El arte también es una forma de rebeldía. Desde un cuadro, con una novela o con una canción se puede expresar el malestar con tu tiempo, con quienes gobiernan o con la propia vida, tan inasible y tan puñetera a veces que solo te queda la creación desde la nada para poder saber que no estás a merced del azar todo el rato. Algunos olvidan que este país vivió una Dictadura ayer mismo, o por lo menos así nos parece a los que ya habíamos nacido cuando vivía Franco y todo era gris y en blanco y negro. En esos tiempos, rebelarse tenía un precio, y la cárcel, el exilio o la propia muerte eran riesgos que asumían quienes no dejaron de luchar por la libertad.
El Grupo El Paso fue valiente, muy valiente, nada menos que en 1957. Planteó nuevas formas de acercarse a la creación artística desde la pintura y la escultura, y gestó una manera de entender el arte que le emparentó con todas las vanguardias de Europa y América. Fueron originales y rebeldes, y de aquella manifestación creativa buscando los mismos objetivos viene buena parte del arte vanguardista de España en el siglo XX y en este en el que estamos, en el que esas tentaciones de coartar la libertad creativa y de pensamiento, siguen estando presentes y siempre al acecho. Los artistas, por tanto, no deben olvidar lo que fue El Paso, lo que consiguió y todos los caminos que fue abriendo para inventar otros nuevos.
En estos momentos, la Fundación Martín Chirino, en Las Palmas de Gran Canaria, mantiene abierta una exposición, magníficamente comisariada por Jesús María Castaño, en la que podemos ver obras del grupo El Paso, con un papel protagonista de dos canarios que en aquellos años ya empezaban a ser universales: Martín Chirino y Manuel Millares. Pero en ese recorrido que ha ideado Castaño no faltan Manuel Viola, Pablo Serrano, Antonio Saura, Juana Francés, Luis Feito, Rafael Canogar, Antonio Suárez o Manuel Rivera. Igualmente, nos encontramos con documentos que recogen la importancia de aquel momento y las consecuencias que tuvo en un franquismo que no esperaba esa rebelión artística desde dentro con artistas que miraban muy lejos, muy alto y con un talento que se iría demostrando con el paso de los años.
Uno también se encuentra en el Castillo de la Luz con el ejemplar de Papeles de San Armadans, la revista que entonces dirigía Camilo José Cela desde Mallorca, dedicado al Paso, o con fotografías y textos que ayudan a contextualizar y a valorar todavía más ese movimiento de unos jóvenes que, como muchos universitarios de entonces, se negaban a que el futuro no tuviera puertas abiertas para los que vinieran más adelante. Muchas de esas puertas que luego hemos encontrado abiertas para crear, pensar y vivir libremente se gestaron en la valentía de personas como las que integraron El Paso. Todo ese camino lo podemos ver estos días en Las Palmas de Gran Canaria. Lo que ellos crearon sigue emocionando, esa es la grandeza del arte, la capacidad de conmovernos en cualquier lugar, en cualquier tiempo y, por supuesto, en cualquier circunstancia.