Fran Belín./ CEDIDA

Opinión

Glasgow, chupito de whisky y viticultura regenerativa

Periodista

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Comentaba en el anterior artículo medio ambiental, vamos a bautizarlo, que en la asimilación de asuntos específicos y la voluntad por acabar con los despropósitos de la humanidad en este ámbito hemos avanzado pero que bien poco. El aprobado raspado al que me refería.

Tanto es así que eso que hace cuatro décadas sonaba a sánscrito, lo de las emisiones de CO2 como muestra, hoy parece ser tenido en cuenta pero como una preocupación al ralentí, en lugar de ocuparnos como es debido. Ahora que estamos inmersos en la Cumbre de Glasgow acerca del Cambio Climático, no será un servidor pájaro de mal agüero en el presentimiento de que la carrera frente a los factores que inciden en esa evolución es más de caracoles que de la especie humana.

Deja vu o calcos, como prefieran, de la última de Madrid. Actores conocidos (Greta Thunberg, más crecidita y enfurruñada; Leonardo Di Caprio tal cual en la alfombra roja y Carlos de Gales con el chupito de whisky escocés); los ‘grandes’ –llámense China, Rusia, India…- ausentándose o pasando de puntillas de los desafíos verdaderamente relevantes para que el planeta no se muera.

Sobre todo resuena una frase desnuda de contenido, la que se ha venido repitiendo tozuda en medio siglo: “NOS COMPROMETEMOS…”. Mucho compromiso y pocas nueces, al parecer, a la hora, de ser claros y meridianos con medidas eficaces, las de verdad y no las de mirar de lado a los bolsillos de una economía que sigue engrosándose en detrimento de las más elementales estrategias de protección de la naturaleza.

Pero no hace falta revirarse a lo Greta Thunberg –que en esto de llamar la atención vale casi todo- ni plantarse como adolescentes activistas para intuir que para los terruños del globo terráqueo estamos ‘coqueteando’ con el punto de no retorno del cambio climático. Parafraseando lo del “ser o no ser” de Shakespeare, cualquier solución que se pueda esbozar quedará ensombrecida por la más evidente: urge la sostenibilidad.

En ese aludido artículo en el que me estrenaba en Atlántico Hoy perfilaba que no me dedicaré yo, dios me libre, a sesudas exposiciones acerca de contundentes políticas medioambientales sino, más bien a retratar situaciones y ‘destilar’ acontecimientos para intentar derivarlos más para andar por casa. En realidad, los primeros días en Glasgow, así como en cumbres pasadas o venideras, siempre en los inicios acucia la prisa por contentar a una masa de la población mundial que ya vive estrechamente con las consecuencias de la sequía, del efecto invernadero; de la pésima calidad del aire que se respira en las metrópolis,…

¿Qué una posible alianza mundial y rúbricas frente a la desforestación sea aperitivo para aplacar las iras de los activistas y de ciudadanos-as que alientan cierta sensibilidad ante la amenaza? Pues bueno. Que existe cierto consenso para eliminar las emisiones de metano en unos plazos aceptables. Vamos allá.

Lo que ocurre es que los grandes gestos engullen a las pequeñas actuaciones. Es así cómo quería yo llegar a esos pequeños gestos, precisamente. Cada uno-a tenemos la misión de ser rigurosos con nuestros personales actos cotidianos. Paseaba por Santa Cruz y una persona tiraba sin más reparo el envoltorio de una chocolatina; le alerté que se le ‘había caído al suelo’ y la respuesta no se hizo esperar: me puso a caldo.

Los rincones para arrojar nuestras basuras son deplorables. Hábitats del ‘no sé qué’. ¿Tiene que ver con el medio ambiente y la sostenibilidad? ¡Y tanto que tiene que ver!

Todo cuenta y si no visualicen los microplásticos que invaden las aguas marinas. Ducharse rapidito. Afeitarse sin que el chorro de agua siga saliendo a presión. Seleccionar el tipo de basura para reciclar aunque sea una lata. Cocinar y aprovechar alimentos hacia el objetivo del “cero desperdicio”.

Piensen. Equiparado a gran escala sería lo mismo: cerrar el grifo. Los países deben ser conscientes de su papel en esta ‘contienda’ y en qué medida están implicados en acciones y prácticas nocivas para la salud planetaria. Glasgow, Escocia, es otra oportunidad pero no lo va a ser.

Si miramos al futuro siempre habría compromiso, del de verdad. Pero el futuro está comprometido.

Paso a uno de mis campos periodísticos de la gastronomía y sector primario. El ejemplo de Familia Torres en su ámbito de la viniviticultura es de lo más válido. Ejemplo categórico el I Simposio de Viticultura Regenerativa, celebrado en junio pasado en Villafranca de El Penedés en el que hubo llamadas de atención y tirones de orejas: “La agricultura regenerativa contribuye a la fijación de carbono, devuelve la vida al suelo y frena la erosión”. Lógico.

Expertos nacionales e internacionales insistieron entonces en acelerar la transición hacia este nuevo modelo agrícola ante el mordisco palpable que es cambio climático y en aras de la sostenibilidad en la actividad del sector.

No mezclemos, por favor, en un totum revolutum generalista todas esas voces que se alzan afirmando que esto del medio ambiente es un gran negocio. Ni demagogias ni romanticismos: lo que es, es, que perdure un planeta sano y así podamos traspasarlo a las futuras generaciones.

Más claro. “La agricultura convencional destruye en cinco años el suelo que la naturaleza tarda 40 años en crear”, advirtió en el citado simposio Francesc Font, ingeniero técnico agrícola especializado en una agricultura regenerativa que contribuye a la fijación de carbono –y por lo tanto, a mitigar la crisis climática–, devuelve la vida al suelo y al entorno -fomenta la diversidad– y frena la erosión”.

A ver qué nos aguarda después de Glasgow (que comenzaba con tintes pesimistas en cuanto acuerdos firmes). Comentaré en mi próximo encuentro en esta columna que invita a los pequeños gestos comunes para conseguir grandes logros.

*Como colofón de cada artículo aportaré informaciones especialmente llamativas que encuentro en las redes. Estrenamos con glaciares artificiales en Chile para combatir la sequía.

Asemejan pirámides de hielo inspiradas en los 'ice-stupas' que existen en el Himalaya y con el proyecto se busca averiguar si es posible disponer del agua en los meses de primavera y verano, cuando escasea. Sigue el ENLACE.