Fernando Clavijo: los cielos perdieron un piloto, Canarias ganó un presidente

El dirigente de Coalición Canaria pudo ser muchas cosas —karateka, piloto de avión, empresario—, pero al final optó por servir y hacer país desde la política

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Fernando Clavijo, por Farruqo, a los mandos de un caza estelar Ala X.
Fernando Clavijo, por Farruqo, a los mandos de un caza estelar Ala X.

Al morir Franco, durante la Transición y en los días anteriores —y posteriores— a que el Estatuto de Autonomía fuera aprobado, en el Archipiélago caló una idea: hacer Canarias. El concepto, a esas alturas de la historia —casi 500 años después de que Castilla completara la Conquista de las Islas—, tenía su miga: la herencia de la división provincial —establecida en 1927 durante la dictadura de Primero de Rivera— y los 40 años de régimen franquista habían dejado abierta una herida en la que palpitaba, subyacente, el pleito insular. Ese planteamiento, el de hacer Canarias —que no es poco—, caló. Atravesó y derribó recelos y desconfianzas porque, mucho más allá de mandatos políticos, la gente quiso hacer país, su país. En todo este tiempo, para levantar lo que hoy tenemos, ha ayudado el flujo de jóvenes entre las dos universidades públicas, el desarrollo de la movilidad entre islas —lo que ha permitido ejecutar negocios, oportunidades laborales o aquel lema de “canario conoce tu tierra”— y las licenciosas ganas de mezclarse. Al final, la patria son los amigos, la familia, la infancia, dondequiera que uno esté bien. Y las Islas, desde entonces, están mucho mejor por el empeño de muchos.

Ese compromiso por hacer Canarias, por convertir el Archipiélago en un lugar mejor, lo conoce bien Fernando Clavijo Batlle (Coalición Canaria), presidente del Gobierno de Canarias. Lo tomó de sus padres, Fernando Clavijo Redondo —funcionario de Protección Civil, durante años director general de Seguridad del Ejecutivo autonómico y miembro del grupo independentista MPAIAC— y Natividad Batlle Juan —gran nadadora en su juventud, excelente maestra gastronómica, bibliotecaria y durante años simpatizante de Izquierda Unida—. Cada uno, a su manera de entender la vida, le inculcó valores que hoy están presentes en la forma de ser del dirigente nacionalista y que se perciben en buena parte de la sociedad isleña: la defensa del Archipiélago, la solidaridad, más capacidad de autogobierno, el compromiso con la comunidad, las ganas de prosperar como comunidad, el desarrollo y avance de individuos y empresas, los deberes —más que los derechos— humanos y la familia. Detalles comunes que trascienden más allá de ideologías políticas.

Elfidio Alonso y Ana Oramas

Porque Clavijo Batlle, antes de asomarse por el ruedo político, fue muchas cosas y soñó con ser otras tantas. De niño, mientras empezaba a jugar al balonmano en el colegio, quiso ser médico. De adolescente, al mismo tiempo que se proclamaba campeón de Canarias de kárate en las categorías de menos de 75 kilos y de menos de 80 kilos —y rozaba el podio en los Campeonatos de España—, se preparó para ser piloto de avión —llegó incluso a aprobar las pruebas para ingresar en el Ejército del Aire—. De joven, matriculado en la facultad de Económicas y Empresariales, se ilusionó con armar su propia empresa. Ya como licenciado montó un negocio de comidas preparadas en San Benito y abrió un despacho profesional junto a su mujer Elisa —a la que conoció durante su paso por el instituto público Viera y Clavijo—. Ninguno de esos anhelos o aspiraciones, sin embargo, resistió al veneno de la política.

 Imagen de archivo del secretario de organización de Coalición Canaria (CC), David Toledo (i), junto con el presidente de Canarias y líder de la formación, Fernando Clavijo (d) / EFE - MIGUEL BARRETO
Imagen de archivo del secretario de organización de Coalición Canaria (CC), David Toledo (i), junto con el presidente de Canarias y líder de la formación, Fernando Clavijo (d) / EFE - MIGUEL BARRETO

Fue Elfidio Alonso, en 1992 —mientras media España se dejaba llevar por los fuegos artificiales de la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona—, el que reclutó a Clavijo para la causa. Fue casi por casualidad: se presentó como voluntario, para ayudar a unos compañeros de la Universidad de La Laguna, en un acto benéfico y ahí, sin darse cuenta, dio el primer paso de su carrera política. Su compromiso y empuje no pasó desapercibido y acabó afiliado a ATI. Desde entonces, nada ni nadie lo ha parado dentro de Coalición Canaria (CC). Cinco años después de esa epifanía nacionalista fue nombrado secretario general de las Juventudes del partido en Aguere y en 1999 fue reclamado por Ana Oramas para un puesto en el Ayuntamiento de La Laguna: asesor del Organismo Autónomo de Música

Las llaves del ayuntamiento

Su desempeño en esa primera tarea dentro del ámbito municipal llamó la atención de Oramas, que se convirtió en su mentora. En 2003, en las elecciones locales, lo designó concejal de Seguridad del Ayuntamiento de La Laguna. En los siguientes comicios, en 2007, Clavijo asumió definitivamente el rol como delfín de la histórica dirigente nacionalista al pasar a coordinar el área de Urbanismo. Unos meses después, ya con Oramas de camino a Madrid para ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados, aceptó un último encargo: asumir el bastón de mando como alcalde de su ciudad. Allí vivió siete intensos años, en los que en su empeño por servir a la ciudadanía llegó a tener las llaves del ayuntamiento para poder acudir a su despacho a la hora que fuese precisa para resolver un problema —ya fuera a primera hora del día o entrada ya la madrugada; ya fuera por el interés general o por facilitar la vida a un vecino—. 

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, respondiendo a las preguntas durante el pleno del Parlamento / EFE - RAMÓN DE LA ROCHA
El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, respondiendo a las preguntas durante el pleno del Parlamento / EFE - RAMÓN DE LA ROCHA

Su paso por el Ayuntamiento de La Laguna ligó su gestión a tres casos: Grúas, Reparos y Corredor. En los dos primeros, el Tribunal Supremo archivó las dos causas que pesaban contra él; el tercero, tras la desaparición de varias piezas clave del sumario, acabó en un cajón. Ninguno de esos procesos, ninguna de sus fotos en la puerta de los Juzgados para ir a declarar ni ninguno de los titulares de prensa vinculados a esas tramas frenó su carrera política. En 2014, tras hacer descarrilar a Paulino Rivero en el consejo político de CC, fue designado candidato a la presidencia del Gobierno de Canarias, cargo al que accedió un año después de que la formación nacionalista obtuviera 18 escaños —más que ningún otro partido— y sellara un pacto con el PSOE que apenas duró 16 meses en pie. 

El retorno del Jedi

Muchos le dieron por finiquitado —y de paso a Coalición Canaria— en 2019, cuando se convirtió en el primer candidato de la formación nacionalista en 26 años que no ocupaba la presidencia del Gobierno de Canarias tras unas elecciones autonómicas. Clavijo, después de aquel golpe, resistió, rearmó las filas de CC, aglutinó fuerza alrededor de su figura, calmó los amagos de rebelión —sobre todo en Fuerteventura—, esperó su momento y en mayo de este año recuperó el poder regional. El 11 de julio, en la primera jornada del debate para su investidura como presidente, regresó al Parlamento de Canarias como Luke Skywalker tras la destrucción de la Estrella de la Muerte y la caída del Imperio: triunfante tras perderlo todo menos la capacidad para volver a hacerlo.

El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, durante el debate de investidura / EFE / RAMÖN DE LA ROCHA
El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, durante el debate de investidura / EFE / RAMÖN DE LA ROCHA

Así se las gasta el presidente del Gobierno de Canarias, un tipo al que le gusta ir de frente —aunque lo que vaya a soltar no sea del agrado del otro interlocutor—, con fama de perseverante, al que le gusta ser disciplinado, puntual y ordenado —herencia de sus abuelos, argumenta él mismo siempre que puede—, que si puede explicarse con tres palabras no utiliza una cuarta y que en su agenda, sea como sea, busca siempre un hueco para comer con su mujer y sus dos hijas. Le gusta perderse por El Hierro, donde recuerda los veranos de su infancia y devora lecturas de las dos guerras mundialesUna princesa en Berlín, la novela del norteamericano Arthur Solmssen, era su libro favorito—. Se pierde por los gadgets y ejerce de gamer cuando tiene un hueco, en su vida pudo ser muchas cosas —karateka, piloto de avión, empresario—, pero al final optó por servir y hacer país desde la política. 

Su retorno a la presidencia del Gobierno de Canarias hace realidad las palabras de Yoda, el maestro jedi de Star Wars, que utilizó en su discurso de investidura: “No lo intentes. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”.