Entre la costa de Gran Canaria y el cauce del barranco que separa Las Palmas de Gran Canaria y Telde, se extiende un enclave cargado de historia, contrastes y cicatrices sociales. Su territorio, que hoy acoge a unos 20.000 habitantes, ha sido testigo de proyectos urbanísticos ambiciosos, prosperidad agrícola, episodios trágicos y vestigios arqueológicos de más de 1.500 años. Un lugar que, pese a las dificultades, forma parte esencial del mapa cultural e histórico del archipiélago.
A pesar de su sueño inicial, hoy en día es uno de los barrios más pobres de Canarias donde la brecha social causa estragos en la economía de las familias que habitan en el barrio bajo la sombra de la desigualdad.
Un proyecto inacabado
Se trata de Jinámar, un barrio cuya zona nueva, conocida como Valle de Jinámar, fue concebida en los años 80 como un gigantesco proyecto residencial que pretendía convertirse en el mayor de España y de Europa. El plan incluía la construcción de ocho fases de viviendas y la instalación de una sede universitaria. Sin embargo, solo se completó una cuarta parte, lo que dejó una trama urbana marcada por la densidad, las carencias de servicios y la llegada de una amplia masa social que tuvo que afrontar complejos procesos de adaptación económica y social.
La zona se divide en tres núcleos principales: el pueblo de Jinámar —conocido como Cascajo—, el Polígono de Jinámar y el Valle de Jinámar, donde se concentran los edificios más recientes.
Raíces agrícolas y tradición
Antes de la expansión residencial, Jinámar fue durante siglos un núcleo agrícola destacado en Gran Canaria. Tras la conquista, sus tierras fértiles se destinaron al cultivo de cereales, vid, caña de azúcar, naranjas, cochinilla, tomates y plátanos. La abundancia de agua y las condiciones climáticas favorecieron su desarrollo agrario, que marcó la vida económica y social de la zona hasta el siglo XX.
Entre las construcciones históricas que sobreviven destaca la Casa del Peón Caminero, levantada entre 1862 y 1864 durante la construcción de la Carretera General de Telde-Jinámar. Hoy, este edificio rehabilitado alberga la sede del Patronato de Fiestas de la Concepción y la Caña Dulce.
Patrimonio arqueológico único
La importancia de Jinámar no se limita a su etapa reciente. En época prehispánica formaba parte del Guanartemato de Telde, y su territorio conserva numerosos yacimientos arqueológicos, tanto de costa —como La Restinga, Los Barros, Llano de las Brujas o Risco Mediomundo— como de interior, entre ellos la Necrópolis del Gallego, la de Cruz de la Gallina o el Maipéz del Cascajo.
Uno de los hallazgos más relevantes fue el Ídolo de Jinámar, descubierto en Los Barros en la década de 1970, prueba de un poblamiento que se remonta al siglo V. La concentración de yacimientos apunta a la existencia de un macropoblado aborigen con una compleja red de relaciones internas y fases de expansión entre los siglos V y XV.
Un lugar marcado por la historia reciente
Durante la Guerra Civil Española, Jinámar también fue escenario de uno de los episodios más oscuros de la represión franquista. La Sima de Jinámar, una profunda cavidad volcánica, fue utilizada entre 1936 y 1945 como lugar de fusilamiento y enterramiento clandestino de represaliados. Tras la Segunda Guerra Mundial se intentó ocultar lo sucedido mediante la destrucción parcial de la sima con dinamita y relleno de picón.
Redescubierta en los años 60, este espacio se ha deteriorado por el paso del tiempo y el uso como zona de entrenamiento de escalada, pero sigue siendo un símbolo de la memoria histórica de Canarias.