Emilio García, analista de políticas digitales, es el coautor de Chips y poder. Una batalla global por controlar la tecnología del futuro, una obra elaborada junto a la periodista Marimar Jiménez. Este martes viajó hasta Las Palmas de Gran Canaria para presentarla en El Libro Técnico - La Casa del Lector.
En la actualidad trabaja en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) como responsable de los observatorios del Archipiélago. Además, es el administrador del Observatorio del Roque de los Muchachos (La Palma) y asesor de relaciones institucionales.
El libro
El libro está basado en la batalla entre Estados Unidos y China para hacerse con la hegemonía global en la carrera tecnológica. La clave reside en la importancia de los chips, fundamentales a la hora de tomar ventaja en, por ejemplo, la inteligencia artificial (IA).
Bajo el paraguas de la editorial Catarata y con prólogo de Jordi Sevilla, se plantean preguntas como el futuro y el papel que jugarán los semiconductores a escala mundial. García concede una entrevista a Atlántico Hoy en la que reflexiona sobre infinidad de asuntos como el papel de las empresas y los gobiernos; la extracción de tierras raras; o las oportunidades que tienen las Islas.
[Pregunta] Antes de empezar, una pregunta de rabiosa actualidad: ¿qué lección, desde el punto de vista tecnológico, podemos extraer del apagón ocurrido este lunes en la Península? Sé que no es su campo, pero evidencia que los sistemas se pueden desplomar de un momento a otro.
[Respuesta] Esto lo que demuestra es la dependencia que tenemos de la tecnología en general y de los chips en particular aunque tengan poco que ver con lo que pasó este lunes. Pero claro, también explica mucho por qué las naciones buscan tener una soberanía tecnológica. Aquí en Canarias vimos cómo a partir de las a partir de las 20:00 horas estábamos todos desamparados porque no podíamos comunicarnos con nadie.
Escribir un libro sobre este tema parece todo un reto en medio de un contexto en el que van apareciendo novedades donde parece que no todo el mundo tiene claro en qué consiste. ¿Qué ha sido lo más difícil en el proceso?
Lo que nos planteamos era tratar de hacer ver la importancia de la tecnología y por eso hemos procurado darle un tono divulgativo. Hacer comprensible a todo el mundo lo que es esta guerra de los chips. Ha sido un reto porque esto es como hablar en 1942 de la Segunda Guerra Mundial, resulta de rabiosa actualidad.
Pero es un asunto que sin duda dominan.
Es un tema que tanto Marimar [Jiménez] como yo hemos tratado mucho porque hemos estado mucho tiempo, como decimos nosotros, en las trincheras de la guerra de los chips. Ella como periodista y yo como articulista.

Al hablar de chips, lo primero que se me viene a la cabeza son grandes empresas tecnológicas fabricándolos a destajo con unos beneficios enormes. Pero, ¿en qué lugar quedan las compañías más pequeñas? ¿Hace falta democratizar más la producción?
Eso es complicado porque la fabricación exige grandes inversiones de capital, si está en un estado avanzado puede costar 20.000 millones. Y los diseños exigen mucha inversión en I+D. Entonces la democratización, como tú dices, es complicada.
¿La ve lejana?
No veo que sea muy posible. Sí habría que tratar de asegurar que las cadenas de suministro no se quiebren por temas de aranceles o restricciones comerciales como está pasando porque ahí al final termina perdiendo la innovación.
En el libro menciona a la empresa canaria Wooptix y el papel tan importante que jugó. ¿En qué consistió su trabajo?
Wooptix es probablemente una de las empresas más interesantes que hay en el panorama español porque se dedica a un segmento muy particular que es la maquinaria de fabricación, clave a la hora de hacer chips. Ellos desempeñan la metrología, evaluar la calidad de los chips según se van fabricando.
¿Cómo de importante es?
Para que nos hagamos una idea de su potencia, es capaz de evaluar la calidad de los microchips cuatro veces más rápido que el principal productor, la americana KLA. No es sorprendente que haya salido en las Islas porque tiene mucha relación con temas de óptica en el Instituto Astrofísico de Canarias.

La crisis de los microchips que se desató durante la pandemia puso aún más de manifiesto las guerras comerciales entre grandes potencias como Estados Unidos y China. Se trata de un panorama que Canarias tiene lejos, pero, ¿puede el Archipiélago pensar que es inmune al problema?
Evidentemente no. Ningún territorio es inmune a estos procesos geopolíticos. Canarias no se vio afectada en el tema de fabricación, pero en el asunto del servicio de los coches se tardó más. En la pandemia lo que se vio fundamentalmente fue eso. Todos estábamos afectados porque productos que generalmente teníamos servidos en una semana o dos, a lo mejor tardábamos dos meses en conseguirlos.
La guerra de los semiconductores ha evidenciado, una vez más, la influencia que tienen las empresas sobre los gobiernos y viceversa. ¿Quienes tienen el tema en sus manos están haciendo un trabajo responsable?
Creo que muchos gobiernos han hecho lo que se debía hacer como fortalecer las cadenas de suministro. Han tratado de facilitar las inversiones, bien sea con incentivos fiscales o dando subvenciones directas. Las grandes empresas evidentemente buscan su beneficio, pero yo creo que aquí sobre todo lo que se exigía era una respuesta de los gobiernos. Los de las grandes áreas económicas han respondido con mayor o menor acierto.
Uno de los materiales más preciados a la hora de fabricar chips son las tierras raras. En Canarias hay muchos que apuestan por investigar si existen en el Archipiélago y extraerlas; mientras otros —como el propio gobierno regional— se oponen. ¿Nos estamos equivocando?
Estas cosas siempre son complejas. Yo creo que la explotación de los minerales hay que realizarlas con respeto al medioambiente y más en un entorno como Canarias.
Por lo tanto, ¿extraer tierras raras, sí; pero siempre que se respete el medioambiente?
Efectivamente.

En el libro tratan de explicarlo todo de manera sencilla para que el lector no se pierda entre tecnicismos y geopolítica —algo que no se suele hacer con temas así—. Tras su análisis, ¿se atreve a concluir quién lleva exactamente la batuta en todo este entramado?
Es complicado porque las cadenas de suministros de semiconductores es muy compleja y extensa. Hay muchos actores. A lo mejor un chip para terminar fabricándose atraviesa 20 fronteras. Desde que empiezas con la extracción del silicio hasta que lo incluyes dentro de un determinado producto. Estados Unidos tiene el 40% de las ventas de mercado en semiconductores en global. No solamente fabricación, sino también diseño o maquinarias.
¿De dónde parte todo?
La guerra de semiconductores se inicia porque China intenta hacerse autosuficiente porque lo necesitaba para su industria. Precisamente de lo que hablábamos antes, los chips se necesitan para todo, en especial para hacer fabricación, por ejemplo. Todas las cadenas de fabricación tienen semiconductores. Entonces, China se planteó en el 2015 una estrategia para ser autosuficiente.
¿Qué ocurrió?
La respuesta de Estados Unidos al ver que aceleraba fue tratar de limitar ese progreso o por lo menos mantener su ventaja. Estados Unidos está consiguiendo limitar el progreso de China en la miniaturización necesaria para hacer chips avanzados, pero no hay que descartar que China encuentre otra vía para hacer chips potentes.
¿Usted cree?
Está avanzando mucho en fotónica, el empaquetado de chips o en el tema de los núcleos de propiedad intelectual. No es descartable que consiga situarse al mismo nivel que EEUU. Aquí nunca va a haber ganadores, sino perdedores globales en el sentido de que se creen dos bloques y haya un desacoplamiento.
Retomando el tema de las tierras raras, elementos que puede haber en Canarias, podría ser una oportunidad para que el Archipiélago sea un actor importante a la hora de conseguir soberanía energética.
Canarias tiene muchas oportunidades, no solamente es el tema de las tierras raras. El Archipiélago tiene un marco económico y fiscal muy provechoso para establecer, por ejemplo, empresas de diseño. No hay nadie que pueda ser un jugador global excepto Estados Unidos y China. Los países de Europa lo tienen complicado por sí solos. Pero las Islas sí que pueden aprovechar esta oportunidad.
¿De qué manera?
Por ejemplo en materiales con el tema de tierras raras, en caso de que las que están ahí son las que se necesitan para los semiconductores, porque no todas no todas son iguales. Es una agrupación de materiales distintos. Por otro lado, tiene la oportunidad del diseño. Hay un ecosistema que puede llegar a ser interesante si se potencia.
En un contexto cada vez más digitalizado y tecnológico, ¿en qué lugar quedan territorios como Canarias tan dependientes del sector servicios? ¿Corremos el riesgo de quedarnos atrás si no apostamos por la fabricación de semiconductores?
Cada día que no se apuesta firmemente, es un día perdido. Hace dos años el anterior gobierno sacó una estrategia, el Canarychip, más acertada o no, pero quizás no se está apostando decididamente por este sector. No todo lo que debería.