Juan Palop: “El modelo turístico en Canarias se ha desbordado y necesita reconsiderarse”

El arquitecto y urbanista realiza un análisis en Atlántico Hoy sobre el actual modelo turístico y hacia dónde debería dirigirse para proteger la biodiversidad de Canarias

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Juan Palop, arquitecto / COLEGIO OFICIAL DE ARQUITECTOS
Juan Palop, arquitecto / COLEGIO OFICIAL DE ARQUITECTOS

Juan Palop-Casado es arquitecto y urbanista. Es fundador y director de la empresa LPAStudio. Ha concedido una entrevista a Atlántico Hoy para hablar sobre el modelo turístico que se desarrolla en Canarias y qué es lo que ha llevado a la convocatoria de las manifestaciones del 20 de abril en todas las islas. Si hubiera que usar una palabra para resumir todo sería “gestión” y este arquitecto lo tiene claro. “También creo que las zonas turísticas tienen que tener un plan de renaturalización porque muchas zonas turísticas se han convertido en aquello que intentaban combatir: han empezado a industrializarse ellas mismas”.

La gobernanza, la protección de la biodiversidad y dejar de preguntarle al territorio qué capacidad de carga tiene son algunos de los puntos clave en esta entrevista. “El reto es desarrollarnos como sociedades sin comprometer los equilibrios y el bienestar social y ambiental del territorio que habitamos”. 

[Pregunta] A nivel urbanístico, ¿el modelo turístico actual en Canarias está mal? 

[Respuesta] El modelo turístico es, básicamente, todo el proceso de construir una experiencia, venderla, gestionar unas visitas y unas actividades. Dentro de esa experiencia, la parte espacial y paisajística es absolutamente fundamental. Probablemente, lo que nos está pasando es que hay que empezar a reconsiderar algunos aspectos de esa parte espacial, urbanística y paisajística. Yo creo que el asunto es el siguiente: creo que deberíamos empezar a tomar más en serio lo que es el turismo de masas. 

Creemos que este tipo de turismo no demanda unos niveles de gobernanza y de planificación altísimos. Lo que tenemos que empezar a entender es que gestionar un turismo de masas es un asunto de alta sofisticación y de alta complejidad. Eso es lo que ahora mismo está latente y seguramente en las manifestaciones del sábado el objetivo sea el de llamar la atención a tomar en serio este asunto. 

¿Qué cambios tendría que afrontar este modelo? 

Yo creo que antes de empezar a hacer cambios hay que intentar definir qué tenemos y qué no nos gusta de lo que tenemos. Vamos a dejar la solución a la creatividad, a la innovación y a la buena gestión pública. Tenemos un turismo que, espacialmente, estuvo planificado de una manera y que ahora, con las nuevas tendencias y tecnologías, se ha visto desbordado. ¿Cómo era el turismo original? Una cosa muy parecida a una práctica industrial, es decir, teníamos unas zonas industriales en ciertos puntos —las zonas turísticas— que funcionaban como tal y estaban localizadas y limitadas. Pero ese modelo se ha desbordado porque, por un lado, la experiencia turística está más interesada en la isla como destino y, por otro lado, se cruza el alquiler vacacional y las plataformas digitales. O sea, tenemos algo que se planificó para que estuviera concentrado y localizado en un punto ya en todo el territorio y esto es un aspecto que hay que empezar a definir porque ya todo es turismo. 

En segundo lugar, hay una serie de aspectos que habría que replantearse como, por ejemplo, el gigantismo —eso de que cada parcela hotelera tenga que llevar, como mínimo unas 700 - 800 camas—. También creo que las zonas turísticas tienen que tener un plan de renaturalización porque muchas zonas turísticas se han convertido en aquello que intentaban combatir: han empezado a industrializarse ellas mismas. 

Turistas en una playa de Tenerife- / ALBERTO VALDÉS-EFE
Turistas en una playa de Tenerife- / ALBERTO VALDÉS-EFE

¿Se puede renaturalizar una zona a la que llegan 1,5 millones de personas y donde viven dos millones?

Lo ideal es lo de siempre: con menos hacer más. Yo creo que tenemos que empezar a reconocer el tipo de destino que somos, independientemente de que haya que tomar decisiones de crecer o no crecer más. Tenemos que empezar a desarrollar sistemas de planificación y gestión de lo que tenemos. 

Se habla de la capacidad de carga, pero no es que los territorios la tengan, sino que tenemos que empezar a creer que son las sociedades que habitan en ese territorio las que tienen que tener la capacidad de no cargar. Ese es, probablemente, el reto más importante que tiene el turismo ahora mismo. 

Hay que dejar de lado el concepto de capacidad de carga del destino y hablar de la capacidad que tiene esta sociedad, economía, industria de no cargar los sistemas en los que opera —territorial y social—. Parece que el territorio nos tiene que aguantar y sostener, pero hay que empezar a reinterpretar esto. 

Entiendo que se refiere a qué podemos hacer nosotros por las islas y que luego ellas “devuelvan” ese esfuerzo

Exactamente, el reto es desarrollarnos como sociedades sin comprometer los equilibrios y el bienestar social y ambiental del territorio que habitamos. No hay que preguntarle al territorio qué capacidad tiene porque es que no tienen capacidad de carga. 

Respecto a las viviendas vacacionales, el anteproyecto deja a los ayuntamientos hacer sus planeamientos urbanísticos, ¿en qué se tienen que basar estos para la creación de los mismos? 

Se tienen que basar en lo que la vida y la naturaleza lleva haciendo millones de años que es garantizar siempre la biodiversidad. Si tienes biodiversidad, tienes resiliencia y sobrevives porque es garantizar las diferencias. Por ejemplo, habría que garantizar que un barrio cualquiera tenga un porcentaje —el que decidamos— de alquiler vacacional que no impida que ese barrio siga funcionando como barrio. 

Pintadas contra el modelo turístico de Canarias / ATLÁNTICO HOY
Pintadas contra el modelo turístico de Canarias / ATLÁNTICO HOY

Respecto a esa garantía de la biodiversidad, ¿qué ayuntamientos tienen que ponerse más las pilas?

Más que ayuntamientos, todos los cascos históricos, que son zonas altamente atractivas para el alquiler vacacional. Van a tener que incorporar, dentro de sus complejidades —ten en cuenta que, para hacer una casa en un casco histórico, necesitas una licencia urbanística y después una comisión de patrimonio y eso es porque se entiende que intervenir en una zona histórica también afecta al entorno—. 

Lo que nos está pidiendo la nueva situación no es una alternativa a la posición que tenemos ahora, sino una gestión de la complejidad de lo que tenemos entre manos y eso va a requerir de mucho talento, mucha gestión y mucha gobernanza porque va a haber que poner a muchos agentes con intereses, distintos y legítimos, de acuerdo. 

¿Existen ejemplos de hacia dónde tendría que ir Canarias para ser realmente sostenible?

Por las características que tiene Canarias hay que entender que estamos solos en esto, es un caso fuera de la norma y va a ser muy difícil copiar lo de fuera. Pero esto no solo pasa en las Islas, pasa también en Barcelona, en Nueva York o en Venecia. Pero si el Archipiélago decide responder a este reto, no solo va a resolver el problema, sino que va a salir reforzado como un destino sostenible de masas. Para ello hay que definir esos millones de pernoctaciones que tenemos al año y cuántas somos capaces de gestionar de una forma sostenible. 

¿La moratoria turística debería usarse para realizar esa gestión sostenible?

Creo que es tremendamente peligroso ir todo el día a base de golpes, léase moratoria o emergencias habitacionales o cualquier otra cosa. Esto es el síntoma de que no planificamos y demuestran que no somos capaces de gestionar y que nos pasamos de vuelta. 

Además, no hay que optimizar una variable y olvidarse del resto. Dicho de otra forma, doy camas, pero no me responsabilizo de cómo se depura el agua o cómo se gestionan los residuos; doy camas, pero no sé dónde van a vivir los empleados… Hay que empezar a acostumbrarse a renegar del modelo que optimiza una dimensión y se olvida de las otras y hay que empezar a trabajar cuatro dimensiones a la vez. No va a ser fácil porque se requiere muchísimo talento y una coordinación entre lo público y lo privado que nunca hemos tenido hasta ahora, es decir, un nuevo nivel de gobernanza.