Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

Aprendiendo a vivir con miedo

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Hoy he querido salirme de la línea editorial a la que les tengo acostumbrados, para hacer un poco de pedagogía social. Lo hago, porque me siento con la enorme responsabilidad de tener que hacerlo. Porque siento que hay millones de personas que no pueden y, por consiguiente, yo que tengo el altavoz y los medios, no puedo dejar de reflexionar sobre lo difícil que es en nuestro planeta ser una persona disidente. Ser parte de un colectivo minoritario como es el LGBTI, que además es una acción que, por supuesto que no te define como persona, es, en muchas ocasiones, una losa social en la que debemos trabajar hasta llegar a la normalización e inclusión.

Confieso que estoy aterrado mientras escribo estas líneas. Aunque no se lo crean, no es lo mismo escribir un post en mis redes sociales que lanzarme a contar, a través de un medio como este, los motivos por los que es necesario celebrar cada 28 de junio una jornada que nos permita ser libres en nuestra expresión. Que nos permita tener la capacidad de contar nuestras historias para que a otros les sirvan como acompañamiento en un proceso de deconstrucción que no acaba nunca porque, las hostias que te llevas a lo largo de la vida por un hecho que no eliges, dejan cicatrices que tienes aprender a lucir. Y es eso justamente la celebración del 28 de junio, la exhibición de nuestras cicatrices y la petición al mundo de que nos perdonen la vida. Triste pero cierto, es solo eso.

La matanza de Stonewall

Seguramente muchas de las personas que me leen podrían pensar que este artículo no les interesa. Que es un lloriqueo más revindicando el orgullo LGBTI, pero si has llegado hasta este primer párrafo, quiero decirte que voy a enfocar mi texto de una manera pedagógica. Hagamos un viaje al pasado. Exactamente hasta Nueva York en el año 1969 y el bar en el que todo comenzó, Stonewall.

Stonewall era el espacio donde las personas del colectivo iban para poder ser ellos mismos. Era el bar de ambiente de la ciudad de los rascacielos que estaba gobernado por la mafia. Prostituían a los chavales y transexuales y estaban compinchados con la policía, un dramático y terrorífico pago que el colectivo tenía que sufrir por existir.

Sometidos a vejaciones y palizas constantes, redadas y detenciones continuadas y a cumplir con las ordenes de sus proxenetas, el día 28 de junio de aquel año, hubo una rebelión. Las personas que se encontraban en aquel lugar se defendieron con uñas y dientes de los brutales golpes que la policía propinó aquel día. Al día siguiente, se generó una marcha recordando a los muertos y heridos de Stonewall y es por ello que, cada 28 de junio, decimos al mundo que estamos aquí y que, sin duda, vamos a luchar para que no nos sea más difícil encontrar empleo, integrarnos en la sociedad, o simplemente que no nos maten.

Empresas con armarios

Las personas lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) tienen un 7 % menos de posibilidades que el resto de la población de conseguir un empleo y cuando trabajan ganan un 4 % menos de salario. Las posibilidades del colectivo de llegar a un puesto de alto directivo es un 11 % inferior al resto. Llegar a una entrevista de trabajo son 1,5 inferiores cuando en su currículum señalan que han trabajado en un organismo vinculado a los LGTB o han pertenecido a una ONG que los defiende.

En una escala de 1 a 10 sobre la aceptación de la homosexualidad, España aparece como el séptimo país más tolerante de la OCDE con una nota de 6,6, por detrás de Islandia (8,3), Suecia (8,1), Holanda (7,6), Noruega (7,4), Dinamarca (7,3) y Suiza (6,8).

Hoy en día, en el mundo del trabajo, el 72% de las personas LGBTIQ+ aún no han dicho en su espacio laboral que lo son por miedo a las represalias. Creo por eso, que la labor de todos los que estamos en activo es generar espacios seguros que fomenten la diversidad e inclusión, y en eso estoy trabajando desde que empecé en esto de ser empresario.

Hablemos de los datos

Por triste que suene, ser homosexual sigue siendo castigado en nada más y nada menos que 64 países del mundo, ¿se dice fácil verdad? Estas penas van desde la criminalización de facto hasta la pena de muerte, e Irán y Arabia Saudita son los que la aplican con más frecuencia. Pero la cosa no acaba aquí, y es que en pleno siglo XXI, el pasado mayo, Uganda aprobó una de las leyes homófobas más severas del mundo, con penas de hasta 20 años de cárcel.

Es aquí donde yo me pregunto, ¿realmente estamos avanzando? Si es así, ¿por qué tenemos que alegrarnos de que EE. UU. saque una norma que blinda el matrimonio gay por miedo a que el Supremo lo revoque? Creo que esto es un derecho, y que nadie debería tener el poder de quitárnoslo, sin embargo, aún se pone en cuestión traficar con la vida de nuestra gente.

El aumento de los delitos de odio en nuestro país también crece, y no es de extrañar cuando aún seguimos a nuestra juventud insultándose al grito de “maricón”. No es de extrañar que la generación que ha nacido después de los 2000 tenga más normalizada de la homosexualidad como una realidad, pero que sientan mucho más terror a reconocerla en sí mismos.

Si hay que pedir permiso para ser felices, no me había enterado, y lo que es peor aún, siento que muchas veces tenemos que dar las gracias por serlo. Ya lo decía mi abuela, ames a quien ames, lo importante es que seas feliz.

Lo siento de corazón

Yo siempre he sabido que me gustan los chicos, algo que no elegí y que creo que nadie elige, ¿o ustedes creen que alguien elige ser insultado en el colegio, vejado en redes o discriminado en su espacio laboral? ¿Creen ustedes que alguien elige ser condenado a ser encarcelado o sometido a palizas? ¿Creen que alguien elige ser repudiado por su familia, o asesinado por amar? Yo creo que, si respondemos bien, estarán de acuerdo conmigo en que es muy difícil elegir todas estas cosas.

La verdad es que siento la necesidad de contar esto porque, sin ninguna duda nos pasamos la vida pidiendo perdón por existir y creo que no es justo. La vida debe ser algo bonito y sin complicaciones, un espacio seguro donde cada uno de nosotros vayamos construyendo con nuestra personalidad nuestro camino. Sin ser mejores o peores por el hecho que nos guste un hombre o una mujer y, por desgracia, aún queda mucho para que esto ocurra.

Yo sigo mi camino, pero la homofobia es algo que de manera cultural tenemos interiorizada y que, a pesar de sacar la mejor sonrisa, siempre nos persigue a lo largo de nuestras vidas para recordarnos que debemos trabajar el doble para demostrar nuestra valía. Hay muchas situaciones en las que aún, decir que me amo a una persona de mí mismo sexo me supone sentir terror a represalias, pero lo digo mirando de frente y sin apartar ni un segundo la mirada. Lo digo, a pesar del dolor de barriga que me genera enfrentarme a una posible situación desagradable, porque es mi responsabilidad con las nuevas generaciones dar la cara.

No me considero un valiente, sino una persona coherente con su activismo social, pero es verdad que cuando digo esto mi entorno me pregunta que cómo lo hago. Que cómo soy capaz de enfrentarme a este mundo tan hostil. Seguro que sorprenden con la respuesta a esta pregunta porque no es épica ni digna de enmarcar. A lo largo de mi vida he salido adelante … aprendiendo a vivir con miedo.