Las otras sombras y los otros nublos

Nos tocó votar al día siguiente, y luego nos han tocado las cábalas, los posibles pactos y todo ese galimatías que es la política cuando se cruzan los egos con las siglas

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En lo más alto está el Roque Nublo, siempre, para que no nos confundamos nunca de camino. Las otras sombras y los otros nublos.
En lo más alto está el Roque Nublo, siempre, para que no nos confundamos nunca de camino. Las otras sombras y los otros nublos.

Algunos buscan sombras y otros se encuentran nublos. Todos ganan aunque pierdan y todos pierden un poco aunque crean que han ganado. Unos pactan o gobiernan con mayorías absolutas; pero sintiendo la soledad del ganador que, de repente, se puede ver sin nadie que lo abrace más allá de los intereses. Otros se sientan en bancos de una oposición que, con el tiempo, frecuentan casi todos los que llevan muchos años en política. Unos días están arriba y otros abajo, o van de lado a lado como el propio péndulo de la existencia. Lo único que sí sabemos que salió bien es el final de la Unión Deportiva. Con sus nublos y sus sombras sí encontró ese camino que tantas veces oculta la neblina teniéndolo delante.

Hoy publico una foto del Roque Nublo que saqué hace unos meses en una escapada senderista. Necesito esas caminatas por el campo para no perderme en ninguna sucesión de cartelerías electorales y para relativizar hasta el ascenso de la UD cuando pasan unas horas y ya la euforia se va volviendo cada vez más contenida y racional. Uno deja de ser un niño con el fútbol desde que tiene que volver al trabajo o a la rutina y ve que no hay goles que nos den de comer o nos cambien el destino. Está bien la alegría que vivimos intensamente en el fragor de los ascensos, pero esta vez nos tocó votar al día siguiente, y luego nos han tocado las cábalas, los posibles pactos y todo ese galimatías que es la política cuando se cruzan los egos con las siglas.

Creo que uno de los secretos de la felicidad es tener salidas, y no sólo por los horizontes costeros, encontrar Guiniguadas, Confitales, Azuajes o Juncalillos para no extraviarnos demasiado de nosotros mismos. Uno llega a esos lugares, desconecta de todo aquello que no tiene que ver con el sendero y se asoma a lo que realmente vale la pena, a la salud y a la suerte que nos regale la vida, que todo lo demás importa poco o no importa nada si uno no puede disfrutarlo plenamente por un dolor de muelas o un dolor de alma, o por esos miedos con los que intentan que caigamos todo el tiempo, cuando el miedo, muchas veces, sólo es el temor a perder lo que realmente no nos pertenece. Salir es necesario, a un país lejano o tres esquinas más arriba de donde caminas todos los días, ver todo con otros ojos y otra perspectiva y, sobre todo, ver lo que sucede por uno mismo, sin nadie que nos mediatice o nos recuerde que somos lo más fetén para que sigamos enganchados a las recompensas digitales y fungibles.

En esos retiros momentáneos nos convertimos en el sendero desde que comenzamos a caminar escuchando el canto de los pájaros o reconociendo el olor de los eucaliptos, de las higueras o de los pinos. Y si estás en lo más alto, rondando los metros del Roque Nublo, por ejemplo, ya casi logras escaparte de ese guineo constante que te va robando pensamientos propios, conversaciones con uno mismo o recuerdos que nos alegren al sentarnos debajo de un árbol a comernos un bocadillo de tortilla o de queso con membrillo. Salir a caminar, o subir a una montaña, es un reto que te mantiene realmente vivo y, después de tanto ringorango y de tanto harakiri electoral, uno siente como que revive o que vuelve a tener los pies lejos de esa tierra de la que no quieren que despeguemos nunca para tenernos entretenidos con fruslerías. Es verdad que subió la Unión Deportiva, y que yo soy el primero que se puso la camiseta amarilla y saltó como un loco por las calles; pero más alto está el Roque Nublo, siempre, para que no nos confundamos nunca de camino.