El verano despliega su esplendor bajo un sol implacable, y con él llega también el riesgo silente de un enemigo que no da tregua: el calor extremo. En este escenario abrasador, las personas más vulnerables –ancianos, niños y personas con enfermedades cardiovasculares– se convierten en territorio sensible. Este fenómeno, cada vez más frecuente e intenso debido al cambio climático, no solo incomoda, sino que representa una amenaza real para la salud pública. Frente a ella, la respuesta debe ser firme: blindar la salud del corazón.
En este escenario abrasador, las personas más vulnerables –ancianos, niños y personas con enfermedades cardiovasculares o respiratorias crónicas– deben de protegerse y extremar las precauciones. Sus organismos son menos eficientes para regular la temperatura corporal y enfrentan mayores dificultades para adaptarse a las condiciones extremas. La deshidratación, los golpes de calor y las complicaciones médicas pueden aparecer con rapidez y sin previo aviso, transformando un día normal en una emergencia sanitaria.
La prevención
Es fundamental preservar el bienestar cardíaco durante la temporada estival a través de la prevención con medidas eficaces. Desde ajustar rutinas hasta saber cómo y cuándo hidratarse, tienen la llave para evitar el temido golpe de calor. Proteger el corazón implica también cuidar lo invisible: evitar la deshidratación, controlar las variaciones de tensión arterial y no descuidar el riesgo de retención de líquidos.
“Evitar el ejercicio físico durante las horas más calurosas, refugiarse en la sombra y beber agua sin esperar a tener sed son gestos sencillos que pueden salvar vidas. En particular, los pacientes con enfermedades cardiovasculares deben extremar precauciones, ya que su organismo reacciona con mayor sensibilidad ante los cambios térmicos del verano”, advierte el doctor Cristian Jiménez, cardiólogo de los hospitales Quirónsalud Costa Adeje y Quirónsalud Vida, sobre los peligros que no se encuentran solo bajo el sol directo, sino también en horarios mal elegidos y hábitos poco cuidadosos.
Síntomas silenciosos, señales urgentes
El especialista alerta de que dolores de cabeza persistentes, cambios en la tensión arterial, piernas hinchadas o molestias en el pecho tampoco deben ser ignorados. “Son, muchas veces, los primeros avisos de un problema que puede convertirse en urgencia”, revela. Por este motivo, las personas con insuficiencia cardiaca o hipertensión arterial deben atender incluso los cambios más leves, pues el calor no solo intensifica sus síntomas sino que enmascara sus señales, haciendo más difícil una intervención temprana.
A la hora de sumergirse en el mar o en una piscina, el consejo es claro: hacerlo lentamente, mojando primero brazos, cuello y nuca, para evitar un choque térmico que podría desencadenar un episodio crítico. Protegerse del sol va más allá de una cuestión estética: evitar quemaduras usando protección solar y mantener la temperatura corporal estable es también proteger el corazón.
La importancia de la alimentación
La alimentación es otra aliada necesaria. Comidas ligeras, cargadas de frutas, hortalizas y verduras de temporada, contribuyen a mantener la hidratación y ofrecen un plus de vitaminas y antioxidantes que cuidan piel y sistema cardiovascular. “Frente a bebidas azucaradas, refrescos o café, el agua debe ser la reina indiscutible del verano. Y si de bebidas alcohólicas se trata, la moderación no es sugerencia: es regla”, sostiene.
Las enfermedades cardiacas, especialmente la insuficiencia cardiaca y la hipertensión, se ven exacerbadas por las altas temperaturas. El cuerpo retiene más líquidos, las venas de las piernas se dilatan, y pueden producirse variaciones de la tensión arterial. Vigilar el consumo de sal, caminar durante las horas más frescas del día y elevar las piernas al descansar son estrategias tan simples como efectivas.
Hinchazón, fatiga, palpitaciones: el cuerpo avisa
En pacientes con insuficiencia cardiaca, la dificultad para gestionar los niveles de líquido corporal se intensifica con el calor, lo que puede provocar una mayor acumulación de líquido en las piernas y producir bajadas de tensión, desvanecimientos o mareos. “Controlar el peso a diario es otra herramienta útil, pues pequeñas variaciones pueden indicar retención de líquidos antes de que los síntomas se hagan evidentes”, afirma el doctor Jiménez.
Para quienes padecen hipertensión, aumentar la frecuencia de los controles de presión arterial y ajustar la medicación si es necesario, bajo supervisión médica, es esencial. La actividad física, si no se evita durante las horas de máximo calor, puede traducirse en mayor riesgo de dolor torácico, especialmente en quienes tienen problemas en las arterias del corazón.
Precauciones
Anticiparse es también un acto de cuidado. Llevar consigo un informe médico, tener localizadas las farmacias del lugar de vacaciones y preparar una copia de los medicamentos habituales son precauciones que pueden marcar la diferencia. “La planificación consciente y el seguimiento de las indicaciones médicas permiten vivir un verano de tranquilidad, incluso con patologías crónicas”, recuerda el cardiólogo.
El doctor Jiménez subraya que, más allá de protocolos médicos, lo esencial sigue siendo lo humano: descansar, desconectar y reducir el estrés. “Un corazón en calma es también un corazón protegido. Y con la orientación adecuada, el verano puede ser, sin duda, una estación ideal para mejorar nuestros hábitos y para disfrutar”, concluye.