Hay recetas que se heredan como se heredan las historias familiares: con cariño, con paciencia y con algún que otro truco que no siempre está escrito en los libros. En Canarias, hacer croquetas caseras es casi un ritual. Y, como todo ritual, tiene su arte. Porque no basta con una buena bechamel ni con un rebozado crujiente: la forma también importa.
Y no solo por estética. Una croqueta bien formada fríe mejor, se cocina de forma uniforme y evita que se abra en el aceite, arruinando el trabajo de horas.
Más que una forma
Formar las croquetas es una de esas tareas que parece sencilla… hasta que te enfrentas a una bandeja entera. La forma tradicional —cilíndrica u ovalada— requiere una masa con la consistencia perfecta: ni demasiado blanda ni excesivamente dura. Y, para manipularla, muchas abuelas canarias recurren al gesto más simple y efectivo: humedecerse las manos con agua fría o engrasarlas con un poco de aceite.
Este truco evita que la masa se pegue y permite moldear croquetas suaves, sin huecos internos. Aunque, siendo honestos, es un método que funciona mejor al principio que cuando llevas 30 bolas hechas y las manos ya no dan más.
Lo de las dos cucharas
Otra técnica clásica es la de dar forma con dos cucharas. Ideal para cantidades pequeñas, este método consiste en pasar la masa de una cuchara a otra hasta obtener la forma deseada. Práctico, limpio… pero no precisamente rápido cuando tienes que hacer varias docenas para congelar.
Ahí es donde entra el truco definitivo. Ese que, aunque no aparezca en los recetarios, ya usaban muchas cocineras cuando nadie hablaba de tips en redes.
El truco canario definitivo
El secreto es simple y brillante: usar una bolsa resistente como manga pastelera. Se introduce la masa fría, se masajea para eliminar el aire y se corta una esquina. Al presionar, salen porciones perfectas que solo hay que cortar con unas tijeras. Rápido, limpio y sin tocar la masa.
El rebozado se organiza con tres bandejas alargadas: una con harina, otra con huevo batido y la última con pan rallado. En cuestión de minutos, tendrás una bandeja lista para freír o congelar. Porque sí, las abuelas canarias no solo saben cocinar, también saben optimizar la cocina como nadie.
