El juego de la vida . En la imagen, una doctora analizando un caso de cáncer de mama. / EFE
El juego de la vida . En la imagen, una doctora analizando un caso de cáncer de mama. / EFE

Tener menopausia a los 35 años a causa del cáncer: “Ya no soy la misma”

Elena Vicente, especialista en Oncología Médica del Hospital Insular, es una de las expertas que participará en las jornadas 'No soy yo, son mis hormonas', en las que se abordará la salud de la mujer

ariadna

Cada año, unas 300 mujeres son diagnosticadas con cáncer de mama en el Hospital Insular de Gran Canaria. De ellas, unas 200, más allá del impacto físico y emocional del tratamiento oncológico, enfrentan una consecuencia poco visibilizada: la menopausia inducida por el tratamiento hormonal, que puede prolongarse hasta una década y que transforma toda su vida. 

Este tema lo aborda la Dra. Elena Vicente, especialista en Oncología Médica del centro hospitalario, en su charla dentro de las jornadas ‘No soy yo, son mis hormonas’. Durante el 21 de junio, en el Museo Elder, además de Vicente, especialistas del ámbito, desde ginecólogas, sexólogas y terapeutas se dan cita para viabilizar la salud de la mujer.

Menopausia inducida y sus efectos

Aunque la menopausia natural ya es un proceso estigmatizado y poco abordado, la menopausia inducida tras un cáncer lo es aún más. “Muchas de nuestras pacientes tienen entre 35 y 45 años, están en plena etapa reproductiva, con una vida sexual activa, hijos pequeños y carreras profesionales exigentes. Tras superar el diagnóstico, la quimioterapia, la cirugía y la radioterapia, deben iniciar un tratamiento hormonal que provoca una castración química que dura unos diez años”, explica la doctora.

El objetivo de este tratamiento es reducir la producción de estrógenos, hormona a la que son sensibles dos de cada tres tumores de mama. Sin embargo, sus efectos secundarios son intensos. 

“Los sofocos son conocidos, pero lo que más me refieren las pacientes jóvenes es la pérdida de memoria a corto plazo, la dificultad para concentrarse y un agotamiento físico profundo. Muchas regresan a trabajos exigentes, algunas son juezas, banqueras, y no logran rendir igual. Sienten que no son las mismas. Y es que, realmente, nunca vuelven a ser las mismas”, señala la doctora.

No poder ser madres

Todo este proceso supone una segunda batalla tras pasar por el diagnóstico, la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia: “Cuando parece que todo ha terminado, empieza una etapa durísima. Y muchas mujeres no lo cuentan por miedo a que pensemos que van a abandonar el tratamiento. Aguantan mucho. Algunas incluso lo dejan, sobre todo a partir del tercer o cuarto año, cuando creen que ya están curadas. Hay un sentimiento de culpa constante”.

Uno de los aspectos menos tratados, según Vicente Rubio, es la afectación a la fertilidad y el deseo genésico, sobre todo en mujeres que aún no han sido madres. Aunque el Servicio Canario de Salud ofrece preservación de ovocitos y acceso a tratamientos de fecundación in vitro, la realidad es que muchas veces el tiempo, la edad o la agresividad del tumor impiden cumplir ese deseo.

Idealizar el cancer de mama

“Nos encontramos con mujeres que además de transitar un cáncer deben renunciar a la maternidad o enfrentarse a relaciones de pareja deterioradas. Por eso, cada vez invito más a los maridos o parejas a venir a consulta, porque esto afecta a toda la dinámica familiar y de pareja. En general, son comprensivos, pero el problema es que esto no dura meses, dura años”, añade.

Además, la exigencia social y personal que recae sobre las supervivientes de cáncer es otra carga invisible. “Se espera que estén agradecidas, que estén bien, que recuperen su vida… pero muchas están agotadas, sienten que no llegan. Se exige una recuperación total que no siempre es posible, ni realista”.

Es por ello que Vicente critica movimientos como ‘pinkwashing’, esa imagen idealizada del cáncer de mama como una lucha siempre victoriosa, rosa y luminosa: “Cada paciente vive una crisis personal importante y cada una lo gestiona de una manera — desde el enfado, el optimismo, el silencio…—, todas de ellas son respetables. Además, no nos podemos olvidar de las pacientes metastásicas que conviven con la enfermedad hasta el final”. 

Necesidad de ayuda psicológica

Toda la vorágine de sentimientos y emociones causadas por los tratamientos han mostrado un déficit de acompañamiento psicológico en el ámbito sanitario para estas pacientes. Vicente destaca que “no tenemos  psico-oncólogos especializados en mama, y la salud mental tiene una gran demanda. Las asociaciones de pacientes nos ayudan, pero no es suficiente”.

Otro pilar clave es el ejercicio físico, que ha demostrado mejorar de manera significativa los síntomas de la menopausia inducida. “Sabemos que el ejercicio ayuda a reducir sofocos, fatiga, dolor articular… incluso mejora la supervivencia. Pero necesitamos programas estructurados dentro del sistema de salud, gratuitos y accesibles para todas las pacientes”, apunta la doctora. 

Nuevos tratamientos

En el Hospital Insular se participa en tres ensayos clínicos con nuevos tratamientos hormonales, que buscan mantener la eficacia sin deteriorar tanto la calidad de vida. Uno de los fármacos prometedores es Elacestrant, un nuevo antihormonal que podría provocar menos efectos secundarios.

La doctora indica que “es clave encontrar alternativas menos tóxicas porque muchas pacientes no pueden sostener años de síntomas intensos y el riesgo de recaída se mantiene hasta 10 o 15 años después. Es contradictorio: cuanto más hormonosensible es el tumor, más tiempo debemos tratarlo”.

"Un río de emociones"

Para la especialista es vital “trabajar y aceptar”, desde la sanidad y la sociedad, que estas mujeres no pueden volver a ser las mismas ni tienen porque cumplir unas expectativas. “Podemos trabajar sobre cada uno de los problemas para intentar mejorar el ámbito sexual, el cognitivo y el emocional”, asegura, recordando que se trata de “un río de emociones complicado”. 

Dar soporte, visibilizar, escuchar y ofrecer soluciones adaptadas son, para ella, los pilares de un verdadero acompañamiento tras el cáncer, tanto para las mujeres como para los hombres que, aunque son un porcentaje menor, “también atraviesan un tratamiento hormonal durante el cáncer de mama y próstata”.