Igual no te lo crees, pero hay gente que se pasa media vida eligiendo qué narices cenar cada noche. Y sufren. Literalmente. No por la cena en sí, sino por tener que elegir.
Y no, no es una tontería. Porque si te pasa con la pizza y la ensalada, imagínate lo que pasa cuando tienes que decidir si dejas un trabajo que odias, si lanzas ese proyecto que te quita el sueño o si te vas de esa relación donde solo queda el eco.
No es que no sepas lo que quieres. Es que te aterra equivocarte.
Tu mente sigue funcionando como si vivieras en la sabana africana huyendo de tigres. Para ella, decidir entre dos caminos no es un gesto inocente: es una amenaza existencial.
Porque en su lógica primitiva, si eliges mal, mueres. Literal. Aunque hoy solo estés decidiendo si mandar ese correo o no.
Te han vendido una mentira: que hay una decisión perfecta. Spoiler: no la hay. Lo perfecto es una trampa mental para no moverte. Para justificar tu parálisis.
Llevas años esperando “claridad”. Pero la claridad no viene antes. La claridad llega cuando te mueves. Y eso no es coaching barato. Es biología aplicada: el cerebro solo ajusta la ruta si ya estás caminando.
Menos miedo
Esperar certezas es como esperar a que se te quite el miedo para lanzarte a la piscina. No funciona así.
Lo han demostrado psicólogos, neurocientíficos y expertos en toma de decisiones. No necesitas más datos. Necesitas menos miedo.
Un metaanálisis publicado en Psychological Bulletin fue claro: las personas que deciden rápido y corrigen pronto tienen menos ansiedad, más autoestima y mejores resultados.
¿Te suena Elon Musk? ¿Jeff Bezos? ¿Sara Blakely? ¿Crees que tenían todas las respuestas antes de actuar? No. Solo estaban dispuestos a equivocarse y seguir adelante.
Vamos a dejarnos de fórmulas mágicas. Esto es lo que funciona. Lo otro es humo para llenar reels de Instagram.
1. Elimina decisiones inútiles
Cada decisión gasta energía mental. Y tú no eres Elon. Así que ahorra batería. Come casi lo mismo. Viste simple. Automatiza rutinas. No seas el tonto que se queda sin energía mental a las 11 de la mañana porque no sabía si ponerse camiseta azul o gris.
2. Decide rápido lo que puedas revertir
¿Puedes deshacerlo más adelante? Entonces deja de torturarte. ¿Mandar un mensaje? ¿Probar un gimnasio? ¿Empezar ese curso? Hazlo. Ya. No necesitas más vueltas. Necesitas dos narices y una hora libre.
3. Ponle reloj a la decisión
Te doy un truco que vale más que media carrera de psicología: no tomes decisiones sin límite de tiempo. Nunca. Te vas a enganchar al drama si le das libertad. Ejemplo: “Voy a decidir esto en 48 horas. Y punto”. Si no puedes resolverlo en dos días, no es porque sea complejo. Es porque estás huyendo de decidir.
4. Acostúmbrate a fallar sin drama
La gente más fuerte que conozco tiene esto en común: se equivocan sin hacerse daño. No se fustigan. No se encierran. Aprenden, ajustan y siguen. Si cada error lo conviertes en prueba de que “eres un desastre”, nunca saldrás del agujero. Reprograma tu cabeza: “No pasa nada si me equivoco. Pasa algo si no aprendo.”
¿Y si no decides? Pues eso también es decidir. Decidir no hacer nada. Decidir que la vida elija por ti. Decidir seguir atrapado.
No hacer nada es más peligroso que elegir mal. Porque al menos, cuando eliges, tomas las riendas. Cuando no, te conviertes en espectador de tu propia vida. Y eso sí que es trágico.
