Cultivar algas para volar con menos petróleo. Esa es la propuesta de MacroCarbon, una joven startup con sede en Gran Canaria que investiga cómo producir biocombustibles sostenibles a partir del sargazo, una macroalga marina de crecimiento rápido. El objetivo: ofrecer una alternativa viable al queroseno tradicional usado en aviación y mitigar el cambio climático desde el mar.
La empresa, nacida en 2023, opera actualmente una granja piloto frente al muelle de Las Palmas, visible desde el paseo marítimo. Allí cultivan sargazo en un sistema flotante experimental y trabajan para optimizar su crecimiento. “Ahora estamos centrados en conseguir que crezca bien y rápido. Esa es la parte más compleja del proceso”, explica Beatriz Fernández Gómez, bióloga marina del equipo.
La idea es clara: cultivar grandes cantidades de sargazo sin ocupar tierra ni usar fertilizantes, cosechar la biomasa y procesarla localmente en una planta de pirólisis —una instalación industrial que transforma la materia orgánica en combustibles líquidos como el SAF (Sustainable Aviation Fuel).
Energía y captura de carbono
El sargazo se elige por su alto potencial energético, su facilidad para reproducirse y su capacidad de captar CO₂ de la atmósfera. “El carbono que capturan las algas se transforma en productos útiles, algunos con emisiones netas cero y otros con balance negativo, como el biochar, que retiene ese CO₂ durante décadas”, destaca Fernández.
Además del combustible, el proceso genera subproductos como bioestimulantes agrícolas, materiales de construcción análogos al cemento y bionafta, una base líquida utilizada para fabricar plásticos industriales. “No hablamos solo de botellas: gran parte de los componentes de móviles, ordenadores o mandos a distancia se fabrican con este tipo de plásticos”, añade.
Economía circular
MacroCarbon quiere que todo el proceso se quede en la isla: cultivo, transformación y distribución. “Apostamos por el kilómetro cero y la economía circular. No tendría sentido cultivar aquí y enviar la biomasa a otro país para procesarla”, señala Fernández. La planta de pirólisis se proyecta también en Gran Canaria, aunque aún está en fase de búsqueda de financiación.
Con apenas siete personas en plantilla, la startup ha logrado captar la atención de grandes empresas. Ya han mantenido conversaciones con Iberia, Repsol y la multinacional plástica Borealis, que validó la calidad de su bionafta. También han ganado premios como el de Economía Azul de la Fundación Caja de Canarias y ayudas del Ministerio de Ciencia.
Potencial ambiental y social
El impacto del proyecto va más allá del combustible. Las granjas de sargazo funcionan como pequeñas reservas marinas: fomentan la biodiversidad, mejoran la calidad del agua y sirven de refugio para peces. “Estamos viendo cómo se regeneran zonas marinas donde antes había muy poca vida”, afirma la científica.
A eso se suma el posible efecto en el empleo local. Aunque aún en una etapa inicial, MacroCarbon ya colabora con pescadores para recolectar sargazo y proyecta crear empleo estable en caso de escalar. “Es una oportunidad de diversificación económica real para Canarias, desde la investigación marina hasta la industria energética”, sostiene Fernández.
Una startup con visión
Desde su nacimiento hace dos años y medio, MacroCarbon ha sobrevivido a base de subvenciones competitivas y pequeñas colaboraciones. “Hemos logrado mucho con muy poco”, reconoce la investigadora. Pero ahora buscan una inversión fuerte que les permita escalar la producción y construir la planta. “El sargazo crece con lo que ya nos da el océano. Solo necesitamos apoyo para aprovecharlo”, concluye.
Con una crisis climática creciente y una demanda global de combustibles sostenibles, MacroCarbon se perfila como uno de los proyectos canarios con mayor potencial para liderar una transición energética desde el mar.
