Las Palmas de Gran Canaria es la ciudad más poblada de Canarias y la novena de España, con 380.436 habitantes, según los datos de 2024 del INE. Y como una tendencia que se extiende por todos lados, la población está viviendo un proceso de envejecimiento hasta el punto de que los mayores de 65 años casi duplican a los menores de 16 años.
Entre los datos más curiosos que destaca el mapa elaborado por el geógrafo Víctor Jiménez Barrado en su iniciativa Másgeografía, es la presencia de personas de 50 a 59 años, siendo el grupo poblacional más numeroso. Esta información muestra una falta de relevo generacional que plantea retos sociales y económicos.
Menos población joven
Según indica el experto, en solo una década — entre 2012 y 2022 — la ciudad perdió población joven de forma notable. El grupo de menores de 15 años descendió unas 12.600 personas, lo que hizo que de un 14,1%, solo representaran el 10,9% del total de la población de la capital.
Sin embargo, en el otro lado de la balanza, entre quienes tienen 50 años o más, todas las franjas crecieron entre 2012 y 2022. De hecho, las personas de más de 50 años han pasado de representar un 34% a un 43% de la población. El grupo más numeroso actualmente es el de 50 a 59 años, que supone el 16,8% del total, seguido muy de cerca por los cuarentones (16,4%).
Mayores de 65 años
En el caso del grupo de mayores de 65 años o más, este creció unas 14.300 personas. Esto supuso que pasaran a ser de un 15,6% al 19,5% del total de la gente que vive en Las Palmas. Por lo que por cada 100 niños y adolescentes hay ya casi 179 personas mayores de 65 años.
El aumento de este colectivo se podría también analizar desde el punto de vista del mercado laboral, ya que el crecimiento se podría apuntar también como que uno de cada cinco habitantes está en edad de jubilación. Es decir, por cada 100 personas en edad de trabajar, hay cerca de 44 que dependen de ellas.
Jiménez Barrado apunta que este hecho complica el panorama al ser cada vez menos la gente en edad de trabajar frente a quienes les toca disfrutar de su pensión. Esto supone un desafío para el sostenimiento del sistema de pensiones y la economía local.

Baja natalidad
El envejecimiento no afecta por igual a todos los barrios. En zonas como Vegueta o La Isleta, la población mayor de 65 años llega a duplicar o triplicar a los menores de 16. Mientras tanto, en barrios como Jinámar, Las Torres o Tamaraceite, los menores de 16 años todavía superan a los mayores de 65.
“El escenario que se dibuja aquí no es solo de Las Palmas ni de Canarias”, explica el geógrafo, “sino del país en general: un envejecimiento demográfico bastante palpable que se está acelerando”. A su juicio, esto obedece a múltiples factores: el aumento de la esperanza de vida —que es, en sí mismo, una buena noticia—, pero también una baja natalidad muy ligada a la precariedad laboral de los jóvenes, las dificultades para acceder a vivienda o para formar un hogar.
Reto demográfico
Jiménez Barrado expone que el reto que encara la ciudad no se resolverá con “soluciones mágicas” como una crema antienvejecimiento. Considera que requiere de políticas de natalidad, de integración, de planificación urbana y de estrategias económicas que permitan que la ciudad se adapte a su realidad demográfica y ofrezca calidad de vida a todas las edades.
“Quizás resulte útil empezar a construir parques mixtos entre los infantiles y los biosaludables, donde abuelos y nietos compartan actividades”, sugiere. La idea es no solo atender las necesidades del envejecimiento, sino fomentar la interacción intergeneracional y el envejecimiento activo.
El papel de la inmigración
La migración también juega un papel fundamental en los cambios demográficos y el futuro de la ciudad. El geógrafo subraya que la inmigración —especialmente la joven— no es un problema, sino más bien parte de la solución: “Desde un punto de vista demográfico y hasta económico, es una buena noticia que pudiera haber inmigrantes, sobre todo jóvenes, que vengan a dinamizar la economía, a soportar el sistema de pensiones”.
Es por ello que Jiménez Barrado critica ciertos discursos que alimentan el rechazo a la inmigración: “Se están mandando mensajes peligrosos que fomentan el racismo”, advierte. En su opinión, más allá de prejuicios, el reto demográfico obliga a reconocer la contribución potencial de la inmigración al bienestar colectivo. “Nos interesa casi como población española que esos inmigrantes vengan, se arraiguen y pasen su vida aquí, que formen parte del sistema económico como el resto de personas”, concluye.

