hasta el punto de que muchos de ellos son abstemios.
Según la última Encuesta ESTUDES 2023, el 51,1 % de los estudiantes de 14 a 18 años ha consumido alcohol en los últimos 30 días, una cifra inferior al 72,3 % que se registraba en 2010. Este descenso parece ir más allá de una simple moda y refleja un posible cambio en cómo las nuevas generaciones entienden el ocio, el autocuidado y la pertenencia social.
Alba Martínez (21 años), Tracy Albazuri (23) y Lucía Moreno (19) son tres jóvenes canarias que han decidido que el alcohol no es para ellas. Las tres cuentan a Atlántico Hoy por qué han sacado fuera de sus vidas esta sustancia, que supone en ámbitos de fiesta y con sus relaciones sociales, además de cómo valoran esta transformación del consumo de bebidas alcohólicas.
Perder el control
Ya de por sí, de primeras, tanto para Alba como para Tracy y Lucía, el sabor de alcohol es un factor que les echa para atrás en su consumo. Sin embargo, aunque puedan investigar en la multitud de cócteles y combinaciones que existen para encontrar su favorito, la cuestión no es solo que les sepa mal la sustancia.
Para las jóvenes, el efecto inhibidor del alcohol es una razón de peso. “No me gusta la idea de no tener el control completo de mí misma”, expone Lucía. Una idea a la que se suma Alba comentando que el hecho de estar completamente lúcida es una forma de protección en entornos que pueden tornarse impredecibles.
Comentarios y miradas
Aunque han tenido la suerte de que la mayoría de sus amistades comprenden que no quieren consumir alcohol, esta decisión les ha supuesto ciertas “miradas como si estuvieras fuera del lugar”, según la joven de 19 años, sobre todo en ámbitos de fiesta. “Cuando se lo digo a la gente se extrañan o me preguntan el porqué no lo hago”, explica Alba.
A las miradas se suman los típicos comentarios como “ay, ¿en serio no vas a tomar nada?” cuando de fiesta piden agua o refresco, cuenta Lucía, quien antes se sentía rara viendo que el resto de las personas bebían alcohol y ella no.
“Muchas veces he sentido la necesidad de explicar mil veces por qué no bebo, cuando simplemente no me gusta y tampoco siento que sea necesario para pasárselo bien ni mucho menos para sentirme parte de algo. Con el tiempo pues me he dado cuenta de que no tengo que justificar nada y que decidir no tomar también es válido y punto”, sentencia Lucía.

“No se necesita beber para divertirse”
Alba y Tracy comparten la idea de que consumir no es necesario para pasarlo bien. “Soy de las que piensa que puedo salir y divertirme, siendo yo misma sin beber. Es más, creo que te diviertes más porque te acuerdas de todo y disfrutas las experiencias de verdad desde ti misma, no porque tengas alcohol en el cuerpo”, apunta la joven de 23 años.
La otra veinteañera baila, canta y disfruta igual, pero añade una crítica a ser “la única que no bebe del grupo” porque “no todo es color de rosa y cuando no bebes, la mayoría de veces toca ser la que cuida del resto y ahí ya la diversión se acaba”.
Planes alternativos
Su ocio va más allá del ámbito fiestero y optan por planes alternativos como quedadas para juegos de mesa, ir a la playa, maratón de películas, un picnic, etcétera con sus diferentes grupos de amistades.
“Al final los planes donde desconectas más con las personas son mejores, la verdad. Lo importante no es lo que hay en tu vaso, sino con quién compartes en el momento”, expresa Lucía, que bromea añadiendo que “los findes tranquilos no dejan resaca”.
Cambios entre generaciones
Aunque en sus círculos siguen habiendo personas que consumen alcohol, las tres coinciden en que está habiendo un cambio. “Hoy en día somos más conscientes de cómo nos afecta el alcohol, no solo al cuerpo, sino también a la salud mental”, afirma la joven de 19 años, que añade que se habla mucho más de temas como el consentimiento o los riesgos de perder el control, lo que ha llevado a muchos jóvenes a cuestionarse si beber o no.
Unos planteamientos que no se producían en las generaciones de sus padres o abuelos: “Para ellos está más normalizado consumir alcohol en casi cualquier momento, como en el almuerzo, en la cena, quedar para tomar algo, en los cumpleaños, asaderos, etc.”, ejemplifica Alba. “Ya sea una copita de vino, un ron o cerveza”, añade Tracy.
Consumo de otras sustancias
Este cambio no pasa desapercibido para expertos como Tenisca Gil, decana del Colegio Oficial de Ciencias Políticas y de la Sociología de Canarias. Según explica, “el consumo de alcohol entre estudiantes ha disminuido de forma sostenida”, y esto se debe, en parte, a una mayor percepción del riesgo (65,5 % considera que el consumo excesivo tiene consecuencias graves), al auge del autocuidado, y al cambio en la forma de socializar.
“El ocio digital, la cultura del wellness y las redes sociales han impulsado estilos de vida más saludables o, al menos, más críticos con el alcohol”, asegura Gil. No obstante, advierte que esto no implica un abandono total del consumo de sustancias: “Ha habido un aumento del uso de cigarrillos electrónicos y un repunte del cannabis, lo que indica un desplazamiento del tipo de consumo, no necesariamente su eliminación”.
Decir “no” al alcohol
Lo que comparten Alba, Lucía y Tracy no es solo la decisión de no beber alcohol, sino una visión del bienestar más integral, más consciente y menos influenciada por la presión social. Aunque aún enfrentan preguntas o miradas de extrañeza, cada vez se sienten más respaldadas por un entorno donde decir "no" al alcohol empieza a ser más común, más respetado y, sobre todo, más comprendido.
Este fenómeno no implica que el alcohol haya desaparecido de la vida juvenil, pero sí señala una transformación en la forma de relacionarse, divertirse y cuidarse. Tal vez, como dice Alba, serán las próximas generaciones las que puedan decir con claridad si esta tendencia se mantuvo. Por ahora, los jóvenes están demostrando que pasarlo bien y cuidarse no son caminos opuestos.

