Era 1963 y tres jóvenes británicos buscaban el calor del Atlántico para escapar del ruido que pronto traería la fama. Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison aterrizaron en Tenerife apenas unas semanas antes de que Please, Please Me desatara el fenómeno de masas que cambiaría la historia de la música. Por consejo de su amigo Klaus Voomann, eligieron un lugar tranquilo, rodeado de mar, plataneras y montañas.
Mientras John Lennon prefería quedarse en Torremolinos, sus compañeros llegaron a una casa sin agua ni luz en Los Realejos, desde donde exploraron el norte de la isla. Allí vivieron días de anonimato, disfrutando del entorno como tres turistas más, sin sospechar que poco después serían conocidos en cada rincón del planeta.
Puerto con historia musical
Los Beatles eligieron como base un antiguo pueblo pesquero que ya empezaba a transformarse en destino turístico. El Puerto de la Cruz no solo les ofrecía sol y tranquilidad, sino también un ambiente cosmopolita en ebullición. Frecuentaron el Lido San Telmo, más tarde rediseñado por César Manrique como el actual Lago Martiánez, sin saber que el dueño del recinto les negaría una actuación que luego lamentaría no haber aceptado.
Este rincón de Tenerife se ha convertido en símbolo de historia y transformación. Desde sus calles coloniales hasta su vibrante paseo marítimo, es difícil imaginar que en sus bancos descansaron alguna vez tres futuros íconos de la música.

De costa al Teide
La visita de los Beatles no se limitó al norte. También llegaron al Observatorio de Izaña, se alojaron en el Parador del Teide, e incluso visitaron Santa Cruz de Tenerife, donde asistieron a corridas de toros en la plaza de la capital.
En Santa Cruz, además del sol, encontraron cultura, mercados y ambiente portuario. Hoy, lugares como el Palmetum, el Mercado de Nuestra Señora de África o la Playa de Las Teresitas siguen atrayendo a visitantes, aunque pocos conocen que parte de esta historia pop también pasó por aquí.
Un homenaje pendiente
A pesar del peso cultural de su visita, la presencia de los Beatles en Tenerife ha pasado casi desapercibida. La casa de Los Realejos donde se alojaron no tiene placa, ni Puerto de la Cruz les dedica ninguna calle o estatua. Quizá porque ellos mismos deseaban pasar desapercibidos, o porque la historia, a veces, olvida incluso a sus grandes protagonistas.
Lo cierto es que Tenerife, con su naturaleza exuberante, sus pueblos costeros y su capital histórica, fue el escenario de una pausa mágica antes de que el mundo coreara sus canciones. Y aunque no haya homenajes visibles, las huellas de su paso aún resuenan entre los adoquines del norte de la isla.