Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

El alquimista

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Siempre he asumido que mi vida ajetreada es algo normal. Que el común de los mortales hace tantas cosas o más que yo, y es por ello por lo que, el otro día, en medio de un festival me sorprendía algunos de los halagos que alguien me regaló tras presentarse.

¿Cuál es la fórmula a seguir, los pasos, o la clave que te puede llevar a conseguir todo lo que has conseguido? Conste en acta que me gusta pensar que queda mucho por hacer, y eso me da vida. Sin embargo, para ser honesto, entiendo la pregunta, cuando me la hacen todas esas personas que ven todo lo que estoy desarrollando en las organizaciones empresariales, y con mi marca personal. En aquel momento no tenía respuesta porque, como ya les he contado, hasta ese día consideraba que todo el mundo hacía muchas cosas, tantas o más que las que hago yo.

Con el primer rayo de luz de la mañana siguiente, en mi mente hiperpensante, empezó a fraguarse la idea de escribir, en estas letras, algunas cuestiones que empecé a enumerar como posibles causas de todo lo que la gente comprende como éxito.

Iré desgranando en este artículo, algunas de las ideas que creo que pueden convencerte para que decidas modificar tus hábitos. Cómo ya sabes, mi objetivo no es otro que ayudarte, con mis vivencias personales, a mejorar tu calidad de vida.

Tesoro interior

Si tuviese que destacar  algo que sin duda me define, es que soy una persona metódica y disciplinada como consecuencia de mi absoluto caos mental. Desde muy pequeño siempre perdía cosas, o me olvidada de cosas, y un día, después de una cagada laboral, decidí que era imprescindible solucionar este inconveniente.

No se crean que fue fácil porque, para una cabeza como la mía, repleta de universos y personalidades distintas, cambiar mi forma de vida, era sin duda un reto que no se presentaba fácil, pero que estaba dispuesto a trabajar para conseguirlo.

Recuerdo que empecé a apuntarme a formaciones de gestión del tiempo, de liderazgo, de comunicación y otras tantas que, sin ninguna duda han sido fundamentales para adquirir y mejorar mis habilidades.

Aprender que es mejor un lápiz corto, que una memoria larga, que no todo el mundo piensa de la misma manera y que para ser un buen líder hay que trabajar la confianza y la autoestima, son sin duda mi mayor tesoro.

El desarrollo personal y la inversión que supone poner en práctica esto, es la primera de las acciones que creo que me han llevado a convertirme en la persona que soy. Son mi mayor tesoro, mi tesoro interior.

Gracias abuelo

Recuerdo aquellas tardes en la orilla de la cama hablando con Blas, un señor de setenta años que cada día, como rutina, me contaba alguna historia de su etapa en la guerra.

Yo tenía apenas seis años, pero me encantaba ver sus ojos verde cristal emocionado compartiendo sus vivencias. Sus relatos siempre llevaban moraleja, eran sus aprendizajes de vida y, supongo, por su cara, que a él le encantaba ver cómo le escuchaba atentamente sin rechistar, aunque, en la mayor parte de las ocasiones, no entendía lo que me estaba diciendo.

De todas aquellas historias, una se me quedó grabada en la retina; una que sin duda ha sido mi piedra angular en la forma de vivir. Un aprendizaje inquebrantable que, por aquellos años no tenía mucho sentido, pero que hoy es, sin duda, otra de mis características más destacables.

Agoney, entonó Blas con aquella voz grave, cuando nos quitamos los bienes materiales, solo nos queda la dignidad y la palabra. Así me explicaba mi abuelo lo importante que fue para él, mantener esto en las trincheras, y así es como he decidido vivir la vida, practicando el respeto hacia mí y haciendo que lo que digo siempre sea coherente con lo que hago.

Mantenerte firme en este convencimiento no siempre va a darte un resultado beneficioso a corto plazo porque, ser honesto y de palabra, puede que te traiga algún que otro disgusto. Sin embargo, ser una persona confiable, rigurosa, leal y digna, son cualidades imprescindibles de quienes deciden trabajar en alguna causa.

Sin duda me tranquiliza saber que estoy, a pesar de alguna que otra noche sin dormir, en el equipo de los buenos.

Prefiero ser un idiota

Haz el bien y no mires a quien, es otra de las grandes cuestiones que creo que me han servido a lo largo de estos años.

Debo confesar que mi larga etapa en asociaciones juveniles, donde ayudarnos los unos a los otros era nuestra razón de ser, tienen mucho que ver en este pensamiento; pero escuchar a Sergio Fernández hablar de la ley del equilibrio y de lo que ello supone, fue lo que me hizo decidir dejarme llevar por ese impulso de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.

Vivimos en una sociedad carente de autoestima, con altos niveles de picaresca donde… cada uno va a lo suyo sin pensar en el global. He visto a mucha gente con esta actitud pisar a otros por conseguir una miseria y esto, sin duda, me ha hecho reflexionar sobre si quiero ser una persona generosa o miserable.

Siempre que puedo, intento ayudar a la gente que tengo a mi alrededor. Da igual que sea de manera económica o de cualquier otro tipo, si está en mis manos lo hago porque creo que el universo me lo devolverá de alguna manera.

Ser generoso es una de las grandes cualidades que creo que te ayudan a acabar cada día durmiendo un poco mejor. Y sé que mucha gente piensa que soy un idiota por ser así, pero antes que ser un miserable, prefiero ser un idiota.

Interruptores emocionales

Encuentra lo que de verdad te motiva para hacer algo y cambia el tengo que hacerlo, por el quiero hacerlo.

Llevo muchos años haciendo muchas cosas. Deporte, escribir, viajar, pero debo confesarles que muchas de estas acciones me resultaban una verdadera tortura.

No era mi elección sino algo que debía hacer porque era lo correcto o lo saludable hasta que un día di con la clave.

Me empezaba a gustar alguien y estar bien físicamente empezó a convertirse en un acto divertido. Por supuesto que todo lo que hago, lo hago por mí, pero supongo que el chute de dopamina que suponía ver a esa persona se convirtió en un extra de motivación que cambió el “tengo que hacerlo” por “quiero hacerlo”.

Cómo ya saben, me gusta analizar todo lo que hago con el fin de entender mis pensamientos, mis instintos voluntarios e involuntarios, y en este caso aprendí que tenemos determinados resortes o interruptores emocionales que nos ayudan a tener éxito en nuestros proyectos, ya sean empresariales o simplemente aprender a cocinar.

No importa cuál sea ese interruptor. Es para ti, no tienes que justificarte con nadie, búscalo y haz que sea tu aliado para conseguir tus metas. Recuerda que si encuentras el para qué de verdad, esa cosa que saca la bestia que llevas dentro, siempre encontrarás el cómo porque, así funcionamos, con dosis de dopamina que nos hacen convertirnos en unos verdaderos guerreros.

La gran obra

En resumidas cuentas, como aquel libro de Pablo Cohelo, mi vida ha sido un viaje trepidante. Una búsqueda constante de algo que siempre he llevado en mi interior. Mi tesoro interno al que he aprendido a amar sin medida.

Sin importar donde naces, o qué circunstancias te surgen durante el camino, si quieres algo de verdad y trabajas obviando el contexto, el universo hace su parte.

Yo siento que mi paso por la tierra es una gran obra personal. Un legado que estoy escribiendo con mis pasos. No para que nadie lo recuerde, sino para poder vivir con pasión, mezclando los ingredientes adecuados, buscando nuevas formas de entender, de mirar y de amar. Y esto, que parece poco importante, no deja de ser producto de mi interminable trabajo en el desarrollo personal.

No titubeo ni un instante en creer que todo es posible con mesura, siendo una persona de palabra y generosa. Entiendo las situaciones, las personas y los momentos como parte de la arquitectura que te lleva a construir tu historia; y es por eso por lo que es clave trabajar en entender a los demás, en ayudarles sin esperar nada cambio porque, mi experiencia me dice, que el universo pone a cada uno en su lugar.

Me despierto cada mañana sabiendo que soy un viajero introspectivo que lleva buscando un tesoro a través de toda su existencia en los detalles ínfimos, pero absolutamente determinantes, que han construido la persona que soy, las cosas que hago, y cómo he decidido hacerlas.

A veces solo es necesario hacer un ejercicio de fe y mezclar los ingredientes adecuados para conseguir transformar lo que nadie quiere en un precioso tesoro.

Así es como he decidido vivir, creyendo en un bien mayor. Experimentando con todo para conseguir dejar un mundo mejor utilizando cada elemento tengo cerca. Así es como me gusta vivir, disfrutando de las serendipias que me han supuesto ser cómo esos personajes de la historia que tantas cosas buenas nos han dejado. Si soy capaz de mejorar algo así será, por eso, por este pensamiento, hoy me podrás llamar… el alquimista.