Los puertos son irremediablemente las infraestructuras económicas que más expuestas están a las consecuencias del cambio climático. El crucial tráfico de mercancías y pasajeros, la pesca o la actividad turística dependen del buen estado de los puertos, por ello prever cómo cambiará el océano por las consecuencias del cambio climático no solo es vital para la supervivencia de los ecosistemas, sino también para la economía.
Con esto en mente, desde los puertos de Canarias se han interesado en abordar desde el ámbito científico los cambios que ya se están viendo en los océanos. Para ello han celebrado este viernes una jornada con varios coloquios centrados en la necesidad de captar los máximos datos posibles para tomar medidas de cara a los peores escenarios climáticos.
El oleaje cambia
Una de las consecuencias que puede tener el cambio climático es el oleaje marino. Durante las jornadas, el jefe del servicio de modelación de la Aemet, Ernesto Barrera Rodríguez, ha explicado que la predicción del oleaje no es local, sino que requiere tener en cuenta las borrascas que se forman en diferentes partes del mundo. Por ejemplo, el mar de fondo que se suele dar en las islas está causado por borrascas que se crean en otras partes del Atlántico.

Según ha explicado, las previsiones que manejan para los peores escenarios climáticos apunta a un cambio en oleaje y a una disminución en el tamaño de las olas en determinados puntos del planeta. Si bien el experto Moncho Gómez Gesteira ha apuntado que las previsiones que maneja es que el oleaje extremo no disminuya con el cambio climático. Es decir, que las situaciones más extremas sean más comunes.
Tal y como apuntó Barrera Rodríguez, las olas varían su tamaño según donde están: son mayores en los polos y menores en el ecuador. Explicó como ejemplo que si el hielo en el Ártico se derrite, se prevé que el oleaje cambie debido a que no se vería frenado por la capa de hielo.
Desierto en el mar
“Si en el futuro el oleaje cambiara su dirección de propagación de forma notable habría que repensar la ubicación de los puertos”, ha avisado. Junto con las olas hay otro factor fundamental: cómo el aumento del dióxido de carbono (CO2) va a influir en los océanos. El catedrático de la Universidad de Las Palmas Santiago Hernández León explicó que si antes cada mil años subía la temperatura un grado, en los últimos 100 años ya ha aumentado 1,5 grados.
“Estamos yendo hacia la desertización del océano”, ha apuntado en relación a cómo el aumento del CO2 en el océano está fomentando la acidificación y como consecuencia se está transformando la pirámide alimenticia. Esto posteriormente afecta a la pesca en las aguas canarias, ha comentado Hernández León, debido a la falta de peces pequeños que sirvan para atraer a los grandes peces.
Consecuencias ya factibles
En su análisis también ha explicado que el aumento del nivel del mar ya se ve reflejado en el propio puerto de Las Palmas, donde una gasolinera que se encarga de suministrar combustible a determinados barcos se inunda cuando se dan condiciones de pleamar. Desde su punto de vista hay que poner en marcha proyectos que ayuden a mitigar la generación de CO2 a través del mar como hundir macroalgas o alcalinizar el agua, que son algunas de las propuestas que están investigando a nivel global.
Para Hernández, Canarias es un lugar privilegiado para el estudio del océano y de las consecuencias del cambio climático, una visión que también defiende José Joaquín Brito, director de la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan) Esta infraestructura alberga 23 kilómetros de plataforma marina para la investigación marina.
Banco de ensayos
“Necesitamos incrementar la observación”, ha aconsejado Brito, quien aboga por que Canarias se convierta en el banco de ensayos europeo en materia oceánica, una especie de turismo pero científico en el que la plataforma sirve para alojar proyectos científicos. Desde su punto de vista, se necesitan más datos y un entorno donde probar la tecnología que posteriormente sale al mercado.
Los tres ponentes del foro han avisado de la necesidad de aplicar medidas de mitigación. “No hacer nada es la peor de las decisiones”, ha comentado Brito. En la misma línea, Hernández avisa que los puertos “se tienen que tomar esto muy en serio porque nos va la vida, nos va la economía”.


