Estudiaste.
Te sacaste una carrera.
Quizás dos.
Te exprimiste las neuronas a golpe de café, noches en vela y trabajos que te hicieron cuestionarte si querías morir joven o vivir cansado.
Hiciste un máster. De esos que suenan bonitos en LinkedIn y le encantan a tus tíos en Navidad.
Aprendiste idiomas.
Pagaste cursos caros.
Te dijeron que era el camino.
Y ahora… ahora haces tareas que podrías haber aprendido en dos tardes de YouTube y una cuenta de ChatGPT.
¿Te suena? No eres el único.
La universidad se vendió como el trampolín al éxito. Una autopista de cuatro carriles directos al confort, al reconocimiento, a la famosa estabilidad.
Pero te metiste y saliste... y el paisaje no ha cambiado tanto.
¿Dónde está el éxito que prometieron?
Saber vender
Estás sentado en una silla ergonómica, viendo Excel durante ocho horas al día. Con suerte, tienes aire acondicionado. Con menos suerte, tienes a un jefe que no entiende ni la mitad de lo que haces, pero sí sabe cuándo entras y sales al baño.
Y todo lo que aprendiste: la teoría, los libros, los ensayos sobre Kant, los modelos financieros, la historia del arte bizantino... ¿dónde quedó?
La verdad incómoda: no te prepararon para la realidad.
Te prepararon para cumplir. Para memorizar. Para obedecer. Para rellenar casillas, no para romperlas.
Para ser empleado. No para ser libre.
¿Y sabes qué es lo peor? Que mientras tú estudiabas años para obtener esa medalla invisible que es un título universitario, otros estaban aprendiendo a vender.
A persuadir.
A conectar.
A entender cómo funciona la psicología humana, el dinero y la atención.
Esos, mientras tú analizabas a Foucault, aprendían a montar campañas de email que generan más en una tarde que tu sueldo en tres meses.
Y ahora te preguntas: “¿Hice algo mal?”
No.
Hiciste lo que te dijeron.
Lo que te enseñaron.
Lo que premió el sistema educativo durante décadas.
Nuevos mundos
Pero el mundo cambió.
Y no te avisaron.
Hoy, la información está gratis. Literalmente.
Un chaval de 19 años puede aprender a programar, hacer SEO, lanzar una tienda online, generar tráfico, diseñar en Canva, invertir en bolsa...
Todo desde su casa.
Con vídeos. Con cursos de 27 euros. Con una comunidad online.
Mientras tú esperas que alguien “te ofrezca una oportunidad”.
El conocimiento ya no es escaso. La universidad ya no es el único puente.
Ahora importa lo que sabes hacer. Lo que puedes mover. Lo que puedes vender.
Lo que resuelves.
Y aquí viene la parte dolorosa: muchos graduados no saben resolver nada. Saben repetir.
Pero el mercado no paga por repetir, paga por resultados.
Sacudida
Te entrenaron para un mundo que ya no existe. Pero la buena noticia es que puedes desaprender, puedes desaprender el miedo a vender, el pudor de hablar en público, de mostrar tu trabajo, de decir “yo puedo ayudarte con esto”.
Puedes empezar a cobrar por lo que haces, no por los años que estudiaste.
Pero necesitas una sacudida.
Un clic mental.
Y, sobre todo, dejar de esperar que venga alguien a rescatarte.
Lo académico no está mal. Pero no es suficiente.
Hoy se premia la audacia, no el currículum.
Se premia la ejecución, no el PowerPoint.
Se premia al que se atreve, no al que se queda esperando validación.
Tú decides: seguir acumulando títulos como si fueran cromos... O aprender cómo hacer que te paguen por tu valor real, no por lo que hay colgado en tu pared.