La figura del director deportivo es una de las más determinantes —y menos comprendidas— del deporte profesional. En el caso del Club Baloncesto Gran Canaria, ese rol lo encarna desde 2020 Willy Villar, un profesional con más de dos décadas de experiencia en los despachos del baloncesto español y cuya visión va más allá de los fichajes. Su labor se construye desde la discreción, el análisis y, sobre todo, una implicación diaria con el equipo profesional.
Su historia arranca en el extinto equipo balear Drac Inca, cuando una lesión le obligó a tomar una decisión inesperada. “El presidente me dijo que pensaba que yo podía llevarla dirección del club”, recuerda. En aquel momento aún tenía años de contrato como jugador, pero optó por retirarse y asumir la dirección deportiva. “Fue una gran desgracia en aquel momento, porque yo pensaba seguir jugando mucho tiempo y para eso me preparaba físicamente… pero con el paso del tiempo, sin duda fue una gran oportunidad”.
Aquel episodio marcó el inicio de una trayectoria sostenida en el tiempo. “Son 22 años consecutivos de dirección deportiva, que al final no es fácil, por lo complicado que siempre es el deporte, con la dependencia de los resultados y todo lo que conlleva”, relata Villar.
'Scouting' preventivo
Cuando se le pregunta por las grandes áreas de su trabajo, Villar subraya que la elección de los jugadores representa su tarea de mayor relevancia, pero aclara rápidamente que desempeña otras muchas durante todo el ejercicio.

Entre sus tareas clave está el seguimiento continuo de jugadores. No solo los que podrían interesar para la siguiente temporada, sino también aquellos que podrían ser fichados en cualquier momento si surge una lesión o una necesidad urgente. “Llamamos a eso scouting preventivo”, explica. “Es estar siempre alerta. Nunca sabes en qué momento puede haber una desgracia en forma de lesión, como nos ha pasado recientemente con Carlos Alocén”.
Ese seguimiento se completa con el trabajo de campo, que en su caso es literal: Villar asiste a todos los entrenamientos del equipo, salvo que esté de viaje. “Me sirve para hacer la gestión con el entrenador. Después de cada entreno hablamos sobre cómo se encuentra el equipo, a nivel de trabajo, de jugadores específicos, y de cualquier factor que esté influyendo en el rendimiento, tanto individual como del grupo”.
Distintos matices
Aunque no se involucra en cuestiones técnico-tácticas, su visión desde fuera del cuerpo técnico aporta matices distintos. “Me detengo más en estas cosas. El entrenador está preocupado por el bloqueo directo; yo me fijo en si el equipo está alicaído, si un jugador está bien integrado o no, cuestiones de este tipo”.
Además, actúa como enlace entre los distintos niveles del club: dirección, consejo de administración, entrenador, plantilla. Su misión es detectar posibles problemas antes de que escalen. “No se trata solo de rendimiento deportivo. A veces un jugador no rinde porque tiene un problema personal. El hijo tiene dificultades en el colegio, la pareja no se adapta, está solo. Hay que estar al tanto de eso para activar los recursos del club”.

En este sentido, insiste en que todos los factores importan. “A veces un jugador lleva dos o tres partidos que no da una. Puede ser algo físico, psicológico, familiar. Y otras veces, es el colectivo el que está deprimido, por ejemplo tras dos derrotas seguidas o por un exceso de confianza. Hay que detectar esas dinámicas”.
Nuevas herramientas
Uno de los aspectos en los que más ha evolucionado su trabajo es el acceso a información. El exjugador recuerda, al inicio de su camino como secretario técnico, los vídeos que le mandaban por correo. “Te mandaban partidos completos y tenías que buscar tú las jugadas. Ahora los programas de scout te permiten ver todo al segundo. Puedes elegir solo lo que hace un jugador en ataque, en defensa o en situaciones específicas".
El Granca utiliza programas de búsqueda que están extendidos por toda la ACB, lo que facilita piezas audiovisuales y estadísticas avanzadas a tiro de clic, un minuto después de que suene el nombre del jugador por vez primera.
Pero la experiencia de Villar le hace seguir confiando en el trabajo in situ, pues viajar y ver jugadores en directo sigue siendo crucial para él. “No tanto para tener la información, que ya la tienes en internet, sino para detectar cosas que el vídeo no muestra. Para mí sigue siendo igual de importante que antes”.
Presupuesto, objetivos y contexto
La dirección deportiva no se puede entender sin tener en cuenta el presupuesto del club. El Dreamland Gran Canaria se mueve en la zona media-alta de la Liga ACB. Y eso condiciona, inevitablemente, el mercado al que pueden acceder. “Todos querríamos a Tavares, pero eso solo lo tienen al alcance el Madrid o el Barça”.
Por eso, el valor del trabajo no está solo en el resultado, sino en la gestión del contexto. “Tu éxito estará en función de los objetivos y del presupuesto. Si con el peor presupuesto salvas la categoría en el último segundo del último partido, eso es un éxito. Igual que si estás en Copa del Rey o ganas la Champions League con el octavo presupuesto, también”, subraya.

Esa es la lógica que aplica a su trabajo: detectar talento que rinda por encima de lo que cuesta. “A lo mejor la opción del Gran Canaria es el número 13 de una lista, y tú consigues un jugador que rinde como el número 5. Eso es una grandísima gestión”.
Por eso insiste en que la clasificación final no siempre refleja la calidad del trabajo. “No tiene por qué ser mejor el director deportivo que quedó noveno que el que quedó decimosexto. Hay que mirar el presupuesto y las posibilidades que había”.
Claves silenciosas
Si hay una virtud que Willy Villar considera imprescindible para un director deportivo es el control emocional. “Es la pieza básica de donde sale todo. Porque recibes muchos inputs: del presidente, del entrenador, de los jugadores… y todos en situaciones de máximo estrés”.
Esa presión constante solo se puede gestionar, dice, desde la calma. “Tienes que pensar claro. Si te embulles del estrés de los demás, no puedes aportar soluciones. Cuando los demás están en crisis, tú tienes que relativizar”.
A eso suma el conocimiento, como segunda gran pata del trabajo. Y una tercera, que no siempre se puede enseñar: el talento. “Conocer la esencia del juego, tener un ojo distinto. Ese talento que algunos tienen de ver cinco minutos de juego y desgranarlo todo”. Admite que hay compañeros que tienen esa capacidad, una visión del baloncesto que marca diferencias. “Hablas con ellos y te das cuenta de que tienen una capacidad de análisis diferente. Ese talento ayuda. Se puede mejorar con trabajo, pero hay algo que es innato”.
Oportunidades vs materia prima
Uno de los temas más sensibles en el entorno del Dreamland Gran Canaria es la presencia —o ausencia— de jugadores canarios en el primer equipo. Willy Villar aborda la cuestión con claridad. “Sí que estamos promoviendo la entrada de chicos desde la cantera. En los últimos cinco años hemos utilizado canteranos, no canarios, pero canteranos. En la final de la Eurocup jugamos con dos titulares, Olek (Balcerowski) y Khalifa (Diop)”.

Pero reconoce una dificultad estructural, pues no hay tantos jugadores locales con las condiciones físicas que exige el baloncesto profesional. “La mayoría de los que han salido son bases. No tenemos ese físico de 2,10 que sí se ve en otros sitios como por ejemplo Mallorca. Allí ocurre lo contrario, hay muchos jugadores grandes, muy pocos bases”. De hecho, recuerda nombres como Emilio Boada, Berni Hernández, Fabio Santana, Cristian Díaz u Óscar Alvarado, todos bases, todos canarios, todos con algún paso por el primer equipo.
Lo invisible
El trabajo de un director deportivo, como el de Willy Villar en el CB Gran Canaria, no se mide solo en fichajes. Se mide en decisiones que no se ven, en gestiones que evitan conflictos, en diagnósticos que previenen crisis. Se mide en presencia. En constancia. En estar todos los días, también los malos. Cuando todo el mundo se va de vacaciones, para él arranca el tramo del curso más decisivo y más exigente.
Su rol, como él mismo reconoce, se parece al de un bombero de aeropuerto: “Igual en diez años no pasa nada… pero si un día ocurre algo, es cuando más se ve tu trabajo”. Ese día —y todos los que lo preceden— Villar está ahí. Con la misma discreción que contundencia. Y con la misma pasión intacta por el baloncesto.

