Operarios retiran kilos de algas llegadas a la playa de Las Canteras el pasado mes de marzo. /AYUNTAMIENTO  LPA
Operarios retiran kilos de algas llegadas a la playa de Las Canteras el pasado mes de marzo. /AYUNTAMIENTO LPA

“Es imposible de erradicar”: el alga japonesa que amenaza la biodiversidad marina en Canarias

Detectada en Canarias entre 2020 y 2022, la alga Rugulopteryx okamurae se expande por las islas, compite con especies autóctonas y altera ecosistemas marinos, generando también problemas en playas turísticas como Las Canteras

Alberto Ley

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La imagen de operarios retirando grandes montones de algas de la orilla de Las Canteras o del barrio marinero de San Cristóbal se ha vuelto cada vez más habitual. Pero la presencia de la Rugulopteryx okamurae, un alga parda originaria de Japón, es mucho más que un problema estético o una molestia para los bañistas: supone una amenaza directa para la biodiversidad marina de las islas y un reto de gestión para las administraciones.

Detectada en el archipiélago entre 2020 y 2022, esta especie exótica se ha establecido con fuerza en las aguas canarias y, según la bióloga marina Beatriz Fernández Gómez, “cada año se expande a nuevas zonas donde antes no estaba presente”. Su rápida propagación responde a una combinación de factores que la hacen difícil de controlar: tolera un amplio rango de temperaturas —entre 12 y 30 grados—, se reproduce a partir de fragmentos sin necesidad de reproducción sexual y carece de depredadores naturales en las aguas del archipiélago.

Llegada por tráfico marítimo

El desembarco de la Rugulopteryx okamurae en Canarias se explica por el intenso tráfico marítimo que conecta el archipiélago con el resto del mundo. “Este tipo de algas suele llegar en aguas de lastre o adherida al casco de los barcos comerciales”, detalla Fernández. Desde su llegada, no ha hecho más que ganar terreno, ocupando fondos marinos que antes albergaban comunidades de algas y fauna autóctona.

La científica subraya que el impacto no se limita a una cuestión visual: “Compite por el espacio, la luz y el oxígeno, desplazando a especies canarias que llevan aquí desde siempre. Al alterar el ecosistema, también pone en riesgo a la fauna que depende de él, y eso puede afectar a recursos pesqueros de valor económico”.

Acumulaciones en la orilla

En la superficie, los efectos son evidentes. En episodios recientes, como el registrado en marzo de este año, se retiraron toneladas de biomasa acumulada en Las Canteras y San Cristóbal. “Cuando llega en grandes cantidades y se descompone, libera toxinas y compuestos volátiles que provocan malos olores. En zonas de uso turístico, como Las Canteras, el impacto en la imagen y en la experiencia del visitante es evidente”, explica.

En áreas como la pequeña playa del Castillo, en San Cristóbal, el problema es menos mediático por la escasa afluencia de bañistas, pero sigue siendo grave desde el punto de vista ambiental. La acumulación de algas no solo altera el paisaje, sino que es un síntoma de una invasión que avanza bajo el agua.

Biodiversidad en riesgo

El daño principal de la Rugulopteryx okamurae se produce bajo la superficie. Al cubrir el fondo marino, impide que llegue luz a otras algas, reduce el oxígeno disponible y altera las condiciones del ecosistema. “Es como una manta que asfixia lo que hay debajo”, resume Fernández. Esto provoca la disminución de especies autóctonas y la degradación de hábitats esenciales, como los sebadales, con consecuencias para la cadena trófica.

La científica alerta de que, si alguna de las especies afectadas tiene valor pesquero, las repercusiones también serán económicas. “Es un círculo vicioso: menos biodiversidad significa menos peces y, por tanto, menos capturas para la pesca artesanal”.

Erradicación casi inviable

Pese a la magnitud del problema, la erradicación no parece realista. “Habría que generar condiciones desfavorables para la especie en el medio marino, y eso es muy complicado”, reconoce la bióloga. Por ahora, las actuaciones se centran en la retirada manual o mecánica cuando la biomasa llega a la orilla.

Fernández considera que la clave está en revalorizar el alga para que deje de ser solo un residuo. “Algunos proyectos están explorando su uso para fabricar bioplásticos, biofertilizantes o biocombustibles. Así, no solo se reduce el volumen que va a vertedero, sino que se da un valor económico y se contribuye a la captura de carbono”.

Convivir con la invasora

La Rugulopteryx okamurae ha encontrado en Canarias un hábitat ideal: aguas templadas todo el año y ausencia de depredadores. Con un óptimo de crecimiento entre 18 y 25 grados —exactamente la temperatura media del mar en las islas—, su expansión parece inevitable. “Lo más probable es que tengamos que aprender a convivir con ella, gestionando sus impactos y aprovechando, en lo posible, su biomasa”, concluye Fernández.

Mientras tanto, cada llegada masiva a la costa será un recordatorio de que la batalla contra las especies invasoras en el mar no se libra solo en la orilla, sino en los ecosistemas submarinos que sostienen la vida y la economía de Canarias.