Pocas cosas despiertan tantos recuerdos como el sabor de una merienda de infancia. En cada casa, hay un ritual, una receta, una textura. Algunos recuerdan el pan con chocolate, otros la leche con galletas o el sándwich de jamón y queso. Pero en Canarias, la escena era diferente. El eco de las meriendas de antes aún resuena en las cocinas humildes donde la creatividad suplía lo que faltaba en la despensa.
No hacía falta ir al supermercado, ni abrir un paquete industrial. Bastaban unos ingredientes sencillos, siempre a mano, y la voluntad de hacer magia con ellos. En ese contexto nació la que muchos consideran la merienda más típica del archipiélago. Un plato sencillo, nutritivo y lleno de cariño.
@gersonjms Aunque cada uno le echaba lo que pillaba #canarias🇮🇨 ♬ Isas - Trio Timple Canario
Plátano, gofio y zumo
La receta original no tiene nombre oficial, pero basta con decir que es “la merienda del plátano escachado” y cualquier canario sabrá de qué se habla. Su preparación comienza con un plátano bien maduro, que se aplasta con un tenedor en un plato hondo. Sobre él, se exprime media naranja, dejando que el zumo empape la fruta.
Luego viene el toque maestro: una generosa cucharada de gofio canario, ese polvo ancestral hecho a base de cereales tostados que ha alimentado al pueblo isleño durante siglos. El gofio espolvoreado sobre el plátano y el zumo crea una mezcla pastosa y dulzona, tan reconfortante como energética.
Un extra de galletas
Si había suerte, la merienda se coronaba con galletas María machacadas, que se espolvoreaban por encima como si fueran virutas de oro. Su textura crujiente contrastaba con el plátano y el zumo, y aportaba un punto de dulzor más profundo.
En otras casas, sobre todo en el campo, se añadía también un poco de zanahoria rallada, para dar color y fibra. Todo dependía de lo que hubiera en la nevera. Porque esta merienda no era solo un plato, era una expresión de economía doméstica, de ingenio y de amor de abuelas, madres y tías que sabían cuidar con lo justo.
Tradición que resiste
Hoy, esta merienda sigue viva en algunos hogares, aunque cada vez menos niños la conocen. Las nuevas generaciones han crecido entre yogures bebibles y productos de marca, pero el valor nutricional y emocional de esta mezcla sigue siendo innegable.
Quizá por eso, muchos canarios adultos la recuperan, la enseñan o la comparten en redes sociales. No es solo un alimento: es una forma de recordar quiénes somos, de dónde venimos y cuánto sabor se esconde en los platos más humildes.
Una cuchara, un plátano y un poco de gofio. A veces, no hace falta más para merendar como antes.
