Las consecuencias penales del hundimiento del buque gallego Villa de Pitanxo, acaecido la madrugada del 15 de febrero de 2022 en aguas del Atlántico Norte, a unas 250 millas de Terranova (Canadá), están un paso más cerca de esclarecerse después de emitirse este miércoles el demoledor informe de la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (CIAIM), de 173 páginas, que, entre otras razones, señala a negligencias del capitán del buque, Juan Padín, como causa del naufragio.
En aquella tragedia, que costó la vida a 21 de los 24 tripulantes del pesquero gallego, se encontraba también el biólogo canario Manuel Navarro, cuyo cuerpo nunca fue recuperado.
La evacuación llegó tarde
El documento, citado por diversos medios como Efe, El País, Europa Press o La Voz de Galicia y solicitado por la Audiencia Nacional para esclarecer el siniestro, concluye que el Villa de Pitanxo navegaba "sobrecargado" y que el capitán, Juan Padín, realizó una "valoración insuficiente o inadecuada" de la situación en los momentos decisivos, dando la orden de abandono "demasiado tarde". Según la CIAIM, esa demora fue determinante en el elevado número de víctimas, pues "apenas hubo tiempo material" para que los marineros alcanzaran las balsas y se colocaran los trajes de inmersión.
Los técnicos sitúan el origen del desastre en la "inundación progresiva e incontrolada de los espacios interiores" durante la maniobra de virada del arte de pesca —el momento en que se recupera la red de arrastre— en medio de un temporal severo, con olas de hasta diez metros y vientos de 40 nudos. El agua, según las conclusiones, comenzó a entrar por la tolva de desperdicios del parque de pesca, avanzando después hacia los entrepuentes de carga y, finalmente, a la cámara de máquinas.
Estabilidad comprometida
El informe deja claro que el buque habría podido resistir las duras condiciones meteorológicas si hubiera mantenido la estanqueidad de su casco. Sin embargo, el sobrepeso y las modificaciones no autorizadas en su estructura —como la instalación de tanques adicionales de combustible— comprometieron su estabilidad. “La sobrecarga supuso, además, un incumplimiento de los criterios de estabilidad reglamentarios”, señalan los investigadores, quienes también subrayan que los calados de salida del buque eran mayores de los autorizados.
Los expertos constataron que esa sobrecarga era habitual en el Pitanxo, algo visible en múltiples fotografías previas al accidente. Ni el capitán ni la empresa armadora controlaron el exceso de combustible y artes de pesca embarcados, ni supervisaron de manera efectiva las condiciones de seguridad. La falta de procedimientos consolidados, la alta rotación de tripulantes —diez de ellos eran nuevos a bordo— y el cansancio acumulado tras largas jornadas de trabajo configuraron un entorno laboral frágil e inseguro. La CIAIM advierte, además, que varios marineros padecían COVID-19 en el momento del naufragio, lo que pudo afectar a sus capacidades cognitivas y de reacción.
Una orden fatídica
En la última fase de la maniobra, mientras la escora del barco hacia babor se hacía cada vez más pronunciada, el capitán decidió retomar la navegación, una orden que, según el informe, "hizo empeorar la situación a bordo". El agua ya entraba por distintos compartimentos, y la inundación progresiva terminó provocando el fallo del motor principal, que se detuvo por el descebamiento de las bombas de lubricación. “El buque no se perdió a consecuencia de la parada del motor principal, sino que la parada fue consecuencia del accidente”, señala con precisión el texto.
A partir de ese momento, el hundimiento fue cuestión de minutos. Sin energía eléctrica y con el barco sumido en el caos, no hubo un abandono ordenado. Los investigadores relatan que muchos tripulantes intentaron llegar a los camarotes para recoger sus trajes de inmersión, pero no pudieron regresar a tiempo a cubierta. Solo dos hombres alcanzaron la balsa salvavidas con el traje puesto: el capitán, que lo tenía en el puente, y su sobrino. La propia balsa sufrió daños al desplegarse, lo que agravó la hipotermia de quienes consiguieron subir a ella.
El informe critica también la disposición interna del barco. Las vías de evacuación y la ubicación de los trajes dificultaron la salida de los marineros, mientras que los equipos de supervivencia no estaban en perfectas condiciones. Tampoco se realizaban ejercicios de emergencia, pese a que el pesquero operaba en zonas de gran riesgo y, además, no estaba autorizado para navegar en áreas de formación de hielo.
