Howard Gardner se levantó un día, miró al mundo y dijo: "¿Por qué clasificar a alguien como bueno o malo en matemáticas, si puedo clasificar gente en mil formas brillantes y pasar a la historia?". Y así nacieron las inteligencias múltiples, donde TODOS somos inteligentes, pero en algo diferente.
¿Te cuesta memorizar la tabla del 7? No te preocupes. Gardner probablemente te diría que eres un genio musical y que no necesitas sumar mientras compones éxitos de Spotify. ¿Nunca entendiste el mapa de Europa en la escuela? Tranquilo, igual eres un mago de las relaciones interpersonales.
Pero detrás de este dulce aplauso a tus talentos ocultos, se esconde una realidad menos atractiva. La teoría de Gardner no tiene evidencia sólida en neurociencia, pero tiene algo más valioso: una narrativa envolvente fácil de vender.
Y ahí llegó el error: el sistema educativo y autoayuda se zambulleron en las inteligencias múltiples como si fueran una solución mágica a todos los dolores del mundo.
Y así nació la idea de que todos los niños son prodigios escondidos. Que si alguien no puede explicarle la célula a su profesora de biología, pues claro, seguro tiene "inteligencia corporal" y está predestinado a ser el próximo Michael Jordan.
Marketing
No es que Gardner estuviera completamente equivocado, ojo. La idea no está mal. Él tenía razón en que no somos máquinas clonadas; hay diferencias individuales fascinantes en las formas en que aprendemos y procesamos las cosas.
Pero ¿inteligencias? ¿O formas de habilidad y procesamiento? Aquí la cosa se pone filosófica (y lucrativa) porque si cambias la palabra HABILIDADES por INTELIGENCIAS suena más potente y marketiniano.
Pero sigamos siendo escépticos.
¿Por qué es peligroso esto? Porque hace que todo el mundo crea que sus talentos innatos son suficientes. Y no lo son. No puedes navegar por la vida creyendo que eres bueno en algo hasta que la realidad te de un golpe con 150 problemas que no se solucionan con tus mágicas "inteligencias múltiples".
Y ojo, hay quienes transformaron esta teoría en método educativo. ¡Ah, el horror!
Ahora tu primo que no toma apuntes en clase será etiquetado como el niño del "aprendizaje visual-especial". No le digas que con dibujitos no llegará a la NASA...
Ilusión vs. vida real
Los colegios aman esto porque suena inclusivo. Nadie fracasa, todos son genios en algo. Esto es hermoso sobre el papel y funciona bien si eres un unicornio que vive en un mundo de arcoíris y aplausos constantes.
Pero luego llega la vida real. Y la vida dice: "Mira, si no sabes calcular el 10% de descuento en el supermercado, tu genialidad lingüística no me sirve".
Hablemos del negocio. ¿Sabías que Gardner no propuso esto como una teoría científica comprobada? Él mismo admitió que no tiene respaldo sólido; es más bien una hipótesis educativa, un enfoque para reflexionar cómo aprendemos.
"Inteligencias múltiples" es una palabra sexy que suena a progreso. Suena a validar tus rarezas. Suena a que no necesitas cambiar nada, sólo descubrir que eres único y talentoso en formas que otros no comprenden.
Es básicamente el amigo que te dice que sigas comiendo hamburguesas porque tu problema no es el colesterol… es que la vida no te comprende.
Al final, ¿qué hacemos con esta teoría?
En lugar de etiquetar las habilidades como “inteligencias” para hacernos sentir mejor, deberíamos enseñarle a la gente que no importa en qué seas naturalmente hábil, sino en qué puedes mejorar.
Trabajar
La genialidad verdadera está en la disciplina, no en los dones que Gardner decide que tienes.
Si tu hijo no aprueba matemáticas, no le digas que es “artista”. Enséñale cómo practicar sumas y superarse.
Si crees que no puedes aprender algo, no te rindas diciendo “no tengo esa inteligencia”. Ponte a trabajar de verdad, porque las habilidades se desarrollan.
En el mundo sobran las etiquetas creadas para hacernos sentir cómodos. Pero la realidad es incómoda y ahí está el verdadero progreso.
Las "inteligencias múltiples" son una teoría brillante… para sentirnos especiales. Pero si queremos avanzar, necesitamos más esfuerzo y menos excusas cómodas disfrazadas de psicología.