El delantero escocés de la UD Las Palmas Oliver McBurnie / EFE - ÁNGEL MEDINA G
El delantero escocés de la UD Las Palmas Oliver McBurnie / EFE - ÁNGEL MEDINA G

La UD Las Palmas de los corazones rotos

El desapego marca la relación del equipo amarillo con su parroquia

Martín Alonso

Actualizada:

El domingo pasado, en el Estadio de Gran Canaria, me quedé sentado en mi butaca hasta el pitido final. No sé muy bien por qué, la verdad. Aquello no fue un acto de fe: soy agnóstico porque mis experiencias vitales me han llevado hasta el descreimiento. Bastaba, además, con prestar atención al césped. A fútbol, sólo a fútbol, la Real Sociedad era infinitamente superior a la UD Las Palmas. Por más que aquello se alargara en el tiempo, podían pasarse cinco días enteros jugando, la remontada era un suceso imposible

Así que allí me quedé sentado, postergando otros planes más placenteros. Y en mi sitio permanecí medio parado, sin saber muy bien qué hacer, cuando Ortiz Arias —el árbitro— señaló el final del partido y la UD Las Palmas certificó otra derrota que la arrastra como un cuerpo inerte hasta el fondo de la clasificación. No me nació cabrearme; no me surgió amargarme. Debe ser la edad. Cuando reaccioné me vi, en fila india, como uno más, en busca de la salida escaleras arriba. "Ya escribiré algo", pensé.

Jaime Mata, delantero de la UD Las Palmas, lamenta el tercer gol del Villarreal CF y otra derrota del representativo grancanario. / ANDREU ESTEBAN-EFE
Jaime Mata, delantero de la UD Las Palmas, lamenta el tercer gol del Villarreal CF y otra derrota del representativo grancanario. / ANDREU ESTEBAN-EFE

Qué decir

Hoy, 72 horas después, me planto delante del ordenador sin saber aún muy bien qué quiero contar sobre el devenir de nuestra querida Unión Deportiva. ¿Qué más se puede decir? ¿Hay algo que podamos decir para que cambien las cosas? No. Y no hay nada peor, cuando el vínculo entre dos partes se basa en la pasión, que la indiferencia. Y ese estado de ánimo, llámelo usted indeferencia o apatía, desapego, hastío, desgana, desamor, etcétera, es justamente lo que más genera estos días Las Palmas.

Lo que me sucedió a mí también le pasó a un buen amigo, uno de esos periodistas estupendos que ha abandonado últimamente el oficio para tragedia de la profesión. Ayer, en una de nuestras conversaciones que siempre desembocan en la UD Las Palmas, me reconoció que salió del estadio con la sensación de ser "cómplice" de un engaño. "Compras algo con lo que no comulgas", me puntualizó, "y sigues ahí, sabiendo que te van a engañar. Nos vamos a Segunda, pero con una cerveza, no sé ni cuántos centros médicos UD y un amistoso en San Antonio de Texas".

El Alavés gana 2 0 a Las Palmas / EFE - ADRIÁN RUÍZ
Sandro, cabizbajo, en la derrota de la UD Las Palmas contra el Alavés. / EFE - ADRIÁN RUÍZ

Cuestión de fútbol

Ese comentario no es un hecho aislado en la parroquia amarilla, pero la realidad apunta hacia otro lado: el problema más grave que tiene la UD Las Palmas es de fútbol. La situación de Álvaro Valles se gestionó con el culo —con perdón—; las salidas de Coco y Cardona no se cubrieron con gente, como mínimo, de su nivel; no tenemos laterales competentes —ni por la derecha ni por la izquierda—; echamos muchísimo de menos a Kirian —y no sólo por el juego—; y resistimos en pie porque Fabio Silva se ha empeñado en pelear solo contra el mundo.

Lo demás es la guarnición del solomillo. Es lógico que una empresa quiera ser productiva para repartir beneficios entre sus propietarios. El mundo funciona así y estamos donde estamos a partir de ciertos principios básicos del capitalismo. El problema es cuando la compañía mercantil pierde el paso y se aleja de su actividad principal.

El precio del posible descenso: el impacto económico de una UD en Segunda. En la imagen, el presidente del club amarillo, Miguel Ángel Ramírez. / EFE
En la imagen, el accionista mayorittario y presidente de la UD Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez. / EFE

Contradictorio

La Unión Deportiva tiene más ejecutivos que nunca para vender sus productos y cada día que pasa se aleja más de sus aficionados; tiene más periodistas que nunca en nómina y nunca antes había comunicado menos a sus seguidores; cuenta con más perfiles que nunca en redes sociales y el algoritmo cada vez me lleva menos a sus canales; en sus filas nunca había tenido tantos delanteros internacionales y sólo uno de esos atancantes marca goles; se fundó hace 75 años para que nunca más al futbolista de la tierra tuviera que emigrar a la Península y ahora termina sus partidos sin un canterano en el once; y nunca antes había tenido centros médicos y ahora que gestiona varios deja más corazones rotos que nunca

Sigo igual que el domingo, muy bien sin saber qué decir. Todo es contradictorio. Algo falla, Miguel Ángel. Y no, no es una cuestión de cariño.