Comparar no es bueno, pero hay lugares que de una forma u otra recuerdan a otros sitios lejanos. En Canarias es habitual comparar Mogán con Venecia, Agaete con Santorini y ahora la Inteligencia Articifial ha dado un paso más para comparar uno de los sitios más emblemáticos de las Islas en un paseo por París —o eso dice—.
Las comparaciones son odiosas pero atendiendo a su criterio, quién sabe si alguien ha podido respirar un ambiente cosmopolita. Esto es fruto de siglos de intercambio cultural gracias a su puerto, y se conserva un patrimonio arquitectónico que transporta a las grandes capitales europeas de finales del siglo XIX.
Pasear por su casco histórico es descubrir fachadas modernistas, plazas con encanto y edificios que cuentan historias de comerciantes, viajeros y artistas. Aquí, la modernidad se mezcla con la tradición, y el rumor del mar está siempre presente, a pocos minutos de cualquier rincón.

Arquitectura con alma francesa
El Mercado del Puerto es el ejemplo más emblemático de esa conexión con Europa. Inaugurado en 1891 y diseñado por técnicos de la compañía francesa Eiffel —los mismos que dos años antes completaron la Torre Eiffel—, es la muestra más clara de arquitectura del hierro en Canarias.
Su estructura, de planta cuadrada y ocupando toda una manzana, se levanta sobre un esqueleto de hierro fundido y hierro forjado. Las columnas, dispuestas en dos órdenes, sostienen bóvedas y una cúpula octogonal que se ilumina gracias al uso decorativo del vidrio. Este diseño no solo era innovador para la época, sino que también marcó un antes y un después en la imagen de la ciudad.
Ubicado en la zona de influencia del Puerto de La Luz, el mercado se convirtió en el centro neurálgico para el abastecimiento de una población en rápido crecimiento. Hoy, tras su remodelación en 1994 y posteriores mejoras en 2012, combina su función tradicional de abasto con una variada oferta gastronómica y de ocio, siendo un punto de encuentro tanto para residentes como para turistas.
Rincones con aire Belle Époque
Más allá del mercado, otros espacios mantienen vivo el espíritu refinado de la Belle Époque. El Gabinete Literario, en la plaza de Cairasco, es un edificio modernista con salones ornamentados que evocan los cafés culturales de París. Desde finales del siglo XIX, ha sido escenario de tertulias, conciertos y actos sociales que lo han consolidado como un referente cultural.
El Kiosco Modernista del Parque San Telmo, con su estructura decorativa y colores vivos, y las fachadas del barrio de Triana, completan este recorrido arquitectónico. Aquí, el pasado y el presente se entrelazan, y las tiendas tradicionales conviven con boutiques y espacios creativos.
Playas urbanas de primer nivel
El legado arquitectónico convive con uno de los grandes atractivos de la ciudad: la Playa de Las Canteras, considerada una de las mejores playas urbanas del mundo. Este arenal de más de tres kilómetros cuenta con Bandera Azul, un arrecife natural que protege la orilla y un paseo marítimo lleno de vida, donde se alternan bares, restaurantes y espacios culturales.
Las Canteras es ideal para nadar, practicar surf o simplemente pasear al atardecer, cuando el cielo se tiñe de tonos anaranjados y la ciudad parece detenerse para contemplar el mar.
Gastronomía fusión
La oferta gastronómica es otro de los pilares que hacen de este destino algo único. Los mercados, como el del Puerto o el de Vegueta, ofrecen producto fresco, tapas y platos tradicionales que permiten saborear la esencia local. Al mismo tiempo, numerosos restaurantes apuestan por una cocina creativa que mezcla ingredientes canarios con técnicas internacionales.
Desde pescados frescos a la plancha hasta propuestas de alta cocina, la variedad es amplia y refleja la diversidad cultural que caracteriza a la ciudad. La influencia del mar y de su historia portuaria se nota en cada bocado.
Un París junto al mar
En conjunto, Las Palmas de Gran Canaria ofrece un ambiente elegante, cultural y cosmopolita que recuerda a la Belle Époque, pero con el valor añadido del clima atlántico y el encanto canario. Es un lugar donde se puede disfrutar de arquitectura histórica, playas de primer nivel y una gastronomía de calidad sin renunciar a la calidez de un destino costero.
Caminar por sus calles es viajar en el tiempo, pero también sentir el pulso moderno de una ciudad que sigue mirando al futuro, sin olvidar el esplendor de su pasado. Un verdadero “París junto al mar” que combina la sofisticación europea con la alegría isleña.