A veces no hace falta cruzar océanos para encontrar lo que uno necesita. Lejos del ruido, de los focos y del ajetreo de los rodajes, hay lugares que te devuelven el pulso lento, la calma. Eso le ocurrió a Mario Casas, que este 2024 encontró algo más que paz en su última escapada. Lo encontró en un rincón de Tenerife que parece detenido en el tiempo.
Y fue allí, en un entorno de piedra, mar y silencio donde el actor terminó por enamorarse.
Pura esencia
El lugar que conquistó a Mario Casas fue Garachico, un municipio ubicado en la costa noroeste de Tenerife. Considerado uno de los pueblos más bonitos de Canarias, su historia se remonta al siglo XV, cuando floreció como puerto comercial. Pero su destino cambió con la erupción del volcán Trevejo en 1706, que sepultó gran parte de la villa.
Lejos de desaparecer, Garachico resurgió con fuerza. Hoy mantiene un rico patrimonio histórico, perfectamente conservado, que le ha valido la declaración de Bien de Interés Cultural. Pasear por su casco antiguo es como atravesar una postal: calles empedradas, arquitectura colonial, conventos reconvertidos y un ritmo pausado que invita a quedarse.
Piscinas y fortalezas
Entre sus rincones más populares se encuentran las piscinas naturales de El Caletón, formadas por la lava que alcanzó el mar durante la erupción. Son perfectas para un baño con vistas. Muy cerca, el Castillo de San Miguel, del siglo XVI, recuerda la época en que la villa tenía que protegerse de los piratas.
La Plaza de la Libertad, con la iglesia de Santa Ana y el antiguo convento de San Francisco —hoy centro cultural— es el corazón de Garachico. Un espacio que mezcla lo religioso, lo artístico y lo cotidiano.
Vistas que enamoran
Además de su valor arquitectónico, Garachico regala unas vistas espectaculares. Desde el Mirador de Garachico se contempla la costa en todo su esplendor. Y para los más aventureros, el sendero de La Culata permite adentrarse en un paisaje volcánico de belleza indómita.
No es de extrañar que este pueblo haya dejado huella en Mario Casas. Porque hay lugares que no solo se visitan: se sienten.