Una trabajadora de Cruz Roja acompaña a un menor migrante / EFE
Una trabajadora de Cruz Roja acompaña a un menor migrante / EFE

"Podrían ser nuestros hijos": el reparto de menores migrantes más allá de las cifras

Las razones que mueven a los jóvenes a subirse a una embarcación desde sus países de origen van desde escapar de conflictos bélicos hasta proyectos familiares

marcos moreno

Muy pocas cosas en la vida son matemáticas. Para casi todo existen cientos de matices a la hora de entender por qué ocurre y la migración no es ajena a la ley no escrita de lo incierto. Incluso cuando se trata de menores. Huir de casa es difícil —y menos en una embarcación que no garantiza llegar con vida—, pero la situación se complica cuando ni siquiera se han alcanzado los 18 años.

Durante los últimos días, varios jóvenes han empezado a salir de Canarias medio año después de que el Tribunal Supremo (TS) obligara a que el Estado iniciara el reparto de aquellos que hayan pedido asilo con el objetivo de descongestionar el sistema en el Archipiélago —que acoge en la actualidad a unos 6.000 chicos y chicas—. Mali, Senegal, Gambia o Marruecos son los principales países de origen de quienes dejan a su familia atrás.

Diversas razones

En todos hay realidades muy diversas y los factores que producen la migración no se pueden contar con los dedos de una mano. “Creo que no es una sola razón, pueden ser varias y además diferentes en función del contexto en cada momento y país”, afirma Vicente Zapata, director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife e investigador en la Universidad de La Laguna (ULL).

El experto pone sobre la mesa que la clave para entender el asunto es la falta de oportunidades tanto a nivel individual como colectivo. Algunos ejemplos son las crisis económicas o los conflictos que atraviesan como puede ser el caso de Mali. La consecuencia más directa es que los derechos de los menores no estén cubiertos ni se garantice, por ejemplo, tener la oportunidad de avanzar a nivel académico y laboral.

Menores migrantes llegados a Canarias. / EFE
Menores migrantes llegados a Canarias. / EFE

Proyectos familiares

“En muchos casos también estamos hablando de proyectos familiares. No es solamente una decisión individual, a veces es la propia comunidad la que toma la decisión de que puedan arriesgarse a llegar a otro lugar donde encuentren oportunidades e incluso puedan contribuir al bienestar familiar”, explica el geógrafo. Por lo tanto, asegura, una de las mayores tragedias que enfrentan es tardar en enviar recursos a sus seres queridos.

Señala que la falta de recursos hace que muchos se planteen salir y ahí entra en juego la lógica de las remesas, el aporte que llevan los migrantes cuando se encuentran fuera y mantiene una relación efectiva con sus áreas de origen. “La posibilidad de contribuir al mantenimiento de la familia, al desarrollo de la comunidad a través de un trabajo que hacen externamente”, aclara Zapata.

Menores migrantes escoltados por Salvamento Marítimo a su llegada a las costas canarias. /EFE
Menores migrantes escoltados por Salvamento Marítimo a su llegada a las costas canarias. /EFE

Protegerlos

Ahí es donde se genera una contradicción importante porque al llegar a España como menores, el Estado tiene el deber de protegerlos y garantizar que lleven una vida plena acorde a su edad, algo que choca con sus deseos de trabajar lo antes posible. Volviendo a Mali, el investigador sostiene que los conflictos internos que generan “sufrimiento, muerte y persecuciones” generan más premura aún para huir.

“Buscan salir de una situación de opresión, de una realidad problemática que a veces pone en cuestión, incluso, la vida de las personas. Donde a veces sabemos que los jóvenes pueden ser incluso atraídos hacia grupos armados, hacia la esfera de la guerra, de la violencia. Y eso hace que las familias tomen la decisión de alejar todo lo posible a parte de su descendencia de ese contexto”, prosigue.

Llegada de migrantes, entre ellos menores, a Canarias. / EFE - ADRIEL PERDOMO
Llegada de migrantes, entre ellos menores, a Canarias. / EFE - ADRIEL PERDOMO

Coste afectivo

Dependerá de en qué zona del país vivan porque en las zonas urbanas estarán más protegidos, pero en las áreas de interior las comunidades están más expuestas a la acción de grupos armados. “Todo esto también tiene un coste afectivo para la familia, saber que un hijo se va y tiene que atravesar todo un territorio genera una etapa de incertidumbre porque una parte significativa muere en el intento”, asegura el profesor de la ULL. 

“Pero los factores que empujan a estas personas”, subraya, “deben ser de tal calibre que el riesgo de permanecer en esos territorios se valora como menor al de emprender la marcha”. Aún así, Zapata insiste en que la decisión no es sencilla ni en origen antes de zarpar, ni durante el tránsito migratorio —en manos de organizaciones que tienen fines lucrativos— ni tampoco en el destino donde deben adaptarse a su nueva vida.

Proyecto nacional

Considera fundamental que en las Islas, una vez llegan, se generen todos los sistemas de cuidado posibles: “Como si estos niños y niñas hubieses nacido aquí entre nosotros”. “Por eso es importante que se siga aspirando a que puedan ser acogidos de una forma más equilibrada en el conjunto del país, porque al final la migración es un fenómeno con dimensión nacional”, añade.

A pesar de todo, es un tema que sigue generando polémica. Este viernes, Baleares anunció que recurrirá ante el Tribunal Supremo (TS) y pedirá la suspensión cautelar del decreto aprobado por el Gobierno de España que establece el procedimiento de reparto de menores migrantes. Desde el Ejecutivo central lo han catalogado de racismo y Canaria lo tacha de “irresponsabilidad e insolidaridad”.

Menores migrantes llegados a Canarias en cayuco./ CEDIDA
Menores migrantes llegados a Canarias en cayuco./ CEDIDA

Desarraigo

Zapata opina que el Archipiélago no puede escudarse en que los menores migrantes van a salir en algún momento del territorio para no hacer “el mejor trabajo posible”. Además, comenta que en las derivaciones ocurre otra circunstancia: se genera un tercer desarraigo al emprender de nuevo la marcha. El experto reconoce que le preocupa la crispación que genera en ciertos sectores.

“Estos niños se van a otras comunidades autónomas donde hay todo un ruido, un conflicto montado que hace que, obviamente, en algunos casos valoren no marcharse. Son conscientes de que se van a lugares donde, aunque sea a nivel mediático y político, las condiciones no son las más favorables ni adecuadas”, reflexiona. 

Proceso de reflexión

El investigador de la ULL espera que cuando disminuya el número de menores acogidos en Canarias, se abra un proceso de reflexión sobre cómo se está acogiendo a los menores y repensar como se podría incorporar al conjunto social en esa acogida y cuidados. 

“Todavía tenemos capacidad de mejora en cuanto a que la sociedad canaria en su conjunto sea también parte de ese sistema de acogida. Estar atentos a cómo se atiende a esos niños, a facilitar el proceso de permanencia en las diferentes islas y municipios, en favorecer desde la parte más comunitaria que interactúen con el resto de la sociedad”, reflexiona.

Así como permanecer pendientes a prácticas o situaciones que son realmente inconvenientes y denunciables porque podrían ser perfectamente nuestros hijos e hijas. Y durante su estancia aquí lo son, por lo que todas las personas que vivimos en Canarias tenemos la obligación de cuidarlos”, sentencia.