Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

Un viaje sin destino

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

Guardar

Últimamente recibo, a través de mis redes sociales, muchos mensajes que tienen que ver con los artículos que escribo para este medio. Algo que me hace profundamente feliz, porque siento que, esto que comparto, que es una mezcla de conocimiento con sentimientos propios, está sirviendo para que muchas personas encuentren un remanso de paz, aunque solo sea por unos minutos.

Seguramente, hace unos años, yo sería una de esas personas que me escribiría intentando buscar respuestas a las cosas que me pasan. Buscando explicaciones, e incluso soluciones a mis vaivenes de pensamiento, a mis angustias y, sobre todo, buscando la ruta adecuada para conseguir tener una vida plena y llena de paz mental. Probablemente si no escribiese estos artículos, tendría que buscar algún lugar en donde leerlos.

El niño interior

A veces me siento como un científico loco intentando descubrir la vacuna contra los malos momentos. Leyendo libros, escuchando podcast y filosofando, en base a mi experiencia, sobre cómo afecta nuestro nuevo modelo de sociedad en nuestra forma de pensar, sentir, en definitiva, vivir la vida.

En este experimento del que les hablo llevo unos años trabajando y trabajándome en entender mis comportamientos y los de quienes me rodean y, he llegado a la conclusión de que es vital entender nuestra historia de vida para comprender que la persona que somos hoy no es fortuita; es el resultado de nuestra infancia, de nuestra etapa educativa y como la vivimos. De nuestras relaciones, ya sean de amor o de amistad.

Me resulta complejo contarles esto, porque cuando empiezas a ahondar en tu vida, abres algún que otro cajón de mierda que tienes bloqueado sin saberlo. Pero no me cabe ninguna duda de que es, de vital importancia, fijar un encuentro con ese niño que fuimos para conversar con él y entender lo que pasó.  

Cuando somos niños aprendemos lo que es el apego en función de la relación que hemos tenido con nuestros padres o tutores. Si sentimos amor, desarrollaremos una capacidad sana de relacionarnos, esto se llama sentir el apego seguro. Por desgracia, cuando eres padre o madre, nadie te enseña estas cosas y lo haces lo mejor que sabes. Puede que incluso estés replicando lo que viviste en tu infancia, sin saber que, probablemente, has creado algún que otro trauma a tus pequeños.

Si tuviste una infancia o adolescencia difícil, si no sentiste el amor, escucha o protección de tu entorno, probablemente este artículo sea el inicio de un viaje que te animo a que recorras. Has desarrollado un apego inseguro, algo catastrófico porque seguramente tengas problemas de autoestima, y tu forma de relacionarte con el entorno esté llena de comportamientos tóxicos y de dependencia emocional.

Vamos que, aunque seas el tío o la tía más fuerte y poderosa del mundo, o bien tienes desconectada la emoción por completo, o sufres de manera continuada por cosas que, a priori, son solo producto de tu imaginación. Creerás que no eres merecedor de las cosas buenas que te pasan, que no eres merecedor del amor y esto hará que desconfíes de tu entorno de manera sistemática. Una forma de vivir poco recomendable.

El mapa del tesoro, la ruta de los claroscuros

Cómo ya saben, yo soy un yonki de la paz mental, por eso, cuando empecé mi camino hacia el desarrollo personal, tuve que buscar mi propio mapa del tesoro. Tuve que embarcarme en una aventura en alta mar con días de sol, pero también con tormentas de pensamientos negativos, muy necesarios pero desesperantes. Un buen marinero no se hizo nunca en un mar en calma, por eso cogí mi mapa y me lancé a la ruta de los claroscuros. Menudas vivencias más bonitas e inolvidables.

Recuerdo el perfectamente el día que decidí ir a terapia. Acababa de cerrar un contrato increíble con un cliente con el que llevaba meses hablando y no sentí nada, ni frío ni calor, fue una sensación tan extraña que supe, en aquel instante, que algo no andaba bien.

Había desarrollado el superpoder de no sentir para protegerme de cualquier agresión externa y ojo, con las cosas negativas me funcionaba perfectamente, pero… ¿esta es la vida que quería vivir, sin penas, pero también sin alegrías? Me había convertido en una máquina de matar construida de frío acero impenetrable.

Como les cuento, comencé mi viaje sin retorno en el que he descubierto lo bonito que es sentir fuerte, emocionarte y que cada célula de tu cuerpo vibre cuando te pasan cosas bonitas. Para llegar a este punto he tenido que hacer algunas cosas que te quiero contar en estas letras.

He tenido que perder el miedo a sentir tristeza porque forma parte de nuestra naturaleza y lo he hecho enfrentándome, sin complejos, a mis realidades más oscuras, abrazándolas y sintiendo compasión, que no victimismo, por aquellos momentos que no quería recordar.

He tenido que cambiar el foco, y me he centrado en el amor en vez de la desconfianza para construir mejores relaciones con la gente que me rodea. Esto ha sido vital para tener cerca a muchas personas que me quieren, e ir construyendo una bonita familia de amigos, a los que no puedo estar más agradecido de que formen parte de mi vida.

He tenido que desobedecerme, emocionalmente hablando, para no magnificar pensamientos negativos que son producto de lo vivido en mi infancia o adolescencia. Por el contrario, me he procurado cariño desmesurado sobre todo en los días en los que me apetecía castigarme.

Nunca me falten

Hace poco, pasé un fin de semana increíble, con personas que le han dado la vuelta a mi vida con pequeños gestos de cariño. A veces tan solo en forma de palabras, me han hecho sentir especial, algo que sé que soy, pero que a veces uno no termina de creerse por tanta basura mental acumulada.

Dosis extra de risas y abrazos sinceros, han sido la clave de que cada vez que pienso en ellas, brote en mi interior una sensación de éxtasis indescriptible, que se traduce en una sonrisa.

Cuando comencé esta travesía de aprender a disfrutar de mis emociones, entendí que era un camino que se recorre acompañando de las personas que te quieren de verdad, porque solo estas son capaces de escucharte en tus silencios. Son capaces de interpretar lo que te está pasando con solo mirarte a los ojos, con solo leer un mensaje.

Aún me queda mucho por hacer, porque mis encuentros con el niño que fui siguen alimentando en mi cabeza al monstruo que estoy intentando mitigar en mis experimentos. A ello estoy dedicando una gran parte de mi vida.

Hoy te animo a que no te conformes con lo que te pasó. A que trabajes para darte la vida que te mereces y que lo hagas desde el amor y no desde la lucha. A mí me ha valido la pena, a pesar de tener que pagar el caro peaje de la angustia desgarradora.

Quiero acabar mis letras con un enorme gracias a las personas que me hacen la vida más bonita. Que se han convertido en el antídoto a los malos momentos y que cuidan sin saberlo de ese niño que necesita ser querido y amado.

Yo lo tengo muy claro, en la vida hay que cuidar a esa gente te cuida, y por eso me despido dándote las gracias por acompañarme en un viaje sin destino.