La contaminación lumínica es un problema ambiental en expansión que afecta al 99% de los cielos del planeta y tiene impactos en la biodiversidad, la salud humana y la astronomía. La luz artificial se ha convertido en un agente contaminante de alcance global, con Europa a la cabeza y, dentro del continente, con España en el tercer puesto.
Alicia Pelegrina, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), advierte que los LED blancos, pese a su eficiencia energética, son las lámparas más contaminantes en términos lumínicos. Lo ha dicho en el marco de las Jornadas sobre Contaminación Lumínica y Biodiversidad organizadas por SEO/Bird Life y celebradas el miércoles 12 en el Museo de la Ciencia y el Cosmos, en La Laguna.
Solución ecológica
Los LED han sido promovidos como una alternativa eficiente energéticamente, pero no siempre son la mejor opción en términos de contaminación lumínica. Los LED blancos son los más perjudiciales, ya que emiten en un espectro más amplio y generan mayor brillo artificial en el cielo.
Pero también llevan algunas ventajas asociadas, como por ejemplo, "que se puede regular la intensidad de la luz, se puede hacer espectro un poco a la carta", y también la posibilidad de que funcionen por sensores de presencia, "algo que todavía no he visto en ningún sitio", lamenta Pelegrina. "A las 3 de la mañana podemos apagar la mitad de las farolas en muchos sitios y el sensor de presencia va a permitir que, si pasa alguien, se enciendan".
Efectos en la vida y en el cielo
El exceso de iluminación afecta a numerosos ecosistemas. Las luciérnagas, por ejemplo, han visto reducida su población porque la luz artificial interfiere en su sistema de apareamiento. En el caso de especies marinas como las tortugas, muchas crías no llegan al agua porque son atraídas por la iluminación costera, lo que provoca altas tasas de mortalidad.
En humanos, la contaminación lumínica genera cronodisrupción, una alteración de los ritmos circadianos, que se traduce en problemas metabólicos, envejecimiento prematuro y afectaciones en la salud cardiovascular y mental.
Ángulo y color
La clave para minimizar su impacto, dice la experta en contaminación lumínica, es el diseño de las luminarias y el color de la luz: la atmósfera se ve especialmente atacada cuando la luz se emite en ángulos entre 70 y 130 grados, porque se dispersan mejor por la atmósfera, así que la iluminación de las calles siempre debería enfocarse hacia el suelo, a un máximo de 70 grados de la vertical.
Además, las luces con tonos naranjas o rojos son menos contaminantes, y los que más, los azules. Así que las lámparas que considera más adecuadas para reducir el impacto son los LED PC ámbar y las lámparas de vapor de sodio de baja presión.
Soluciones
La contaminación lumínica crece a un ritmo del 2,2% anual, y España lidera el gasto en alumbrado público por habitante en Europa: gastamos 116 kWh (kilowatios por hora), frente a los 43 kWh de Alemania, o los 91 kWh de Francia.
La solución pasa por regular el uso de la luz artificial, "iluminar solo cuando y donde sea necesario, usar sensores de presencia, reducir la intensidad y elegir fuentes de luz con espectros menos dañinos". Pero para combatir eficazmente el problema, se necesita un cambio en la planificación y el diseño de las infraestructuras de iluminación. Como señala Pelegrina, “algo útil también puede ser contaminante, y eso es lo que aún nos cuesta entender”.
