Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

Buscando a mi tribu…

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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En las últimas semanas la cabeza no ha parado de darme vueltas. Después de un almuerzo con un buen amigo, donde me planteaba la necesidad de saber más de mí fuera de las luces, empecé a reflexionar sobre esos momentos donde nos encontramos más bajitos de energía y no tenemos muy claro hacia donde enfocarnos. Hay diferentes maneras de enfrentarte a estas situaciones, la mía es poner el modo “avestruz” y enterrar la cabeza por aquello de no dar una mala imagen al exterior.

Qué pensarían de mi, todo un presidente, si me vieran en esos momentos donde no soy capaz de irradiar ese halo de optimismo que me caracteriza. No me malinterpreten, no me asusta que me vean vulnerable ni mucho menos, simplemente no me apetece estar y eso, a priori, no está mal. Sin embargo, los últimos acontecimientos me llevan a platearme qué pasaría si este estado durase demasiado en el tiempo ¿alguien se daría cuenta?

Hace unos días amanecimos con la triste noticia del fallecimiento de Verónica Forqué, mejor dicho, con su suicidio. Porque cuesta decirlo, ¿verdad? Nos cuesta enfrentarnos a esta durísima palabra. Verónica había tenido una carrera profesional rodeada de premios, focos y lo que muchos de ustedes interpretarían como “éxito” …menuda palabra más maliciosa. Disfrutaba en su trabajo porque era donde se sentía segura y posiblemente todos la verían como una mujer brillante, empoderada y con una fortaleza descomunal, no todos podemos ser una chica Almodóvar, pero fuera de lo profesional, ¿quién era su tribu?

Somos seres sociales y sentirnos integrados en una comunidad es una de las necesidades que Maslow colocó dentro de su conocida pirámide de las necesidades del ser humano. Sin embargo, empiezo a pensar que estamos construyendo una sociedad contraproducente, que nos exige vivir dentro de un canon establecido del que no te deberías salir y que en muchas ocasiones nos produce ansiedad, tristeza y desaliento. Creo de verdad que en el momento que nos ha tocado vivir ya no necesitamos encajar en la sociedad, eso es superficial, ahora lo que tenemos es que encontrar a nuestra tribu.

Cuando intervengo en una empresa como consultor, me gusta fijarme en los grupos que se han formado. Las personas no lo saben, pero están construyendo algo que se llama cultura social corporativa. Esto son los comportamientos o normas que coexisten en la empresa sin estar escrito en ningún sitio y la cultura social corporativa es muy poderosa porque esta determina el éxito o el fracaso de un departamento o compañía.

Cómo les decía, identificar a estos grupos me facilita mucha información sobre los equipos. Me permite saber sus valores, sus inquietudes y miedos. En definitiva, me permite conocer y adentrarme en la parte más humana de las organizaciones porque, aunque no nos demos cuenta, están creando su tribu.

No lo sabemos, pero de manera innata vamos buscando conectar con el entorno y socializar, la pregunta que lanzo a la reflexión es ¿tenemos una tribu para los momentos complicados? ¿O sólo estamos buscando encajar en la sociedad?

Podríamos pensar que nuestra tribu nos viene de nacimiento, que debería ser tu familia o tu entorno más cercano, pero eso no siempre es así. Es más complejo porque vamos creciendo y madurando, y las personas que nos rodean pueden ir evolucionando en direcciones contrarias a nuestra forma de vida. Puede que incluso vivamos incomprendidos por esa gente que nos quiere.

Nuestra tribu es otra cosa, es la gente con la que compartes instantes de tranquilidad sin miedo a ser tú, sin miedo a equivocarte. Sin miedo a tropezar porque sabes que no te llamarán torpe, sin miedo a decir una chorrada porque sabes que no te juzgarán. Son esas personas con las que tus neuronas espejo conectan y la conversación fluye sin forzarla y por supuesto donde nunca faltan risas incluso cuando hay llantos.

La tribu es esa persona a la que dejas entrar en tu palacio mental e incluso alojarse en él. A la que no le importa tu estatus porque sabe que es pasajero y que convierte un “buenos días” en dosis elevadas de serotonina. Es esa gente de colores que siempre está, sobre todo, cuando te apetece enterrar la cabeza cual avestruz.

Ha sido un año complejo en muchos sentidos. La vida ha decidido que no nos lo va a poner fácil y es por eso hoy voy a escribirle a mucha gente para agradecerle que estén ahí y que me cuiden sobre todo cuando decido desaparecer. La vida es preciosa, aunque a veces nos cuesta verlo, pero siempre hay alguien que te lo recuerda. Yo quiero mucha gente así cerca, por eso en el camino siempre me encontrarás … buscando a mi tribu.

Agoney Melián