El descenso de la Unión Deportiva Las Palmas a Segunda División, tras una campaña con 8 victorias, 8 empates y 22 derrotas, supone un punto de inflexión para la entidad amarilla. Tras dos años en la élite, el reto que se presenta ahora es común a todos los clubes que caen de la máxima categoría: reconstruirse sin perder competitividad y volver cuanto antes. Pero, ¿cuánto se tarda realmente en regresar?
Analizando las once últimas temporadas, desde la 2014-15 hasta la recién finalizada 2024-25, se han producido 33 descensos a Segunda División. De ellos, aproximadamente tres de cada cuatro equipos han logrado volver a Primera en algún momento. La media de tiempo que tardan en lograrlo quienes lo consiguen es de 1,8 temporadas. Es decir, regresar a la élite en una sola temporada es posible, pero no es la norma. Y un 24% de los clubes descendidos en ese periodo aún no ha conseguido volver, lo que confirma que el riesgo de estancarse en el pozo de la Liga Hypermotion es alto.

Las trayectorias de clubes como Girona, Espanyol o Valladolid permiten entender mejor esta dinámica. El conjunto gerundense descendió en 2019 y regresó en 2022, logrando desde entonces consolidarse hasta firmar una histórica tercera posición la pasada temporada. El Espanyol, por su parte, ha vivido un ciclo de ascensos y descensos: bajó en 2020, subió en 2021, volvió a bajar en 2023 y ascendió de nuevo en 2024. Un patrón que comparte con el Valladolid, que tras su descenso en 2021 subió en 2022, descendió en 2023 y regresó también en 2024. Son equipos ascensor, que se mueven entre dos mundos sin consolidarse en ninguno.
Históricos en un agujero negro
Para Las Palmas, este nuevo descenso no es solo un revés deportivo, sino también un desafío estructural. La experiencia de la temporada 2017-18, cuando el equipo cayó a Segunda y necesitó cinco años para regresar, aún está reciente. La historia demuestra que, cuanto más se alarga la estancia en la categoría de plata, más difícil se hace el retorno. Es la situación en la que han quedado atrapados clubes como el Deportivo de La Coruña, que cayó en 2018 y terminó descendiendo incluso a Primera RFEF, o el Málaga, que descendió junto a la UD en 2018 y ha vivido un ciclo errático que lo mantiene fuera del fútbol profesional. El Real Zaragoza es quizá uno de los casos más llamativos, como el del Oviedo, que acaba de retornar a la Liga EA Sports después de más de dos décadas de ostracismo.
No obstante, también hay casos de retorno inmediato. El Levante subió al primer intento tras su descenso en 2016, lo mismo que el Alavés en 2023 y el propio Espanyol en 2021. Aun así, la estadística es clara: la mayoría de equipos necesitan al menos una temporada de adaptación. Esa primera campaña suele servir para reestructurar el club, asumir el golpe económico que supone el descenso, y competir en una categoría donde el margen de error es mínimo y la igualdad máxima.
Referentes de éxito
En contraste, hay clubes que han demostrado que es posible estabilizarse tras regresar. El Rayo Vallecano, por ejemplo, subió en 2021 y ha completado tres temporadas consecutivas en Primera. Lo mismo ocurre con el Mallorca, que descendió en 2020, volvió en 2021 y ha consolidado un proyecto competitivo y equilibrado desde entonces. Estas historias ofrecen referentes posibles para la UD, si se combinan planificación, acierto en los fichajes y estabilidad institucional.

A corto plazo, el objetivo es claro: mantener una base sólida de plantilla y cuerpo técnico, reforzarse con inteligencia y competir desde el primer minuto por los puestos de cabeza. La estadística refuerza la urgencia: de los equipos que han ascendido en los dos primeros años, más de la mitad lo hicieron en el primer intento. Y los que no lo logran en esa temporada inaugural suelen entrar en dinámicas más largas y difíciles de revertir.
Vaivén entre divisiones
La temporada 2024-25 ha presentado una competición especialmente exigente. Los otros dos equipos que han bajado junto a la UD —Leganés y Valladolid— llegan a esta nueva etapa en condiciones de seguir siendo competitivos. El Leganés, recién ascendido en 2023, ha regresado a Segunda solo un año después, y el Valladolid sigue en ese vaivén constante entre divisiones. Todo ello refleja una movilidad creciente entre Primera y Segunda, en la que cada temporada se ha convertido en una prueba de resistencia.
En definitiva, el regreso a Primera División no es una ciencia exacta, pero las cifras y los ejemplos marcan una tendencia clara: el margen de dos temporadas suele marcar la diferencia entre un club que mantiene la ambición y otro que corre el riesgo de diluirse. Para la UD Las Palmas, el desafío ya ha comenzado. Las condiciones no son fáciles, pero con planificación, ambición y acierto, es posible revertir el golpe. Y el reloj ya está corriendo.