Son más de una treintena de puestos los que componen el revitalizado mercadillo de la Rambla Azul, que desde hace meses ha optado por una original propuesta decorativa que recrea casas tradicionales canarias. Las discretas casetas azules quedaron atrás y ahora estos módulos, dispuestos a lo largo de la calle donde los domingos se monta el Rastro, luce una nueva imagen que convence a los clientes locales y también llama la atención de los visitantes.
Tal y como afirma Jenifer Prats, promotora de esta zona comercial, "en La Rambla Azul hay de todo: ropa africana, camisetas de fútbol, maletas, zapatos, sellos, artesanía, cosmética natural, libros, afilador, navajas, artículos para turistas, souvernirs...", enumera. Este mercadillo abre en horario de mañana y la mayoría de comercios cierra el lunes coincidiendo con el descanso de La Recova. Por supuesto el domingo, día de Rastro, es el de mayor afluencia de toda la semana.
Un reclamo acertado
Además de embellecer las mencionadas casetas, que disponen a lo largo de la calle José Manuel Guimerá, la nueva decoración ha servido para dinamizar La Rambla Azul, sobre todo entre semana aprovechando el flujo de visitantes al Mercado. "Les invito a que vengan a sacarse fotos para que las muestren en sus países de origen y los turistas sigan viniendo", señala Prats.
Asimismo una de las comerciantes reconoce la efectividad de la nueva decoración por encima de otras iniciativas de promoción que no tuvieron tanta efectividad. "Desde que pintaron la primera caseta se notó, mientras que otros reclamos como el cartel o la pantalla mirando hacia la plaza del Mercado no habían funcionado", comenta.
Clientes de paso y de toda la vida
Muchos de los potenciales clientes que pululan por la Rambla Azul son visitantes esporádicos, especialmente en estas fechas de temporada alta de cruceros. "Sin ir más lejos este viernes han llegado cuatro, uno de ellos con 6.000 pasajeros", indica Prats. Este tipo de cliente, comenta la promotora comercial, suele decantarse más por los puestos de ropa, maletas o artículos como souvenirs, muchos de ellos artesanales.
Por otra parte, sin embargo, también está el cliente asiduo, de toda la vida. Por eso también encontramos puestos más tradicionales como el afilador, o las casetas de artículos de cocina y electrodomésticos, pensado para el cliente local. Como buen mercadillo también hay espacios para el coleccionismo -de sellos o monedas- así como para las antigüedades.
Con esta variedad de comercios y en una ubicación privilegiada, a la Rambla Azul solo le hacía falta un poquito de promoción y un cambio de cara. Dicho y hecho.