Hay personas, nombres, gestos, expresiones, creación, sabiduría… que no se olvidan jamás. Sin saber que años después compartiría con él momentos de mesa y mantel, se empapaba un servidor con la crónica de Caius Apicius que enviaba EFE cada semana.
Aquello de la gastronomía distaba muy mucho de lo que hoy aparenta.
La “C” y la “A” iniciales de nombre y apellido las imbricó este gallego insigne en el personaje histórico que dio contorno al concepto de la gastronomía en la lejana Roma. Muy bien pudiera haber sido escribano de la época Cristino, siempre atento al devenir de la culinaria de los siglos, para transmitirlo con su pluma ágil, estructurada, docta y pletórica de conocimiento.
Una delicia esa ortodoxia única volcada en el periodismo especializado, estricto aunque aderezado con señas socarronas, divertidas y sagaces tan suyas.
Busco en internet y compruebo que Cristino escribió su crónica habitual el 18 de diciembre: “El verdadero árbol de Navidad”. Un mes más tarde, este 19 de enero, nos dejaba.
Invito a que rebusquen en la red y se lean todo aquel universo exquisito que ha legado este escritor, maestro, que siempre tenía algún guiño para Canarias.
Inolvidable Cristino.