Solo un pequeño porcentaje de las mujeres africanas que deciden emigrar llega a Canarias, según se desprende de las palabras pronunciadas por Nicole Ndongala Nzoiwido, directora general de la Asociación Karibú, durante una conferencia impartida en el Parlamento regional bajo el título Las migraciones africanas desde la perspectiva de género.
“Las mujeres que intentan abandonar su país, primero lo intenta dentro del continente africano, pero cuando ve que no es posible mejorar salta al continente europeo”, destaca y añade que el periodo migratorio comienza años antes de que la embarcación clandestina llegue a las Islas o a otro lugar del país.
Camino de espinas
“Las mujeres sufren más el camino que los hombres”, dice Ndongala. “Yo vine en avión, destrozada, sí. Pero hay mujeres que vienen por el desierto aún más destrozadas”, matiza.
Muchas mujeres pasan entre cinco y siete años por el camino hacia Europa, “siete años de sufrimiento. Los hombres también sufren , pero ellas más: son esclavizadas, mercantilizadas y sexualizadas”.
Calvario
“En el desierto no hay agua ni compresas. Esas mujeres terminan bloqueando su regla, utilizando un producto -sin dosis-, que acarrea consecuencias a largo plazo”, añade. “Una mujer con la regla no puede subir a la patera con tranquilidad porque le dicen que el olor a sangre atrae a los tiburones”, destaca la conferenciante, enfatizando en que las mujeres se enfrentan a “barreras muy drásticas”.
Comenta también que, en el caso de que una mujer esté embarazada de varios meses y se le note, la obligan a pagar el doble y si está casi a finalización del embarazo, normalmente, la dejan abandonada en la frontera “en unas condiciones higiénicas que, muchas veces, trae consecuencias de salud sexual peores. Además de problemas añadidos para ella y su bebé”.
“Mi yo sin mi”
Los abusos y violaciones son otra de las horribles experiencias de este camino hacia una vida mejor. Menciona Ndongola que muchas mujeres se sienten como en un “mi yo sin mi”, describiendo que muchas le han dicho que, cuando estaban en el camino, no pensaban en sí mismas como personas, sino que se “abandonaban a las circunstancias”, dejando que hicieran con su cuerpo lo que quisieran.
“No es que una mujer quiera que la violen, es que no tiene más opción que el ceder a toda esa situación”, apunta, mientras mostraba una especie de baraja o juego de cartas que ha ofrecido a la Universidad de Alcalá de Henares para un estudio y en la que puede leerse, en cada una de las 120 cartas, una palabra o una frase que representa aquello que cada mujer desea olvidar del recorrido.
Aborto, mutilación genital femenina, levirato, desigualdad o exclavitud son algunas de las palabras de este “juego de cartas”.
Motivos
Los motivos para que una persona quiera emigrar pueden ir desde el interés por alcanzar una vida mejor y más confortable hasta el deseo de escapar de injusticias y agresiones físicas. En este sentido, las mujeres que deciden escapar de su realidad buscan dejar atrás una vida repleta de atropellos, en ocasiones fruto de conflictos bélicos, otras veces a causa de la violencia de género que sufren.
Abusos sexuales, violaciones, agresiones físicas, mutilaciones, planchado de mamas y matrimonios forzosos son algunas de las circunstancias que enfrentan las niñas en algunos países africanos después de la colonización. “Antes, la sociedad era matriarcal en muchas partes de Africa, las mujeres eran potentes y tenían sabiduría. Pero con la colonización las mujeres fueron anuladas, dando más fuerza a los hombres. La resistencia y la resiliencia de las mujeres ha hecho que continuemos en la lucha”.
Diferencia intersectorial
Destaca, además que en países como Ghana, Nigeria y algunas partes de Senegal se abren a un cambio social, donde las mujeres "están teniendo un papel importante apoyando a otras mujeres, pero aún queda un camino muy largo por hacer hasta llegar al cien por cien en igualdad de oportunidades”.
En la actualidad, en el continente africano aún son muy pocas las mujeres que tienen la oportunidad de “sentarse en la escuela o en la universidad”, subraya, aclarando que existe una diferenciación muy pronunciada entre las niñas de las zonas rurales y las urbanas. “En las zonas rurales vemos todavía cómo niñas son utilizadas para trabajar en las minas, sin poder ir a la escuela”.
Experiencia vital
Nicole Ndongala tuvo que emigrar, dejando atrás a su madre, después de ser abusada, violada y mutilada. Con la ayuda de su hermano y un pasaporte falso pudo viajar a Bélgica, de donde tuvo que huir para no ser deportada, optando por viajar a España.
“Viví a pie de calle, sufrí mucho. Pedí ayuda para buscar donde pasar la noche y me recomendaron un hotel en el que, con el dinero que me había dado mi madre, solo pude pasar dos noches. Volví a la calle” y desde este punto contactó con la Asociación Karibú (que significa “bienvenida”), donde fue acogida.
A partir de ese momento comenzó a sanar las heridas, tanto las físicas como las psicológicas. Ahora dirige la Asociación Karibú y se ha propuesto seguir trabajando por el bienestar de las mujeres africanas, dentro y fuera del continente.
