Algunas recetas, postres o bocados son tan representativos de ciertos que lugares que se convierten en un rasgo de la identidad de ciudades o pueblos, especialmente si se trata de dulces. Para los visitantes es un incentivo añadido para la visita -además de un recuerdo que llevarse en la mochila- mientras que para los locales a menudo es un recuerdo de infancia, en el que la memoria se alía con el paladar.
Por generaciones y generaciones, el rosquete tradicional viene endulzado las meriendas de los canarios con un encanto que radica en su sencillez. Una receta redonda para convencer a todos, si bien siempre habrá discrepancias en los matices: ralladura de limón, de naranja o de mango. Sin importar la variedad, el pueblo tinerfeño de Icod de los Vinos es sin duda uno de los lugares donde más arraigo tiene la tradición repostera.
Bien amasada con harina, levadura, anís y huevos, toda esta mezcla se dispone en forma de circular, se fríe y se baña en almíbar de azúcar. Ya desde que uno se acerca por la calle Fray Cristóbal Oramas de este municipio norteño, el aroma sirve de carta de presentación y el nombre no deja lugar a dudas: La Rosquetería.
Variedad tradicional
En La Rosquetería de Icod van más allá del dulce que les ha labrado una reputación porque ofrecen otras delicias como truchas de batata, laguneros de cabello o pastelitos de guayabo que, dependiendo del paladar, son incluso más apreciadas que el propio rosquete.
A día de hoy la segunda generación regenta este popular negocio en todo la vertiente norte de Tenerife, que se ha convertido en punto de encuentro tanto para la clientela de toda la vida como para quienes pasan el día de visita y quieren terminar la excursión de la forma más dulce o, mejor aún, llevarse un paquete para casa o de regalo para algún familiar o amigo.
Un visita al drago milenario
Después de tanto dulce es recomendable un paseo por el pueblo para conocer su célebre drago milenario, singular especie de Canarias y otras islas de la Macaronesia, con una edad se estima en unos ocho siglos. Además, en el casco histórico de Icod nos aproximaremos a la arquitectura tradicional en edificios que acogen restaurantes normalmente aromatizados por su famoso guiso de conejo con papas del país
Esta villa, conocida por la fama de sus vinos en el siglo XVI, albergó un importante ingenio azucarero de Tenerife y, aunque fue destruida parcialmente por un incendio en 1798, fue reconstruida con esmero para aprovechar sus zonas verdes. Así, a día de hoy, se conservan en su centro histórico construcciones como la iglesia matriz de San Marcos, las plazas de Lorenzo Cáceres y de la Pila y el convento de San Francisco.