Los Novios del Mojón eran una forma de declarar el amor para los aborígenes de Lanzarote / AH
Los Novios del Mojón eran una forma de declarar el amor para los aborígenes de Lanzarote / AH

Ni anillos ni rodilla al suelo: así se declaraban los antiguos aborígenes de Lanzarote

En Lanzarote había una forma de declaración amorosa que a los ojos actuales puede parecer insólita, pero que para los antiguos habitantes tenía un valor sagrado

Irene Cartaya

El amor ha tenido siempre múltiples lenguajes, tantos como culturas existen. En algunos rincones del mundo bastaba con un gesto, en otros era necesario un ritual, y en la sociedad contemporánea lo habitual es un ramo de flores o un anillo como símbolo de compromiso. Sin embargo, la historia nos recuerda que el amor también podía expresarse de una manera mucho más directa, sin rodillas al suelo ni joyas brillantes.

En las islas, donde el océano lo rodea todo y la tierra guarda secretos milenarios, las costumbres se transmitían de generación en generación. Entre ellas había una forma de declaración amorosa que a los ojos actuales puede parecer insólita, pero que para los antiguos habitantes tenía un valor sagrado.

El origen de una tradición

Los aborígenes de Lanzarote desarrollaron un rito único para sellar sus compromisos. En lugar de sortijas o palabras solemnes, se entregaban figurillas de barro que representaban la unión entre hombre y mujer. Aquellas pequeñas esculturas, conocidas hoy como Los Novios del Mojón o del Volcán, no eran simples adornos: simbolizaban el deseo de fecundidad y la promesa de una vida en común.

Lejos de ser un juego, el intercambio de estos ídolos constituía un acto serio y formal. El joven enamorado ofrecía una figura masculina con rasgos sexuales explícitos, clara señal de su intención de tomar a la muchacha como esposa. Si ella aceptaba, correspondía con una versión femenina, completando así el pacto.

Una costumbre que viajó

Con el paso del tiempo, las erupciones volcánicas del siglo XVIII obligaron a muchas familias de Lanzarote a emigrar a otras islas, llevando consigo no solo sus escasas pertenencias, sino también su bagaje cultural. Gran Canaria fue uno de los destinos preferentes, y allí se mantuvieron vivas tradiciones ancestrales que, aunque enraizadas en el pasado, seguían marcando la vida cotidiana.

Entre esas costumbres estaba la entrega de los idolillos como señal de compromiso. En un nuevo territorio, rodeados de gentes con usos distintos, el gesto podía interpretarse de manera muy diferente a lo esperado. Y precisamente de ese choque cultural nació una historia que aún hoy se recuerda.

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Los Novios del Mojón / GOBIERNO DE CANARIAS

El malentendido fatal

Cuenta la crónica popular que un joven descendiente de lanzaroteños emigrados se enamoró de una muchacha grancanaria. Siguiendo el ejemplo de sus mayores, decidió declararse con el idolillo de barro que su familia conservaba con celo, como quien guarda una joya heredada. Para él, aquel gesto equivalía a entregar un anillo de compromiso.

Pero la joven, desconocedora de la tradición y sorprendida por la forma explícita de la figura, lo tomó como una ofensa. Lejos de ver en el objeto un símbolo de amor, lo interpretó como una burla. Su reacción fue tan airada que instigó a sus hermanos a defender su honor y el pretendiente acabó recibiendo una paliza que lo dejó al borde de la muerte.

La reconciliación familiar

Cuando la sangre todavía marcaba la afrenta, la familia del muchacho decidió dar explicaciones. Con paciencia y orgullo, relataron a los parientes de la joven que en su tierra aquella costumbre era un ritual solemne, heredado de los aborígenes de Lanzarote, y que jamás habían tenido intención de ultrajarla.

Convencida por las palabras y, en el fondo, movida por los sentimientos que ya albergaba hacia el pretendiente, la joven aceptó finalmente el ídolo masculino. A cambio, recibió de manos de la madre del novio la pequeña figura femenina que sellaba el acuerdo. De esa manera, y bajo la mirada atónita de todos, se formalizó la unión que el malentendido casi había arruinado.

Un recuerdo olvidado

La pareja contrajo matrimonio y disfrutó de una descendencia abundante. Con el paso de los años, las figurillas fueron guardadas en un cofre, ocultas a la memoria familiar. Nunca más volvieron a utilizarse para el propósito original, y aquel fue el último capítulo en el que la tradición de los Novios del Mojón sirvió para sellar un compromiso real.

Hoy, las figuras se reproducen como souvenirs artesanales en Lanzarote, pero pocas personas recuerdan que en sus orígenes no eran un simple recuerdo para turistas, sino auténticos símbolos de amor, fecundidad y unión. Una herencia cultural que habla de un tiempo en que el corazón se expresaba sin anillos ni arrodillarse, tan solo con barro moldeado en forma de promesa eterna.