Lo que ocurrió el pasado 3 de diciembre de 2025 en la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo se sale de lo habitual. No estamos ante una simple resolución de trámite, sino ante un movimiento estratégico importante. Un aviso a navegantes que busca cerrar expedientes, pero que puede dejar a muchos consumidores en una situación de indefensión.
Si usted tiene una hipoteca con IRPH y lleva años esperando a que se aclare el panorama, preste atención. Y si es abogado, tome nota, porque las reglas del juego acaban de endurecerse.
Analicemos la situación. El Supremo ha dictado dos autos gemelos (recursos contra Unicaja y UCI) admitiendo a trámite los casos de Clemencia, Encarna y Carlos Manuel. Detrás de estos nombres ficticios hay familias reales que, mientras veían el Euribor en negativo, seguían asfixiadas por un índice que los bancos vendieron como "estable" y acabó siendo una losa.
Estos afectados perdieron en las Audiencias Provinciales de Santander y Las Palmas en 2021. Ahora, el Supremo acepta revisar sus casos. ¿Es una buena noticia? Sí, pero llega con letra pequeña y una advertencia severa.
El Alto Tribunal, buscando aligerar su carga de trabajo, ha introducido un matiz inquietante en el Fundamento de Derecho Tercero de estos autos: advierte a las partes de que la falta de acuerdo extrajudicial podría considerarse "abuso de proceso" y conllevar la condena en costas.
Del lenguaje jurídico al real: el Supremo indica que ya existe una "jurisprudencia consolidada" y que, por tanto, seguir pleiteando innecesariamente tendrá consecuencias. El mensaje es claro: "Intenten arreglarlo fuera, porque si vienen aquí y pierden, les puede salir muy caro".
La trampo lógica
Y aquí es donde el razonamiento del Supremo chirría y nos preocupa profundamente.
El Tribunal nos insta a llegar a acuerdos para evitar el juicio y el consiguiente castigo en costas. Pero olvida un principio básico de la realidad: para que haya un acuerdo, tiene que haber voluntad real por las dos partes.
¿Qué ocurre si el consumidor quiere pactar pero el banco se niega? ¿O si el banco ofrece una cantidad irrisoria que no cubre el perjuicio real? ¿De verdad se puede castigar al consumidor con las costas por "abuso de proceso" cuando ha sido la entidad bancaria la que ha cerrado la puerta a una negociación justa?
Poner la carga de "llegar a un acuerdo" sobre los hombros del consumidor es injusto. Los bancos, con su maquinaria legal, pueden interpretar esta advertencia a su favor: si no ofrecen nada y obligan al cliente a seguir pleiteando, el miedo a las costas puede hacer que muchos desistan de sus derechos. No se puede exigir consenso donde una de las partes tiene la sartén por el mango.
Prudencia y una mirada a Europa
Ante este escenario, donde el Supremo parece querer cerrar el grifo aplicando su doctrina actual (que sigue sin ser la anulación total que buscamos), nuestra postura en el despacho es la de la prudencia extrema.
Iniciar una demanda ahora mismo, con esta advertencia de "abuso de proceso" sobre la mesa, conlleva un riesgo elevado. Si un consumidor demanda hoy y el Supremo decide aplicar el rodillo, no solo no recuperará su dinero, sino que podría verse obligado a pagar las costas del banco bajo el argumento de que "debieron haber pactado".
La esperanza real sigue estando en Luxemburgo. Nuestra estrategia no cambia: esperar a Europa. Hasta que el TJUE no obligue a España a corregir el rumbo definitivamente —anulando la cláusula y devolviendo lo pagado sin excepciones—, lanzarse al juzgado es muy arriesgado.
Probablemente se plantearán nuevas cuestiones prejudiciales. Y ahí está la clave. Ante la duda y la falta de voluntad negociadora de los bancos, no se debe penalizar al consumidor. Es importante que los jueces valientes (que los hay), eleven una nueva cuestión prejudicial a Europa. Otra vez. Las veces que haga falta, hasta que quede claro. Todos queremos justicia. Y ahora mismo no la hay.
El Supremo ha lanzado un ultimátum para descongestionar los tribunales. Pero la justicia no puede ser una carrera de obstáculos donde se penaliza al débil por no lograr convencer al fuerte. Toca esperar y no dar pasos en falso.
