Pachico

Pachico tiene ochenta y seis años, va al gimnasio cada mañana, camina mucho, lee todo lo que puede, escribe y trata de estar al tanto de lo que pasa en el mundo

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Juan Francisco Bosch, Pachico, poco antes de la presentación de su última novela en el Club Inglés de Las Palmas de Gran Canaria
Juan Francisco Bosch, Pachico, poco antes de la presentación de su última novela en el Club Inglés de Las Palmas de Gran Canaria

Pachico acaba de escribir un nuevo libro, una novela titulada Dos cerebros y un cuerpo. Pachico tiene ochenta y seis años, va al gimnasio cada mañana, camina mucho, lee todo lo que puede y trata de estar al tanto de lo que pasa en el mundo, en el más cercano y en el que no entendemos, si es que alguna vez hemos entendido algo. Pachico se llama Juan Francisco Bosch, es ingeniero aeronáutico, vivió y trabajó algunos años en Londres, en donde estudió en el Imperial College, y ejerce de abuelo, enseña a sus nietos y aprende de ellos. 

Pachico llegó hace años a un Taller de escritura que yo impartía en la Casa Museo Pérez Galdós. Venía de la mano de Coca de Armas, una mujer a la que admiro y que también demuestra que la edad es un salto hacia delante, un nuevo comienzo diario, para seguir creciendo y aprendiendo. Uno nunca sabe los años que va a estar en esta vida, y por eso hablo de las relatividades de las edades, de quienes logran vivir siempre con la curiosidad de una mente despierta y de quienes nunca tiran la toalla a las primeras de cambio. Si hay salud y suerte, y ganas de emprender nuevos caminos, la existencia es la aventura más grandiosa, la única que tenemos, de momento, para experimentar la felicidad y para amar todo lo que nos dejen. Después de aquel taller, Pachico empezó a escribir novelas y ya ha publicado cuatro. Cada día arma mejor sus historias y da pistas a través de sus personajes de esa vida que él ha transitado aprendiendo a ganar y a perder como los buenos jugadores en medio de la nada, alentando el esfuerzo y asumiendo que el azar siempre termina escribiendo muchas de nuestras páginas más importantes. 

En esta nueva novela se acerca a los experimentos médicos, a los trasplantes y a ciudades que conoce bien, a Londres y a Las Palmas de Gran Canaria; pero también al amor, al paso del tiempo y a todos esos reflejos que van quedando en el espejo de Stendhal cuando va por los caminos de la vida tratando de contarnos. Pachico nunca pierde la sonrisa, ni tampoco el gesto sereno de quien ha visto mucho mundo y mucho ser humano parecido en todas partes; jamás pontifica y sólo busca seguir aprendiendo como el náufrago que sabe que debe seguir flotando si quiere llegar a alguna orilla que le salve. Muchas veces hablamos del universo, de su inmensidad y de su constante cambio, de lo pequeño que es el hombre a los ojos de los multiversos y de los agujeros negros, y al final siempre confluimos en la literatura, en ese bendito juego que nos permite ser dioses de nosotros mismos durante un rato. Pachico escribe, lee, va al gimnasio, cumple años y para mí es uno de esos referentes necesarios en los que sé que siempre puedo aprender algo, sin demagogias y sin teorías extrañas. Lean sus libros y, si tienen la ocasión, hablen con él, aprendan de la serenidad de su semblante, de esa bonhomía inteligente que la vida regala a quienes la honran a diario.